La milla de oro
De tarde en tarde, siempre menos de lo que me gustar¨ªa, me re¨²no para charlar de lo divino y de lo humano con un buen amigo alem¨¢n, corresponsal de prensa durante d¨¦cadas en Espa?a, a quien conozco desde los a?os setenta. Tiene casa en Moraira. Ha vivido en muchos pa¨ªses y ha escrito infinidad de art¨ªculos sobre ellos. Su visi¨®n del mundo siempre me sorprende y me interesa. No tiene prejuicios, aunque s¨ª debilidades como la astronom¨ªa, la m¨²sica y la navegaci¨®n a vela. Adem¨¢s es un enamorado de Espa?a.
Por eso cuando hablamos de Espa?a lo que dice mi amigo alem¨¢n lo tomo en cuenta. Cuando viv¨ªa en Madrid asist¨ªa con otros corresponsales de prensa extranjeros a los almuerzos que, desde el Pr¨ªncipe hasta los presidentes del Gobierno, compart¨ªan con los periodistas para hablar con ellos off the record. De manera que en cada momento estaba perfectamente informado de los entresijos de la vida pol¨ªtica. En cierta ocasi¨®n abord¨® al Pr¨ªncipe en una sobremesa y le pregunt¨® si recordaba un momento de su infancia que yo describ¨ª en mi libro Alabado sea yo, en el que la Reina le peg¨® una bronca cuando ¨¦l, el pr¨ªncipe Felipe, se puso a llorar de miedo mientras nadaba en el delfinario de Palma de Mallorca. Yo asist¨ª a la escena. Me percat¨¦ de que la Reina era una mujer dura y una madre severa. ?No se hab¨ªa arrojado a la piscina de los delfines por voluntad propia? Pues entonces el ni?o ten¨ªa que apechugar con las consecuencias.
Zaplana anunci¨® que su intenci¨®n era acabar con Zapatero. Y para lograr eso todo vale
?Cree tambi¨¦n Camps que ETA fue la mano negra de los atentados del 11 -M?
Pero el Pr¨ªncipe, que escuch¨® atentamente al periodista alem¨¢n, no recordaba el incidente. Eso s¨ª, se tom¨® nota de mi libro. Dijo que lo pedir¨ªa.
Y ahora, muchos a?os despu¨¦s (esto ocurr¨ªa durante la enfermedad de Franco, cuando Juan Carlos fue jefe del Estado provisional), ahora, digo, est¨¢bamos comiendo en un restaurante de la llamada Milla de Oro, ese trozo de carretera con camiones y gr¨²as desfilando a perpetuidad entre Calp y Moraira. Ten¨ªamos el mar delante de nosotros y a los lados hab¨ªa unas cuantas mesas ocupadas por algunas personas conocidas. Hab¨ªa un notario local, de estos que se hacen millonarios en poco tiempo en las plazas tur¨ªsticas, con camiseta negra, gafas de sol negras y arroz negro en el plato. Llevaba reloj como de pared en la mu?eca, y conversaba con un par de hombretones que, por su aspecto, deber¨ªan dedicarse al negocio del ladrillo. En otra mesa, un edil de un pueblo vecino y otros se?ores con apariencia de promotores de obras jalaban de lo lindo. Era mas f¨¢cil encontrar a un Ayuntamiento en pleno en los restaurantes de la Milla de Oro que en sus respectivos negociados municipales.
Los alemanes, dijo mi amigo alem¨¢n, se est¨¢n marchando de la costa. Muchos de ellos venden sus casas porque no s¨®lo los precios han subido disparatadamente sino que adem¨¢s no se f¨ªan ni un pelo de que se cumplan las leyes. M¨¢s de uno ha visto c¨®mo los agentes urbanizadores han partido un chal¨¦ por la mitad y c¨®mo los alcaldes han hecho la vista gorda. Que Europa exija un respeto es algo que les trae sin cuidado. Primero haces el negocio y luego que vengan las reclamaciones, de Europa o de la China. Eso da igual.
En cambio, el sitio que deja libre un alem¨¢n lo ocupa un ingl¨¦s porque los ingleses no miran tanto a Europa. Miran el sol. Y como la libra esterlina est¨¢ alta, compran lo que venden los alemanes. Luego, veremos. Los ingleses viven al d¨ªa. Y si un d¨ªa la Milla de Oro se subasta a la baja en el mercadillo de todo a cien, ellos estar¨¢n en primera fila para quedarse con los saldos.
Sin embargo lo que m¨¢s le preocupa a mi amigo alem¨¢n no es el suelo y el paisaje, que ya los da por perdidos, sino estas barbaridades pol¨ªticas del PP que enfrenta a unos espa?oles con otros con el ¨²nico prop¨®sito de volver al poder. Mi amigo recuerda una de las primeras apariciones p¨²blicas de Zaplana despu¨¦s de perder las elecciones. Zaplana anunci¨® que su intenci¨®n era acabar con Zapatero. Y para lograr eso todo vale.
En Alemania cuando los medios informativos citan, por ejemplo, al peri¨®dico El Mundo lo califican de conservador. ?Se considera Pedro J. conservador? ?Qu¨¦ conserva? ?Y Melchor Miralles?, se preguntaba mi amigo. Eso por no hablar de La Raz¨®n o de Abc. ?Lo que hay que hacer para tener lectores! All¨ª, en Alemania, esta variedad de prensa escrita o hablada -de la que apenas quedan restos- se denomina Kampf Presse, prensa de lucha y de ataque. Prensa, sobre todo, manipulada desde los mismos titulares. Una prensa que propicia la divisi¨®n y el enfrentamiento civil de la sociedad.
?Qu¨¦ se le ha perdido a Camps en la manifestaci¨®n del otro d¨ªa en Madrid?, se preguntaba mi amigo alem¨¢n. ?No tiene bastante con el Papa, el Opus y las familias cat¨®licas reunidas bajo la carpa de cemento armado y bien armado de Calatrava? ?Cree tambi¨¦n Camps que ETA fue la mano negra de los atentados del 11 -M?
El Papa los perdonar¨¢ a todos, uno a uno. Las familias ya pueden pedir al cielo algo de luz y, de paso, que esos pol¨ªticos a los que todav¨ªa algunos votan dejen de mentir como bellacos.
Hablamos, por ¨²ltimo, de las revelaciones personales del juez Grande-Marlaska hechas en una memorable entrevista de Rosa Montero y publicadas en este peri¨®dico. Mi amigo alem¨¢n exclama: ?Ad¨®nde han llegado las cosas en Espa?a! Pero no lo dice escandalizado. Al contrario. Aplaude, como yo y tantas otras personas, el coraje de un juez estrella de la Audiencia Nacional que se ha casado por la ley con un hombre al que llama marido. Esto flipa en Europa, naturalmente, pero no espanta a los dem¨®cratas de ning¨²n pa¨ªs como lo hace la macabra c¨²pula del PP con sus golpes bajos.
Cuando llega el caf¨¦, que trae una camarera rumana que habla espa?ol casi como Manuel Seco, ya hemos agotado los temas del momento. Algunos empleados centroamericanos buscan la sombra y los papeles. Pero la Milla de Oro no es m¨¢s que esto: especulaci¨®n del sol, fajos de billetes de 500 euros, destrucci¨®n sistem¨¢tica del paisaje, gr¨²as, volquetes y cemento, restaurantes caros y unos turistas primerizos con el pescuezo bien quemado.
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