Zeitgeist (El esp¨ªritu actual)
Con un gesto tan sencillo como teclear un par de palabras clave, podemos obtener informaci¨®n pr¨¢cticamente sobre cualquier tema. En unos minutos cualquiera puede comparar precios, productos o pol¨ªticas, por lo que no es sorprendente que los consumidores est¨¦n aprovechando esta capacidad para comprar mejores productos y servicios, para denunciar responsabilidades y, sobre todo, para expresarse libremente.
La democratizaci¨®n de la informaci¨®n ha potenciado las individualidades. Ya no tenemos que fiarnos a ciegas de lo que las empresas, los medios o los pol¨ªticos nos cuentan. Mientras que antes la gente ten¨ªa que esperar a que le contasen las noticias, ahora es precisamente esa gente la que decide qu¨¦ noticia es relevante para ellos. Por otra parte, cada vez son m¨¢s los que deciden comentar ellos mismos los acontecimientos, y buena prueba es que se crea un blog cada segundo.
La digitalizaci¨®n permitir¨¢ que los habitantes de los pa¨ªses en desarrollo tengan acceso a la misma informaci¨®n que tiene Occidente.
Le gente tiene mucho que decir. Ese es el primer principio de Internet. Ya no se conforman con ser receptores pasivos de informaci¨®n, ahora quieren controlar los medios y no al contrario.
Los detractores de Internet cuestionan si tener acceso a tanta informaci¨®n es realmente beneficioso para nosotros, as¨ª como d¨®nde radica la bondad de que los usuarios puedan desarrollar f¨¢cilmente sus propios contenidos siendo muchos de estos de dudosa calidad. Estas inquietudes son totalmente leg¨ªtimas. De hecho, el uso de Internet que hacen algunas personas es, cuando menos, decepcionante.
Sin embargo, la gente en general es una verdadera experta en diferenciar los productos buenos de los malos o, en su caso, la informaci¨®n verdadera de la falsa. De hecho, ha sido precisamente la liberaci¨®n del usuario final la que ha propiciado el ¨¦xito actual de Internet.
Hace poco me di cuenta del nivel de ingenio del hombre cuando descubr¨ª que casi una cuarta parte de las b¨²squedas que se realizan en Google son nuevas. Lejos de atolondrar nuestra inteligencia, tal como algunos afirman, este incre¨ªble dato demuestra que, en realidad, Internet est¨¢ alimentando nuestra curiosidad, promoviendo as¨ª que nos planteemos m¨¢s preguntas cuyas respuestas no hacen sino ampliar las fronteras de nuestro conocimiento.
Cuanto m¨¢s acceso a la informaci¨®n tengamos, mayor uso haremos de ella. Hoy en d¨ªa hay m¨¢s de 1.000 millones de usuarios de Internet que contactan, comunican y comparten informaci¨®n. Pero no hay que olvidar que esta cifra representa s¨®lo una quinta parte de la poblaci¨®n mundial y que la mayor parte de ellos viven en pa¨ªses desarrollados.
Con el tiempo, la digitalizaci¨®n posibilitar¨¢ que los habitantes de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo tengan acceso a la misma informaci¨®n de la que disfrutamos en Occidente. Un estudiante de ?frica podr¨¢, por ejemplo, consultar trabajos de investigaci¨®n de cualquier parte del mundo o ver los manuscritos antiguos conservados en alguna biblioteca de Oxford. No obstante, el aislamiento digital existente en la actualidad hace imposible que esto suceda de forma inminente. La penetraci¨®n de Internet en los pa¨ªses desarrollados es casi 10 veces superior a la de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo.
En los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, las l¨ªneas fijas de tel¨¦fono s¨®lo son accesibles para los m¨¢s ricos establecidos en las ¨¢reas urbanas. En la ?frica subsahariana, por ejemplo, menos del 1% de los hogares tiene tel¨¦fono fijo, e incluso en el supuesto de que todos los hogares contasen con conexi¨®n de banda ancha, la mayor¨ªa de las familias no podr¨ªan permitirse el lujo de comprar un ordenador cuyo coste es varias veces superior a sus ingresos anuales medios. Por este motivo, estoy convencido de que el acceso a Internet a trav¨¦s de la telefon¨ªa m¨®vil va a desempe?ar un papel crucial a la hora de reducir las barreras de acceso al conocimiento que separan a ricos y pobres.
Los tel¨¦fonos m¨®viles son m¨¢s baratos que los PC, el n¨²mero de m¨®viles triplica al de ordenadores, su penetraci¨®n crece al doble de velocidad que la de ¨¦stos y cada vez son m¨¢s los que incorporan acceso a Internet. Es m¨¢s, el Banco Mundial calcula que m¨¢s de dos tercios de la poblaci¨®n global viven dentro del ¨¢rea de cobertura de alguna red de telefon¨ªa m¨®vil. Los m¨®viles van a protagonizar el nuevo fen¨®meno de Internet. Son la llave de un mayor acceso para todos, con todos los beneficios que esto supone.
S¨®lo han sido necesarios algunos a?os para que Internet se haya instalado en el epicentro de nuestras vidas. Desde la invenci¨®n de la televisi¨®n, no hab¨ªa surgido ninguna tecnolog¨ªa de comunicaci¨®n que supusiera un cambio de esta magnitud en nuestro vida cotidiana. Consecuentemente, muchas veces olvidamos que Internet es pr¨¢cticamente un beb¨¦ (tan s¨®lo el 10% de la informaci¨®n est¨¢ en la Red). Y, como cualquier ni?o, Internet intenta ampliar los l¨ªmites establecidos por el sistema: modelos de negocio del siglo pasado, los medios tradicionales, la noci¨®n hist¨®ricamente aceptada en jurisdicci¨®n nacional e incluso el arraigado concepto sobre centralizaci¨®n del control.
Nos enfrentamos a un reto colectivo. Algunas de las presiones, en su mayor¨ªa provenientes de aquellos gobiernos con el poder de regular y legislar, caer¨¢n por su propio peso y tendr¨¢n que desaparecer. Y en lugar de centrarse en c¨®mo controlar la web, los legisladores deber¨ªan concentrar sus esfuerzos en c¨®mo facilitar el acceso a Internet a m¨¢s gente en m¨¢s pa¨ªses.
La recompensa es vivir en un mundo en que todas las personas empiezan su vida con acceso a la misma informaci¨®n, con las mismas oportunidades para aprender y con la misma capacidad de comunicaci¨®n. Y, en mi opini¨®n, merece la pena luchar por un mundo as¨ª.
Eric Schmidt es director general mundial de Google Inc.
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