Modos de un arte mayor

Habiendo cursado estudios de arquitectura en Madrid, Guillermo P¨¦rez Villalta (Tarifa, 1948) es conocido hoy, ante todo, por su notabil¨ªsima labor en el campo de la pintura y, en particular, como uno los talentos m¨¢s personales y de mayor alcance renovador en el ¨¢mbito de la figuraci¨®n que irrumpen con el relevo generacional de la pl¨¢stica espa?ola en el curso de los a?os setenta del pasado siglo. Aun as¨ª, a lo largo de su trayectoria, el creador gaditano ha compaginado el trabajo pict¨®rico con reiteradas incursiones paralelas, ya sea en el dise?o arquitect¨®nico o en las llamadas artes aplicadas. Sin embargo, hasta la fecha, de todas esas otras vertientes de su obra, tan s¨®lo hab¨ªan sido mostradas algunas de ellas, sea como flecos marginales dentro de una revisi¨®n de su pintura o, separadamente, con muestras puntuales centradas en los dibujos arquitect¨®nicos o en la edici¨®n de muebles. As¨ª las cosas, ello ha tendido a menudo a extender la sensaci¨®n de que tales incursiones, aunque desde luego brillantes, no eran a la postre sino digresiones caprichosas, y marginales por tanto, con relaci¨®n al tronco vertebral de la pintura al que habr¨ªa finalmente que asimilar, como identidad espec¨ªfica, al aut¨¦ntico P¨¦rez Villalta. Una imagen que esta muestra, tan oportuna como certera, viene felizmente a dinamitar.

De entrada, resulta impresio

nante lo desplegado, en un di¨¢fano y muy bien articulado montaje, entre las dos sedes expositivas de Caja San Fernando, donde nos topamos con dise?os y maquetas de arquitecturas, tanto construidas como ut¨®picas, con proyectos de jardines, muebles, l¨¢mparas, piezas de orfebrer¨ªa, joyas, escenograf¨ªas y figurines teatrales, decoraciones murales, azulejos, suelos de baldosa hidr¨¢ulica, alfombras, tapices, bocetos de naipes u originales para carteles. Un conjunto espectacular sin duda, por su riqueza y desconcertante capacidad de invenci¨®n, de impacto tanto mayor en la medida en que la selecci¨®n reunida es apenas una s¨ªntesis de la extensa producci¨®n desarrollada por el artista dentro de esos y otros ¨¢mbitos. Lo que, incuestionablemente, arroja una perspectiva bien distinta sobre la relaci¨®n entre tales querencias y la pintura en P¨¦rez Villalta.

No es, claro est¨¢, tampoco aqu¨ª, el tama?o lo que importa. Sino otra cuesti¨®n de orden m¨¢s complejo y esencial. Pues m¨¢s all¨¢ de la sorpresa ante el alcance de su labor dentro de las artes aplicadas, lo que en verdad decisivo nos revela esta exposici¨®n es el proceso mediante el cual el concepto de ornamento acaba emergiendo como eje central en la articulaci¨®n de todo el cosmos creativo de P¨¦rez Villalta y que ha determinado la evoluci¨®n de su lenguaje pict¨®rico en el curso de la ¨²ltima d¨¦cada. Una visi¨®n, que enlaza con el Occidente medieval y pervive a¨²n en la tradici¨®n oriental, donde el ornamento cobra una dimensi¨®n trascendente y un insondable potencial simb¨®lico, como instrumento de interpretaci¨®n de lo real. Y justo eso, la primac¨ªa de lo ornamental que todas comparten, como capacidad de ex¨¦gesis que hace de la creaci¨®n un modo de conocimiento, justo eso, insisto, es lo que permite redituar el lugar relativo de la pintura y las restantes pr¨¢cticas, bajo esa condici¨®n de art¨ªfice que el t¨ªtulo de la muestra reclama para P¨¦rez Villalta. Todas ellas, ya sin jerarqu¨ªas, modos indistintos, en la tela como en su proyecci¨®n hacia el objeto, de un mismo y ¨²nico arte mayor.