No despert¨¦is a la serpiente dormida en la hierba
Acababa de engullir el consabido cruas¨¢n y me dispon¨ªa a apurar el pen¨²ltimo sorbo de caf¨¦ antes de darle alguna patada m¨¢s a la Luna, cuando abr¨ª al buen tunt¨²n la carpeta de polvorientos recortes de prensa y me top¨¦ con una noticia de la muy moscovita agencia Tass, fechada el 26 del 1 del 63, que dec¨ªa as¨ª: un tal doctor Anatoly Nefedyev, autor de mapas lunares en el Observatorio Astron¨®mico de la Universidad de Kaz¨¢n, asegura que la Luna no es esf¨¦rica sino alargada en direcci¨®n a la Tierra. De ello deduje que la Luna no era apropiada para jugar al f¨²tbol, sino al rugby, y comprend¨ª, al fin, por qu¨¦ los delanteros de este Mundial, bajo su influjo, se obstinaban con tan obtuso empecinamiento en chutar por encima del larguero. Sus punterazos se me antojaban indignos de profesionales. Record¨¦, al respecto, la elegancia de los tiros rasos de Larby Ben Barek, en el m¨ªtico Atl¨¦tico de Madrid de los 50, y alg¨²n ocasional disparo a puerta, sin amagar y en plena carrera, de Luis Su¨¢rez en sus tiempos del Inter de los 60. A ellos no parec¨ªa afectarles la Luna, oblonga o redonda, a la hora de usar la inteligencia y el empeine en lugar de la fuerza y la puntera. Por cierto, voy a contar una an¨¦cdota de Ben Barek aunque no venga demasiado a cuento. El Atl¨¦tico hab¨ªa ganado el t¨ªtulo de Liga, empatando con el Sevilla en Sevilla, y Ben Barek hab¨ªa marcado el gol decisivo. Cuando el equipo emprend¨ªa el regreso a Madrid, al atravesar un descampado, los aficionados locales apedrearon el autocar. Ben Barek vio c¨®mo un energ¨²meno le lanzaba un ladrillo. Se agach¨® a tiempo. El ladrillo, tras hacer a?icos el cristal de la ventanilla, le abri¨® la ceja, y casi la cabeza, al compa?ero que ocupaba el asiento contiguo (un medio paticorto y correoso, a tenor de mi memoria, llamado Estruch). Ben Barek hizo que el autocar se detuviera y, arrostrando a la col¨¦rica cohorte, con la sola ayuda de Al¨¢, corri¨® tras el culpable hasta darle caza y captura y entregarlo a una pareja de la Guardia Civil que contemplaba el desaguisado sin atreverse a intervenir. Mientras se lo llevaban, el energ¨²meno amenaz¨® a voz en grito: "?No vuelvas por Sevilla, negro de mierda, porque te mataremos!" La expresi¨®n "negro de mierda" resulta tristemente actual. Pero, por aquel entonces, sol¨ªa decirse que en Espa?a no hab¨ªa racismo. Lo que apenas hab¨ªa era gente de color. Ahora se nos dice que las manifestaciones racistas durante los partidos son cosas de una minor¨ªa. Ante la vergonzosa pasividad, cuando no vergonzante aquiescencia, dir¨ªa yo, de una mayor¨ªa que no suele precisamente replicar y acallar a los que denigran con sus actitudes al club que los admite y a los socios que los toleran. ?ste es uno de los aspectos, y hay otros, por los que, en ocasiones, el f¨²tbol repugna. En contrapartida, este Mundial multicolor y multi¨¦tnico representa, hasta el momento, una de las razones, y hay otras, por las que el f¨²tbol nos apasiona.
Gonzalo Su¨¢rez, escritor y cineasta, recupera el seud¨®nimo de Mart¨ªn Girard con el que firm¨® como periodista en los sesenta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.