Educar en una ciudadan¨ªa justa
Seg¨²n el borrador de la LOE, la materia Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa se va a poner en marcha bajo diversos r¨®tulos a lo largo de distintos cursos de primaria y secundaria y, como era de esperar, con ello se ha avivado un debate hace tiempo abierto.
Entienden algunos sectores que la educaci¨®n para la ciudadan¨ªa no deber¨ªa articularse en asignaturas evaluables, sino recorrer las dem¨¢s de forma transversal. Pero la experiencia ha ense?ado que lo que es de todos no es de nadie, y las presuntas transversales, m¨¢s que impregnar las dem¨¢s asignaturas, se cuelan como el agua por la malla de la red escolar y desaparecen, en realidad, del mapa acad¨¦mico. Cuando un problema parece insoluble, la manera, no de resolverlo sino de disolverlo, es enviarlo a una comisi¨®n para que lo trate, o desterrarlo a una transversal.
Temen otros sectores, por su parte, que la nueva materia se convierta en un instrumento de indoctrinaci¨®n. Y para evitar que as¨ª sea conviene, a mi juicio, hacer al menos tres cosas: asumir la diferencia entre indoctrinar y educar, formar en una ciudadan¨ªa justa y no transmitir nada sin dar raz¨®n, y buena raz¨®n.
Por lo que se me alcanza, intenta indoctrinar quien se propone transmitir unos contenidos morales con el objetivo de que el destinatario los asuma y ya no desee estar abierto a otros contenidos posibles; quien se esfuerza por evitar que su interlocutor siga pensando y se abra a otros horizontes. Es la forma de ense?ar propia de una moral cerrada.
Educa, por el contrario, quien se afana por conseguir que el ni?o piense por s¨ª mismo al hilo de su desarrollo, que se abra a contenidos nuevos y tenga criterio para elegir. Es la forma de ense?ar propia de una moral abierta, consciente de que las personas han de hacer su vida junto con otras desde su autonom¨ªa. Pero entonces surge la pregunta: ?es que no hay que educar en valores, no hay que ofrecer criterios porque eso es indoctrinar?
Resulta curioso comprobar c¨®mo nadie se hace esa pregunta en relaci¨®n con la lengua, las matem¨¢ticas, las ciencias naturales. ?C¨®mo no vamos a transmitir a los j¨®venes lo que hemos aprendido para que hagan con ello lo que bien les parezca en el futuro? ?C¨®mo no van a dejar los padres a sus hijos lo mejor que creen tener, para que ellos despu¨¦s hagan su vida libremente?
Ha costado mucho aprender que la libertad es superior a la esclavitud, la igualdad a la desigualdad, la solidaridad a la exclusi¨®n, el respeto activo al desprecio, la responsabilidad por lo vulnerable al abandono. Ha costado mucho aprenderlo y, sobre todo, son ¨¦stos valores en los que resulta imposible indoctrinar, si se ofrecen bien, porque por su misma naturaleza educan para forjarse un universo abierto. Con criterios, con razones sentidas, con buen gusto. ?stos ser¨ªan valores que pertenecen al universo de la justicia, que es el quicio de la ¨¦tica ciudadana.
Suele distinguirse en filosof¨ªa pr¨¢ctica entre la justicia y la felicidad, entre los principios y valores que forman el bagaje del ciudadano justo y las apuestas personales de vida feliz, que por supuesto pueden comunicarse a aquellos a quienes se quiere y merecen confianza, pero pertenecen al mundo de la opci¨®n personal, que no privada. Estado y sociedad civil deben complementarse en la tarea de educar en lo justo y en lo bueno, cuidando con esmero de promover lo que se ha llamado una "ciudadan¨ªa compleja", que no prescinde de las diferencias de proyectos de vida feliz, sino que los integra siempre que merezcan un reconocimiento leg¨ªtimo.
Sin duda es imposible introducir un bistur¨ª y separar en cada uno de nosotros la persona del ciudadano, las exigencias de justicia y los ideales de vida buena. Pero tambi¨¦n es verdad que una ¨¦tica ciudadana deber¨ªa pertrecharnos de aquellos valores y principios sin los que no podemos considerarnos justos. Habida cuenta de que a comienzos del siglo XXI algunos de esos valores y principios ya son p¨²blicamente reconocidos, y por eso deber¨ªan formar los contenidos de una educaci¨®n en la ciudadan¨ªa, de una ¨¦tica c¨ªvica.
Ahora bien, para alcanzar una meta semejante no basta con memorizar leyes, constituciones, estatutos, declaraciones, ni siquiera con ponerse el cintur¨®n de seguridad y distribuir c¨ªvicamente en los contenedores el cristal, el papel, el resto. No basta con fumar s¨®lo en las calles o asistir a cursillos de seguridad vial. Hay que saber priorizar, y eso se aprende yendo, no s¨®lo al qu¨¦, sino sobre todo al porqu¨¦.
Seg¨²n informes del Banco Mundial y del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), aproximadamente un cuarto de los seres humanos subsiste bajo la l¨ªnea de la pobreza internacional, una tercera parte de las muertes que se produce al a?o (unos 18 millones de personas) est¨¢ relacionada con la pobreza, 790 millones de personas no est¨¢n adecuadamente nutridas, m¨¢s de 880 millones no tienen asistencia sanitaria b¨¢sica, el acceso al agua potable ni siquiera ha sido reconocido como un derecho humano, las desigualdades de calidad de vida entre las distintas regiones de la tierra han aumentado, la necesidad de inmigrar deja en nuestras playas cad¨¢veres con nombre y apellido, crece el desempleo y el trabajo se precariza. ?No deber¨ªa tener un ciudadano justo la sensibilidad suficiente como para percatarse de que hacer frente a estos problemas es una rotunda prioridad?
La idea de ciudadan¨ªa siempre ha presentado, entre otros, el problema de generarse desde la dial¨¦ctica de inclusi¨®n y exclusi¨®n. Se incluyen en la comunidad pol¨ªtica los miembros de la propia naci¨®n, de la realidad nacional, de la nacionalidad, de la uni¨®n transnacional, o de la entidad pol¨ªtica que sea, y queda fuera el resto. Pero si la justicia tiene un sentido, y pocos valores tienen m¨¢s sentido que ella, el horizonte del ciudadano no puede ser sino cosmopolita. Y entonces lo importante y lo urgente, lo prioritario, es acabar con el hambre, la sed, la enfermedad superable, la muerte evitable y la miseria. De cualquier persona, aunque no sea conciudadana. En cuidar de las personas con esmero, en su valor interno, est¨¢ el porqu¨¦ del que surgir¨¢n el qu¨¦ y el c¨®mo: las leyes, las declaraciones y todo lo dem¨¢s.
Ocurre, sin embargo, que estas cosas no se aprenden s¨®lo en la escuela, que la educaci¨®n formal de los medios escolares queda muy corta si no viene arropada por la informal de la vida familiar, de la vida pol¨ªtica y los medios de comunicaci¨®n. Y si en los medios de comunicaci¨®n y en la pol¨ªtica las prioridades son siempre otras, d¨ªa a d¨ªa, semana a semana, mes a mes, a?o a a?o, los m¨¢s esforzados maestros del mundo ser¨¢n impotentes para educar en una ciudadan¨ªa justa.
Adela Cortina es catedr¨¢tica de ?tica y Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad de Valencia y Directora de la Fundaci¨®n ?TNOR
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.