La camiseta
Se han roto muchos art¨ªculos. Los que estaban preparados para triturar a la selecci¨®n nacional se han transformado en confetti para la euforia desmedida. Op¨¢, ya hemos ganao el Mundi¨¢. Pero echemos la vista atr¨¢s un segundo. En una calle de Madrid, hace meses, un inmigrante mat¨® a otro para robarle la camiseta de la selecci¨®n espa?ola. Se habl¨® mucho del incidente. Pero no se habl¨® de la raz¨®n del robo: la camiseta. Me temo que Espa?a est¨¢ llena de polacos, ecuatorianos, peruanos y africanos que no entienden qu¨¦ co?o le pasa a los espa?oles con su selecci¨®n.
Hay un problema de imagen. La cat¨¢strofe est¨¦tica que signific¨® Naranjito no se repara, m¨¢s bien se acent¨²a, con el tremendo v¨ªdeoclip de A por ellos. Pero no culpemos al f¨²tbol, por favor; culpemos al pa¨ªs. Aqu¨ª zafiedad, catetez y burricie es garant¨ªa de ¨¦xito.
Hay otro problema que es la carencia de un modelo de juego establecido. S¨®lo hab¨ªa una consigna: al jugador talentoso o artista dejarlo en el banquillo o s¨®lo echar mano de ¨¦l cuando ya todo est¨¢ perdido.
Y luego est¨¢ el problema del entrenador. El elegido se convierte en un mu?eco de feria. Con Luis Aragon¨¦s lleg¨® hace tiempo la hora del pim-pam-pum. Sofisticado no es, la verdad. Su biopic no lo rodamos con Cary Grant, no. Sin embargo, todos los jugadores que lo han tenido de entrenador hablan bien de ¨¦l. Y, en general, en todas las broncas lleva buena parte de raz¨®n. Los seleccionadores nacionales acaban medio locos, trabajan con una inseguridad tremenda y ponen de titular precisamente al jugador que llamaron de reenganche para sustituir a un lesionado y cambian al portero al primer error que comete y traicionan su sistema el d¨ªa que menos se necesitaba. Al final, uno echa de menos la dignidad en la derrota de un Bielsa. La cag¨®. Pero la cag¨® ¨¦l solito.
Este pa¨ªs nuestro tiene unos problemas de identidad que no se los arregla ni el mejor psicoanalista. Y menos las tertulias radiof¨®nicas. Pasa con el f¨²tbol. Desde hace a?os queremos ser argentinos o brasile?os. Y se entiende. Pero los simulacros no funcionan. Si hasta los comentaristas o son argentinos o se fingen argentinos.
La clave ser¨ªa generar una personalidad propia. Agarrarse, por ejemplo, a una manera de entender el juego que va de Milla, pasando por Guardiola, Valer¨®n, Xavi, Xabi Alonso, hasta llegar a Cesc y, por favor, Iniesta. Apostemos por ah¨ª, mantengamos fidelidad a algo durante un poquito m¨¢s que un cuarto de hora y a ver si dentro de diez a?os no hace falta escribir art¨ªculos pregunt¨¢ndose qu¨¦ es la selecci¨®n espa?ola.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.