Fiestas ingobernables
El Consejo de Distrito de Les Corts han denegado el permiso para que la Facultad de Geograf¨ªa e Historia de la Universidad de Barcelona encienda un fuego de Sant Joan en un descampado junto a sus actuales instalaciones en la zona universitaria, como despedida de lo que hab¨ªa sido su sede y ante su inminente traslado al Raval. Quienes hab¨ªan tolerado una y otra vez la alteraci¨®n de la vida acad¨¦mica cada vez que hab¨ªa partido en el Camp Nou encontraban inaceptable que estudiantes, empleados y profesores montaran una hoguera en un solar anexo. La raz¨®n aducida: el distrito proh¨ªbe a los vecinos celebrar el solsticio de verano con hogueras.
Hace apenas 20 a?os, la v¨ªspera de Sant Joan en Barcelona era un sinf¨ªn de fogatas que la chiquiller¨ªa prend¨ªa llegada su noche, aquella en la que se apoderaba de calles y plazas, y hac¨ªa visible su mundo paralelo, que ten¨ªa en los espacios intersticiales de la ciudad su territorio natural. Era el momento de su venganza, de jugar a aterrar a esos adultos que de ordinario les somet¨ªan. Al tiempo, era el espect¨¢culo que una sociedad entera se brindaba de su propia destrucci¨®n simb¨®lica, arrasada por ese cataclismo ritual -ruido y fuego- del que renacer¨ªa al d¨ªa siguiente. En los ¨²ltimos a?os el n¨²mero de fuegos solsticiales ha ido menguando hasta alcanzar una dimensi¨®n residual en Barcelona. Se podr¨ªa sugerir una relaci¨®n entre ese proceso de decadencia y el aumento de lo que el argot oficial llama "incivismo", sobre todo el atribuido a los sectores m¨¢s j¨®venes de la poblaci¨®n.
En primer lugar, la casi desaparici¨®n de los fuegos sanjuaneros se produce en paralelo a la de las asociaciones informales infantiles, para las que la calle hab¨ªa constituido un punto de fuga del control de los mayores, aula espont¨¢nea en que adquirir conocimientos que la familia y la escuela escamoteaban, y lugar de entrenamiento para formas fundamentales de sociabilidad. Ese repliegue del espacio p¨²blico fue la consecuencia del acuartelamiento de la infancia en prolongaciones del ¨¢mbito escolar -esplais, campamentos de verano, actividades complementarias, etc¨¦tera- y en un hogar que s¨®lo permit¨ªa contactar con el exterior a trav¨¦s de la simulaci¨®n medi¨¢tica o virtual. No era dif¨ªcil pronosticar que esos ni?os y ni?as iban a tomarse la revancha en cuanto, convertidos en adolescentes, se levantara el toque de queda al que se les hab¨ªa condenado.
Por otra parte, se podr¨ªa especular con una explicaci¨®n inversa a la que sostiene la gente de orden acerca del origen del "incivismo que nos afecta". Barcelona ha vivido en los ¨²ltimos a?os una creciente monitorizaci¨®n de las actividades p¨²blicas, que s¨®lo son autorizadas si son controlables policialmente y resultan pol¨ªtica o econ¨®micamente rentables. Ese af¨¢n por controlar la actividad colectiva en exteriores urbanos se ha traducido en acoso a todo lo que desborde los estrechos mapas mentales del Ayuntamiento. Los intentos oficiales de celebrar de manera "c¨ªvica" la Nochevieja han fracasado. Un estudio reciente, encargado por el Inventario del Patrimonio Etnol¨®gico de Catalu?a, dependiente del Departamento de Cultura, -Follies d'anada i tornada, de Adri¨¤ Pujol y Andr¨¦s Antevi-, ha seguido el contencioso que los poderes municipales mantienen desde hace d¨¦cadas con un carnaval que se resiste a convertirse en una fiesta de dise?o m¨¢s. La noche de Sant Joan -una multitud innumerable agit¨¢ndose en todas direcciones o acumul¨¢ndose en las playas- ha acabado convirti¨¦ndose en una pesadilla para las autoridades. Fiestas de barrio como las de Sants o Gr¨¤cia est¨¢n siendo afrontadas por la Administraci¨®n como una cuesti¨®n de orden p¨²blico. Son lo que el alcalde Clos acaba de llamar "fiestas ingobernables".
Es decir, se podr¨ªa intuir que el llamado aumento del incivismo no es el resultado de un excesivo ¨ªndice de libertad, sino todo lo contrario, de un aumento en los constre?imientos, de una desconfianza frontal ante cualquier apropiaci¨®n del espacio p¨²blico no fiscalizable o que no rindiera beneficios, y de la hostilidad contra las puestas en escena de los descontentos que toda sociedad no puede dejar de producir. Por ello es ingenuo suponer que la represi¨®n va a atenuar eso que para algunos es una especie de patolog¨ªa urbana. Es m¨¢s, bien se puede prever el efecto inverso, mucho m¨¢s en una ciudad como Barcelona, con su secular inclinaci¨®n a la desobediencia.
Y est¨¢ siendo as¨ª. Desde que se aprob¨® la ordenanza municipal para disciplinar a la ciudadan¨ªa, se han conocido las tres explosiones de violencia colectiva m¨¢s importantes registradas en la ciudad en los ¨²ltimos tiempos, dos de ellas con motivo de victorias futbol¨ªsticas, al mismo tiempo que se decid¨ªa suprimir los actos en la plaza de Sant Jaume en los que los poderosos sol¨ªan ser obligados a hacer p¨²blicamente el rid¨ªculo. La otra como consecuencia de una invitaci¨®n a beber juntos a la intemperie. Magn¨ªfica moraleja, por cierto: la f¨¦rrea normativa contra el botell¨®n logr¨® que hubiera por fin botell¨®n en Barcelona.
En resumen. En casi todas las sociedades humanas los de abajo ven concedido el derecho a expresar, en ciertos momentos y con insolencia, sus agravios, al tiempo que advierten de su fuerza. Si los desasosiegos y los desacuerdos que una sociedad genera o la energ¨ªa que la mueve o mover¨ªa no encuentran espacios en que proclamarse, m¨¢s temprano que tarde los buscar¨¢n y los encontrar¨¢n. Y lo har¨¢n por su cuenta y a traici¨®n, cuando y donde menos se espere.
Manuel Delgado es antrop¨®logo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.