Sabidur¨ªa en cuentagotas
El encanto del aforismo est¨¢ en la condensaci¨®n, en la promesa de una gran cantidad de sentido encerrada en unas pocas palabras, un arte del chupito literario-filos¨®fico. Que m¨¢s tarde esa promesa se cumpla o no depende del escritor. En los aforismos se busca sabidur¨ªa o ingenio, lucidez, humor o desparpajo, pero siempre en peque?as dosis equ¨ªvocas. La frase ¨²nica o el pu?ado de oraciones ha de ser di¨¢fana, pero no necesariamente resolutiva o terminal. Lo importante es que el sentido se muestre y se mantenga abierto, como en un haiku; que su dise?o se lea como una silueta muy n¨ªtida trazada a mano alzada.
Las met¨¢foras que describen el efecto del aforismo son siempre las mismas: dardos, centellas, instantes, luces. (Porchia llama a sus ocurrencias "Voces"). Da igual. Unas m¨¢s cursis que las otras, todas dicen lo mismo: que algo queda atrapado en el aforismo, algo se fija o se rescata para que no muera por efecto de la velocidad de los cambios. Sin embargo, obs¨¦rvese que el buen aforista -el aut¨¦ntico, no el que deliberadamente se instala en el g¨¦nero para parecer inteligente frente a los incautos- no pone nombre a sus anotaciones, ni siquiera se declara aforista, sino que escribe y deja libre al lector para que ¨¦ste califique sus anotaciones. Se supone que escribe as¨ª porque as¨ª le salen las palabras, que la forma elegida -sobre todo en el caso de la prosa fragmentaria- no se distingue del contenido. Por eso las mejores colecciones de aforismos suelen ser las compuestas a partir de escritos p¨®stumos, cuadernos de notas, dietarios; o con fragmentos de escritura privada, ideas naufragadas ("pecios" los llama S¨¢nchez Ferlosio); o bien son repertorios de citas sacadas de obras mayores donde a veces es tan importante el que escribe como la mirada del compilador. Los escritos p¨®stumos, por cierto, son siempre mucho m¨¢s fieles a la espontaneidad original del aforismo (aunque no nos enga?emos, que no falta quien escribe pensando ya en c¨®mo ser¨¢ su Nachlass).
Lo habitual es que el escritor de aforismos sea algo gru?¨®n y pesimista
Una colecci¨®n de sentencias ha
de tener un tono uniforme, con sesgo e inspiraci¨®n esc¨¦ptica (aunque esto tambi¨¦n se ha convertido en lugar com¨²n). Se puede ser socarr¨®n pero no es aconsejable excederse: ni solemnidad ni prosopopeya; el lector espera la boutade pero no conviene exagerar para no aparecer como un payaso. Por lo dem¨¢s, en este terreno nadie supera al maestro Groucho Marx y a su disc¨ªpulo Woody Allen; es in¨²til intentarlo. De ah¨ª que lo habitual es que el escritor de aforismos sea algo gru?¨®n y pesimista. Es l¨®gico: una colecci¨®n de aforismos optimistas se convertir¨ªa de inmediato en un repertorio de esl¨®ganes publicitarios. Este pesimismo es s¨ªntoma de una enfermedad moral. Acierta Puig en su pr¨®logo a la compilaci¨®n de sentencias de Pla cuando observa que los aforistas siempre han sido moralistas: los cl¨¢sicos del helenismo, los autores de emblemas del Barroco, los ingeniosos de sal¨®n dieciochesco, los dandis decimon¨®nicos y nuestros pol¨ªgrafos modernos, hombres que miran a su tiempo con estupor, iron¨ªa, recelo o espanto, salidos de contexto, como sus epigramas.
El atractivo de los libros de aforismos tambi¨¦n est¨¢ en que son f¨¢ciles de leer: los abres por cualquier punto y los dejas en la mesa de noche o entre las facturas que has de pagar, y los retomas cuando quieras. No tienes que estudiarlos ni memorizarlos. No contienen nada.
He aqu¨ª tres ejemplos de este g¨¦nero menor. El primero es equ¨ªvoco porque los fragmentos escritos por Kafka en el llamado Cuaderno de Z¨¹rau claramente no son aforismos. En verdadero rigor, estos apuntes deber¨ªan haber sido presentados como ap¨®logos y par¨¢bolas, t¨ªpicas reflexiones como las que se suele encontrar en las ense?anzas de los rabinos de la tradici¨®n jas¨ªdica. No esclarecen nada, sino que lo ponen todo mucho m¨¢s oscuro. T¨ªpico de Kafka: un escritor demasiado herm¨¦tico y oracular para ser considerado un aforista, hermetismo que por cierto la abusiva intervenci¨®n del editor Calasso en esta edici¨®n (?pr¨®logo y ep¨ªlogo!) en modo alguno contribuye a dilucidar. Se encuentra aqu¨ª la frase que Steiner escoge como lema del drama vital y literario de Franz Kafka: "Hay una meta, pero no hay camino. Lo que llamamos camino son vacilaciones" (p¨¢gina 42). El resto son enigmas.
El peque?o volumen de Rivarol publicado por Perif¨¦rica, nuevo sello con sede en C¨¢ceres, re¨²ne una selecci¨®n de sus Pensamientos y un breve repertorio de an¨¦cdotas de este t¨ªpico intelectual de sal¨®n del XVIII, uno de los primeros libelistas que denunci¨® excesos de la Revoluci¨®n Francesa y tras unirse a los mon¨¢rquicos emigrados acab¨® convertido, malgr¨¦ lui, en numen de la extrema derecha. Rivarol es un aforista t¨ªpico, como Chamfort o Lichtenberg. J¨¹nger amaba de sus Pensamientos su conservadurismo a¨²n capaz de irreverencia, su esteticismo literario aristocratizante, un punto esnob, que ¨¦l practicaba; y ese aire de dandi en los ant¨ªpodas de Wilde que J¨¹nger ten¨ªa por signo de distinci¨®n y que rara vez consiguen reproducir sus imitadores.
Dandismo a¨²n m¨¢s ex¨®tico es el
de Pla, ¨¦l mismo todo un prodigio del esp¨ªritu, como se prueba en la sugestiva compilaci¨®n de citas realizada por Andr¨¦s G¨®mez-Flores. Pla era un ser superior, capaz de trascender la abrumadora, aplastante, cazurrer¨ªa del campesinado, la frontera infranqueable de las lenguas y la guerra civil, la irreductible diferencia entre la ciudad y el campo, la modernidad y la tradici¨®n, y ser uno de los primeros catalanes -junto con Dal¨ª- en descubrir la universalidad de lo que es local, arte de transformar la sabidur¨ªa ramplona en inteligencia; como Dal¨ª, que hace del mal gusto una obra de genio. Pla se muestra aqu¨ª en toda su elocuencia, pero sus comentarios, fuera de su contexto y de su paradigma, pueden resultar excesivos. Ya ten¨ªa raz¨®n Wittgenstein cuando advert¨ªa: "Las pasas son lo mejor del pastel, pero un saco de pasas no es lo mismo que un pastel". Todo un caveat para el g¨¦nero epigram¨¢tico.
Aforismos de Z¨¹rau. Franz Kafka. Edici¨®n de Roberto Calasso. Traducci¨®n de Claudia Cabrera, Edgardo Dobry y Valerio Negri. Sexto Piso. Madrid, 2005. 168 p¨¢ginas. 11 euros. Pensamientos y rivarolianas. Antoine de Rivarol. Edici¨®n y traducci¨®n de Luis Eduardo Rivera. Perif¨¦rica. C¨¢ceres, 2006. 89 p¨¢ginas. 10 euros. Sentencias e impresiones. Josep Pla. Edici¨®n de Andr¨¦s G¨®mez-Flores. Con un pr¨®logo de Valent¨ª Puig. Edhasa. Barcelona, 2006. 260 p¨¢ginas. 16,15 euros.
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