Un cl¨¢sico invisible
JUAN JOS? SAER muri¨® en junio de 2005 en Par¨ªs a los 67 a?os. Pocos meses m¨¢s tarde, en una conversaci¨®n con Carlos Monsiv¨¢is (Babelia, EL PA?S, 10 de octubre de 2005), Sergio Pitol lo incluy¨® en una serie de "cl¨¢sicos contempor¨¢neos". La observaci¨®n es reveladora: "Para que se pueda decir que los novelistas lleguen a esa altura, los que van a ser cl¨¢sicos del presente y del futuro, se necesita la muerte, unos meses, unos a?os. Los autores que creo que ser¨¢n permanentes, los que ya est¨¢n pasando la prueba, me parecen: Andrzej Kusniewicz, polaco; Thomas Bernhard, austriaco; Juan Jos¨¦ Saer, argentino; Roberto Bola?o, chileno; Saul Bellow, norteamericano; Georges Perec, franc¨¦s, y Julien Gracq, tambi¨¦n franc¨¦s, que aunque no ha muerto tiene m¨¢s de 95 a?os y desde hace varias d¨¦cadas no escribe".
A prop¨®sito de La grande, novela p¨®stuma de Juan Jos¨¦ Saer
Monsiv¨¢is y Pitol son americanos, como Saer; hasta cierto punto, pertenecen a su mismo campo y practican una similar sensibilidad; miran el mundo desde perspectivas semejantes. Por eso puede decirse que, a pesar de este reconocimiento instant¨¢neo, uno de los rasgos definitorios de ese cl¨¢sico contempor¨¢neo en que Saer se ha convertido es, todav¨ªa, una suerte de elegante invisibilidad. En el enorme La llegada de los b¨¢rbaros-La recepci¨®n de la literatura hispanoamericana en Espa?a, 1960-1981, editado muy meritoriamente por Joaqu¨ªn Marco y Jordi Gracia (Edhasa, 2004), se lo menciona s¨®lo una vez -de pasada y con el nombre de pila equivocado- a pesar de que algunas de sus grandes novelas de la d¨¦cada de los setenta -entre ellas El limonero real- se publicaron en Espa?a. Y a pesar de que desde 1995, otra vez, se lo hab¨ªa empezado a reeditar Espa?a; baste recordar El entenado (ahora disponible en El Aleph).
Las razones de esta invisibilidad son muchas. Saer practic¨® una desde?osa autonom¨ªa, no particip¨® del vitalismo latinoamericano de los sesenta, ni del boom, ni de la gesti¨®n de premios nacionales o internacionales. Por ello es dif¨ªcil incluirlo en un sistema continental, o en la red transnacional de afiliaciones mutuas que fue el boom. Tendi¨® l¨ªneas sucesivas, fin¨ªsimas, de variable intensidad, hacia Faulkner y Onetti, hacia J. L. Ortiz, hacia ciertos recursos del objetivismo franc¨¦s. L¨ªneas que en cada una de sus obras se transforman en otra cosa; las hace suyas, las torna idiosincr¨¢sicas, absortas, verdaderamente inclasificables. Desde esa posici¨®n tan americana como poco "latinoamericanista" militante, Saer mantuvo una asombrosa regularidad en la producci¨®n. Se le deben doce novelas extraordinarias, cuatro libros de ensayos -acaba de aparecer la ¨²ltima reuni¨®n de art¨ªculos (Seix Barral, Buenos, Trabajos Aires, 2006)- cinco libros de cuentos y dos poemarios.
Cuando muri¨® estaba terminando La grande. En octubre de 2005 se public¨® en Buenos Aires, en la editorial Seix Barral, esta extensa novela p¨®stuma. Est¨¢ inacabada; le falta el ¨²ltimo cap¨ªtulo, del que s¨®lo escribi¨® una frase: "Con la lluvia, lleg¨® el oto?o, y con el oto?o, el tiempo del vino". La grande est¨¢ dispuesta en jornadas, a lo largo de una semana, desde un martes a un lunes; y transcurre en la "zona" de Saer, a orillas del r¨ªo Paran¨¢, en la provincia argentina de Santa Fe. Trata de personajes que se van a Europa y vuelven, y trata del rotar de las generaciones; del deseo de recordar y de la imposibilidad del recuerdo o de su falsificaci¨®n y fragmentaci¨®n.
Como siempre en Saer, la historia pol¨ªtica -su brutalidad, sus claudicaciones- soporta en una red invisible pero firme lo individual; lo sustenta y lo revela al tiempo. Es su marca; muchos ya hab¨ªan considerado que Glosa (1985) fue la mejor novela pol¨ªtica argentina del periodo de la ¨²ltima dictadura militar. Pero La grande agrega a ese peculiar y sesgado modo de representaci¨®n un componente fuertemente autobiogr¨¢fico, en el que se hace patente el linaje de Saer. Como tantos escritores argentinos, ¨¦l tambi¨¦n fue hijo de inmigrantes (en su caso, sirios de Damasco). Esa extra?eza radical y al mismo tiempo colectiva -en aquellos a?os todos eran hijos de extranjeros y todos eran argentinos- se funde con una infancia, unos padres y una iniciaci¨®n sexual plenamente americana, entre maizales. As¨ª se enlazan personajes y tramas de novelas anteriores con esta dimensi¨®n que reescribe la vida -su sucesi¨®n imp¨ªa- en una especie de membrana que vela la experiencia hasta volverla enigm¨¢tica y, al mismo tiempo, luminosa. Su escritura -esa frase inconfundible, precisa, atenta a la percepci¨®n material y a la vez inaprensible de las cosas- fabrica ese efecto y lo sostiene.
No hay ninguna otra novela suya que produzca tal "sensaci¨®n de vida", para usar esos t¨¦rminos equ¨ªvocos de Henry James que al propio Saer le gustaban mucho, precisamente por su car¨¢cter inaprensible. Esta novela refrenda la observaci¨®n de Sergio Pitol: un cl¨¢sico contempor¨¢neo, cuya funci¨®n no es otra que ofrecer la medida de cierta belleza y de cierta verdad, la medida del arte.
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