F¨²tbol y reconquista
Otros cu¨¢ntos partidos m¨¢s y Espa?a reconquistada. El f¨²tbol, ese viejo vicio ingl¨¦s, que empez¨® en Espa?a exportado por la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, esa tropa progresista, reformista y regeneracionista que tanto miedo daba a franquistas y cat¨®licos de la l¨ªnea dura, la que desciende del Cardenal Gom¨¢ y sus ac¨®litos. Antes se hab¨ªan jugado partidos en las playas vizca¨ªnas d¨®nde holgaban marineros ingleses. O en los campos onubenses de R¨ªo Tinto d¨®nde los ingenieros de Albi¨®n, la p¨¦rfida, jugaban con los mineros andaluces. Pero los primeros partidos de f¨²tbol entre espa?oles se organizaron por esos profesores que hab¨ªan estudiado en Inglaterra, esos institucionistas que crearon en 1910 la Residencia de Estudiantes. All¨ª en los bajos de la Colina de los Chopos, en los m¨¢rgenes del canalillo cercano al Paseo de la Castellana, en aquellos campos de entonces, en rudimentarias campas, los residentes jugaban sus partidos.
Una posible primera selecci¨®n nacional que vigilada por Francisco Giner de los R¨ªos, arbitrada por Alberto Jim¨¦nez Fraud, pod¨ªa haber contado con Luis Bu?uel, Severo Ochoa, Gabriel Celaya, los veteranos Gregorio Mara?¨®n, Juan Negr¨ªn o Blas Cabrera. Los invitados Rafael Alberti, Juan Ram¨®n Jim¨¦nez -por la parte de Huelva- o Miguel Hern¨¢ndez. Con poco juego y mucho arte, el once ideal se podr¨ªa completar con Federico Garc¨ªa Lorca y Salvador Dal¨ª. El joven Pep¨ªn Bello, ser¨ªa el hincha, un animador como Manolo el del bombo pero en elegante. Ignacio S¨¢nchez Mej¨ªas, el torero poeta que amaba el f¨²tbol y que lleg¨® a ser presidente del Betis, podr¨ªa haber sido un imaginativo entrenador.
So?ando con esa selecci¨®n la otra noche asistimos a la celebraci¨®n de los veinte a?os en que la Residencia de Estudiantes fue reconquistada. No se habl¨® de f¨²tbol, no mucho quiero decir, pero s¨ª de una Espa?a abierta y plural, de una idea de Espa?a razonable, cient¨ªfica, po¨¦tica y divertida. S¨ª, divertida, a pesar de la seriedad de los padres fundadores. Como divertidos y geniales, aunque no muy atentos a sus estudios, fueron aquellos del tr¨ªo de oro de los residentes. Ni Bu?uel, ni Dal¨ª terminaron sus estudios. Creo que Lorca tampoco. Desde luego, el ¨²ltimo superviviente, el cuarto hombre, Pep¨ªn Bello, no estaba en la lista de los que quisieron ser becados por la Junta de Ampliaci¨®n de Estudios. All¨ª estaba la otra noche, con sus pasados 102 a?os, en primera fila, cerca de sus cervezas, regal¨¢ndonos con su memoria, con su agudeza y su elegancia una forma envidiable de estar en la vida. Me cont¨®, como si me hablara de la semana pasada, una visita a la Residencia del general Primo de Rivera que expres¨® su extra?eza porque all¨ª no ondeara la bandera nacional. Que obsesi¨®n por espa?olizar a banderazos. Confundir la educaci¨®n con un m¨¢stil. ?Qu¨¦ tropa! Pep¨ªn sigui¨® contando de sus escapadas, sus juegos, sus d¨ªas deportivos y sus noches de vinos tintos. De don Pelayo no me dijo nada. Cosas de la memoria. O de la llegada del g¨¹isqui.
De reconquista de la tolerancia, de sue?os recuperados, de vigorosa vida intelectual de esa instituci¨®n hablaron sus responsables de los ¨²ltimos veinte a?os, el sonriente y seductor Pepe Garc¨ªa Velasco y la muy eficaz, y actual directora, Alicia G¨®mez Navarro. Detr¨¢s de ellos, en una tribuna bajo los ¨¢rboles con algo de tablao flamenco, intervinieron Mercedes Cabrera, tan de la casa de toda la vida y ahora tan responsable de su futuro. Natalia Jim¨¦nez Fraud, hija del fundador y con una vitalidad que se r¨ªe de los a?os que pasan, dio las gracias en nombre de tantos familiares, de tantos hijos de residentes que por all¨ª paseaban. Vimos a los Lorca cantando coplas hasta altas horas de la noche en compa?¨ªa de Emilio Sanz de Soto y del sefard¨ª Alberto Pimienta. Antes de esas juergas controladas, habl¨® Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero que, en compa?¨ªa de su mujer, Sonsoles Espinosa, fue haciendo corros entre los invitados a esta nueva reconquista. Relajado. Trasnochador, algo poco habitual, daba la impresi¨®n de que hab¨ªa razones para la fiesta y la celebraci¨®n. Que Espa?a, vista desde la Residencia, no estaba tan rota. Esta nueva reconquista estaba dando buen juego. Lo que nadie se imagin¨® es que fuera por goleada.
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