El desierto mojado camino de Siwa
FASCINANTE la visita al oasis de Siwa, tan diferente al resto de Egipto, cerca de la frontera con Libia y que s¨®lo lleva unos veinte a?os con una carretera asfaltada al mundo exterior. Ya el viaje en autob¨²s desde Alejandr¨ªa depar¨® una sorpresa inusual: hab¨ªa llovido el d¨ªa anterior y el desierto estaba literalmente cubierto por una manta de agua durante un buen trecho.
Despu¨¦s de siete horas en carretera, descanso para la vista con los primeros verdores del oasis. Carretas de burritos maltratados por los chiquillos taxistas se ofrecen pertinazmente a llevarte al hotel, situado a las afueras del pueblo entre palmeras y olivos. Las gentes son de raza distinta que los habitantes del Nilo, proceden de las profundidades del desierto y hablan un dialecto con muchas similitudes al lenguaje del Magreb. Su car¨¢cter recuerda al de los habitantes de islas lejanas.
Los siguientes d¨ªas permitieron descubrir las fantasmag¨®ricas y surrealistas ruinas del antiguo poblado abandonado del siglo XXIII (Shali), construido con una mezcla de arcilla salina que hace unos 100 a?os y durante varios periodos de intensas lluvias se derriti¨® como si fuera un castillo de arena al que se le echara encima una ola gigantesca.
Un placer a cualquier hora es darse un chapuz¨®n en una de las muchas fuentes; ba?os cogidos por muros, con las dimensiones de una piscina ol¨ªmpica de la cual emanan grandes cantidades de agua mineralizada, templada, con burbujas y ?sin cloro!
Paseos por los extensos palmerales o por los vestigios arqueol¨®gicos, como el monte Al Mawta, una necr¨®polis en fase de excavaci¨®n, con miles de tumbas de hace m¨¢s de 2.000 a?os, sin olvidar la magia y el silencio de la excursi¨®n al desierto profundo y a sus grandes dunas, donde los amables gu¨ªas te muestran c¨®mo practicar el snowboard en chilaba.
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