Al Qaeda, contra el metro de Nueva York
El grupo terrorista abort¨® un plan para provocar una matanza con gas en Estados Unidos
All¨ª fue donde lo encontraron: los planes para la construcci¨®n de un artefacto conocido como mubtakkar. Un ingenio aterrador y real.
Exactamente, el mubtakkar es un sistema destinado a la propagaci¨®n de una combinaci¨®n de productos qu¨ªmicos muy f¨¢cil de conseguir: el cianuro de sodio, que se utiliza como matarratas y limpiador de metales, y el hidr¨®geno, que est¨¢ en todas partes. La combinaci¨®n de ambos produce cianuro de hidr¨®geno, un l¨ªquido incoloro, altamente vol¨¢til, que es soluble y estable en el agua. Desprende un d¨¦bil olor que recuerda el del hueso del melocot¨®n o el de las almendras amargas. Resulta letal si se transforma en gas y es inhalado. Durante a?os, el descubrimiento de un m¨¦todo para propagar esta combinaci¨®n de elementos qu¨ªmicos en forma de gas se ha convertido en el santo grial de los terroristas.
El 'mubtakkar' es un sistema de propagaci¨®n de una combinaci¨®n de productos qu¨ªmicos f¨¢ciles de conseguir: el cianuro de sodio, que se emplea para matarratas, y el hidr¨®geno
El descubrimiento de un m¨¦todo para propagar esta combinaci¨®n de elementos qu¨ªmicos en forma de gas se ha convertido en el 'santo grial' de los terroristas
?'Mubtakkares' en el metro de Nueva York? A medida que las preguntas surg¨ªan, los escenarios del desastre en el subsuelo de la ciudad desfilaban por la cabeza de todos, en sesi¨®n continua
Pero lo que el esp¨ªa Al¨ª relatar¨ªa a continuaci¨®n a sus contactos forjar¨ªa la pol¨ªtica de Estados Unidos e iniciar¨ªa a?os de debate en el seno de la Casa Blanca
Ramzi Yousef intent¨® liberar el gas, sin conseguirlo, en el sistema de ventilaci¨®n del World Trade Center antes de perpetrar el ataque en 1993. El famoso atentado con agentes qu¨ªmicos llevado a cabo por Aum Shinrikyo contra el metro de Tokio en marzo de 1995 -la emisi¨®n de gas sar¨ªn que acab¨® con la vida de 12 personas y llen¨® los hospitales de la ciudad con cerca de mil afectados- fue seguido, dos meses despu¨¦s, por un intento de atentado con cianuro gaseoso. Para dispersar el gas se planific¨® un peque?o incendio en unos lavabos de Tokio cuya ventilaci¨®n desembocaba en un and¨¦n y que fue extinguido despu¨¦s de que los vigilantes del metro dieran la voz de alerta.
Los expertos en terrorismo de muchos Gobiernos llevan tiempo buscando concienzudamente una soluci¨®n a estos obst¨¢culos de la ingenier¨ªa. Y ahora la CIA lo hab¨ªa encontrado. La palabra mubtakkar significa invento en ¨¢rabe, la iniciativa en farsi. El artefacto tiene un poco de ambas cosas. Se trata de un envase con dos contenedores distintos en su interior: uno para el cianuro de sodio; otro, para un producto con hidr¨®geno, como el ¨¢cido clorh¨ªdrico, y un fusible que rompe el precinto que hay entre ambos. El fusible puede activarse por control remoto, igual que existen bombas que se activan mediante tel¨¦fonos m¨®viles. Se rompe entonces el precinto, se crea el gas y se libera. El cianuro de hidr¨®geno en estado gaseoso es un agente sangu¨ªneo, lo que significa que envenena las c¨¦lulas impidi¨¦ndoles utilizar el ox¨ªgeno de la sangre. La exposici¨®n al gas produce mareos, n¨¢useas, sensaci¨®n de debilidad, p¨¦rdida de conciencia y convulsiones. La respiraci¨®n se detiene y se produce la muerte. (El ant¨ªdoto para los agentes sangu¨ªneos es el nitrito de almid¨®n. La ¨²nica protecci¨®n factible es la m¨¢scara de gas, pues los agentes sangu¨ªneos penetran en el organismo s¨®lo a trav¨¦s del sistema respiratorio).
En un ambiente cerrado, como podr¨ªa ser el sistema de ventilaci¨®n de un edificio de oficinas o un vag¨®n de metro, el cianuro de hidr¨®geno provocar¨ªa muchas muertes. La ilustraci¨®n m¨¢s escalofriante de lo que sucede en un espacio cerrado la tenemos en una monstruosidad del siglo XX. Los nazis utilizaron en las c¨¢maras de gas de sus campos de concentraci¨®n un tipo de cianuro de hidr¨®geno, denominado Zyklon B.
Cuando en el disco duro de Bokhowa [un yihadista, experto en ordenadores] se descubrieron los planes, Rolf Mowatt-Larsen y su compa?ero analista, Leon, que encabezaban la divisi¨®n CBRN (agentes qu¨ªmicos, biol¨®gicos, radiol¨®gicos y nucleares) para grupos terroristas (existe otra divisi¨®n, m¨¢s antigua, que investiga a los potenciales pa¨ªses fabricantes de este tipo de armas) sintieron algo que se acercaba mucho al p¨¢nico. Leon reuni¨® enseguida un equipo con el fin de fabricar un prototipo del artefacto para poder probarlo.
Primeros de marzo [del a?o 2003]. Eran las cinco de la tarde y Leon esperaba en la sala de reuniones de [George] Tenet [director de la CIA] a que todo el mundo se hubiera sentado. Extrajo del interior de una bolsa un cilindro, del tama?o aproximado de una lata de pintura, que conten¨ªa en su interior dos tarros de vidrio con cierre herm¨¦tico. Lo coloc¨® en el centro de la mesa de caoba y volvi¨® a sentarse en su silla. La gente hab¨ªa o¨ªdo hablar ya sobre el reciente descubrimiento de un sistema de propagaci¨®n. Pero verlo era otra cosa.
-Mierda -susurr¨® Tenet pasado un momento.
[El director adjunto de la CIA John] McLaughlin se enderez¨® en su asiento, pensando en lo f¨¢cil que pod¨ªa ser transportarlo en una mochila, una maleta, una bolsa de la compra, y en lo inocuo de su aspecto. La sala se qued¨® en silencio.
-El presidente tiene que verlo -dijo Tenet, y llam¨® a la Casa Blanca para reservar tiempo para la sesi¨®n informativa al presidente de la ma?ana siguiente. (...)
Bush, informado
Tenet entr¨® antes en el Despacho Oval para realizar una breve sesi¨®n informativa de cuatro o cinco minutos con el presidente. Era una pr¨¢ctica habitual: una breve sesi¨®n confidencial previa con Tenet, para que Bush pudiera estar bien documentado y puesto al d¨ªa cuando llegaran los dem¨¢s. Los informantes de la CIA aguardaban en la sala de espera e iban llam¨¢ndoles para entrar. Uno de ellos coloc¨® el mubtakkar en una mesita baja, junto a las sillas. Bush lo mir¨®. Cheney y los dem¨¢s estaban sentados. El presidente lo cogi¨®, calibr¨® su peso.
-Esta cosa es una pesadilla -dijo en voz baja, casi para sus adentros, y volvi¨® a dejarlo donde estaba.
Un miembro de la CIA realiz¨® una disertaci¨®n sobre el aparato, los problemas t¨¦cnicos que resolv¨ªa, sus usos potenciales, y el largo camino de prueba y error que hab¨ªa desembocado en este momento. Pero en esta sala, situada en la cima del mundo, el artefacto desafiaba las leyes de la f¨ªsica. Todos se limitaron a permanecer sentados en el Despacho Oval, mir¨¢ndolo... reflexionando sobre esta ¨¦poca y sus retos, y sin decir nada. (...)
Despu¨¦s de la sesi¨®n informativa en el Despacho Oval, Bush orden¨® correr la voz de alarma en el Gobierno de Estados Unidos. Tenet celebr¨® reuniones con los jefes de los servicios de inteligencia. Rolf y Leon mostraron el artefacto a los cargos m¨¢s relevantes de la polic¨ªa y de otros servicios de inteligencia. Ten¨ªa que correrse la voz. El artefacto era imparable y pod¨ªa estar destinado a personas que subieran a vagones de metro, a trenes, o que se encontraran en recintos cerrados de cualquier tipo. El conocimiento selectivo, bajo est¨¢ndares de secretismo muy severos, parec¨ªa ser la ¨²nica respuesta.
En el mundo del armamento terrorista, aquello era el equivalente a la divisi¨®n del ¨¢tomo. Hazte con unos pocos productos qu¨ªmicos, y, con un simple viaje a una droguer¨ªa, lo tienes hecho y puedes matar a todos los que est¨¢n en el establecimiento. (...)
La polic¨ªa de Bahrein encontr¨® un n¨²mero de tel¨¦fono en los archivos de Bassam Bokhova que condujo hasta una direcci¨®n en Arabia Saud¨ª. Como consecuencia de ello se produjo el arresto de tres hombres en Riad. Formaban parte de una comunidad de activistas radicales isl¨¢micos dispersada por todo el reino, pero poca cosa m¨¢s se sab¨ªa de ellos, excepto que estaban directamente relacionados con los bahran¨ªes. El tr¨ªo saud¨ª estaba relacionado con otro tr¨ªo de yihadistas del pa¨ªs. Fueron tambi¨¦n detenidos. Todas estas actividades se gestionaron bajo la supervisi¨®n y los auspicios de la CIA, que pose¨ªa sedes importantes en ambos pa¨ªses. La investigaci¨®n era ahora una prioridad. El descubrimiento de los dise?os del mubtakkar en el ordenador de Bokhowa lo aseveraba.
Pero poner a los saud¨ªes en acci¨®n, incluso ahora, nueve meses despu¨¦s de que Tenet hubiera puesto sobre aviso al pr¨ªncipe Bandar, no era en absoluto f¨¢cil. Se iniciaron los interrogatorios. Los funcionarios de la CIA no pod¨ªan hacer otra cosa que mantenerse al margen. Las preguntas planteadas a los prisioneros, tanto al grupo de Bahrein como a los dos conjuntos de prisioneros en Arabia Saud¨ª, eran intencionadas. Pero en comparaci¨®n con lo que les estaba sucediendo a Zubaydah o a Bin al Shibh en los lugares negros, aqu¨¦llos eran interrogatorios educados, respetuosos. Todos los prisioneros eran hombres religiosos. Alababan a Al¨¢ constantemente y hablaban de los v¨ªnculos de compromiso religioso que les un¨ªan entre ellos. Esto es un problema, dijo un funcionario de la CIA comentando el caso. "Algunos de estos tipos se consideran casi como miembros del clero".
Bokhowa era especialmente culto. Era demasiado mayor como para ser un mensajero; era m¨¢s bien un analista que un hombre de acci¨®n. Ten¨ªa amigos entre los rangos m¨¢s elevados de la comunidad de activistas isl¨¢micos del pa¨ªs. Si exist¨ªa all¨ª una trama m¨¢s amplia, segu¨ªa pasando inadvertida.
Dos tr¨ªos
El tr¨ªo de Bahrein y los dos tr¨ªos saud¨ªes estaban evidentemente vinculados, pero no quedaba claro si encajaban dentro de un grupo m¨¢s amplio de yihadistas de la zona. No parec¨ªan estar estrechamente relacionados con las c¨¦lulas saud¨ªes a las que los equipos de los servicios de inteligencia estadounidenses y saud¨ªes segu¨ªan la pista. Ni tampoco parec¨ªan conectados con el misterioso que hab¨ªa aparecido en numerosas ocasiones en comunicaciones interceptadas por la Agencia Nacional de Seguridad, y que parec¨ªa estar dirigiendo los asuntos en la pen¨ªnsula. El presidente, en la sesi¨®n informativa de cada ma?ana, le pregunt¨® a Tenet: "?Qu¨¦ tenemos sobre el mubtakkar?". A lo que Tenet respondi¨®: "Poca cosa m¨¢s, pero estamos haciendo todo lo posible para identificar a esos tipos".
A mitad de marzo, mientras la invasi¨®n de Irak atra¨ªa las energ¨ªas y los intereses de la Administraci¨®n, los jefes de la CIA se api?aban en Langley. Carec¨ªan de un contexto donde ubicar al tr¨ªo de Bahrein y a los de Arabia Saud¨ª. La Casa Blanca y la CIA presionaban a sus funcionarios en ambos pa¨ªses con un mensaje ¨²nico. Estamos en ello. No dej¨¦is escapar a estos hombres. (...)
En t¨¦rminos generales, se ha reconocido que en Estados Unidos no disponen de fuentes de informaci¨®n humana relevantes dentro de Al Qaeda. No es verdad. No era verdad, de hecho, a principios de 2003. Exist¨ªa una fuente de informaci¨®n de origen paquistan¨ª estrechamente vinculada con la direcci¨®n de Al Qaeda. Llam¨¦mosle Al¨ª.
A nadie deber¨ªa sorprender que Al¨ª fuera un personaje complejo. Cre¨ªa que Bin Laden podr¨ªa haber cometido un error al atentar contra Estados Unidos. Un sentimiento bastante com¨²n entre los altos cargos de la organizaci¨®n. De hecho, seg¨²n la interpretaci¨®n de se?ales interceptadas durante este periodo, se trata de un tema de debate interno que sale a relucir peri¨®dicamente. Los c¨¢lculos iniciales de Bin Laden eran que, o bien Estados Unidos no responder¨ªa al ataque, o que, de hacerlo, su respuesta significar¨ªa que un nuevo ej¨¦rcito, el ej¨¦rcito de Estados Unidos, acabar¨ªa muy pronto naufragando en el lodazal afgano. Eso, naturalmente, no sucedi¨®. Los efectivos de Estados Unidos, pese al contratiempo de dejar escapar a Bin Laden, Zawahiri y a gran parte de la directiva de la organizaci¨®n, hab¨ªan conseguido derrocar a los talibanes y expulsar a Al Qaeda de su refugio. El grupo se encontraba ahora dispersado. Algunos de sus l¨ªderes y muchos de sus soldados hab¨ªan sido capturados o hab¨ªan muerto. Y como siempre sucede en cualquier organizaci¨®n, el tiempo pasaba y empezaban las cr¨ªticas.
Eso proporcion¨® una v¨ªa de acceso. El descontento era lo bastante grande como para empezar a trabajar con algunos informantes potenciales. Fue una operaci¨®n de construcci¨®n de relaciones que reflejaba, aun a pesar de las advertencias de Cofer Black, la forma tradicional europea de hacer espionaje. Construir lazos comunes. Mostrar simpat¨ªa por las preocupaciones de las fuentes de informaci¨®n. Desarrollar confianza.
Ahora, a finales de marzo de 2003, la CIA estaba en un atolladero. Los saud¨ªes se quejaban argumentando que no pod¨ªan retener prisioneros sin disponer de pruebas de sus cr¨ªmenes. S¨®lo pod¨ªan retener unas pocas semanas m¨¢s al tr¨ªo directamente relacionado con los bahran¨ªes. Hab¨ªan liberado tambi¨¦n a tres hombres de uno de los dos tr¨ªos saud¨ªes. No ten¨ªan nada de qu¨¦ inculparles.
Hab¨ªa llegado el momento de llamar a Al¨ª. El gestor de su informaci¨®n contact¨® con ¨¦l a trav¨¦s de un elaborado conjunto de se?ales y se concert¨® una reuni¨®n. Los agentes de la CIA le mencionaron los nombres de los cautivos de Arabia Saud¨ª y Bahrein, y la existencia de los dise?os del mubtakkar.
'Espada Veloz'
Al¨ª dijo que podr¨ªa ayudar. Explic¨® a sus gestores de la CIA que un radical saud¨ª hab¨ªa visitado a Zawahiri en enero de 2003. El hombre dirig¨ªa la organizaci¨®n de Al Qaeda en la pen¨ªnsula Ar¨¢biga y uno de sus alias era Espada Veloz. Al¨ª dijo que el hombre se llamaba Yusef al Ayeri.
Por fin Estados Unidos ten¨ªa un nombre para Espada Veloz, un personaje tanto elusivo como omnipresente que aparec¨ªa con mucha frecuencia en la inteligencia de se?ales interceptada.
Esto provoc¨® euforia -un misterio solucionado, un caso cerrado- y luego gritos de dolor. Al Ayeri formaba parte del grupo saud¨ª que hab¨ªa sido liberado. Lo ten¨ªan. Y los saud¨ªes lo hab¨ªan dejado marchar.
Pero lo que Al¨ª relatar¨ªa a continuaci¨®n a sus contactos norteamericanos forjar¨ªa la pol¨ªtica de Estados Unidos e iniciar¨ªa a?os de debate en el seno de la Casa Blanca. Dijo que Al Ayeri se hab¨ªa desplazado para explicarle a Zawahiri una trama que estaba muy avanzada dentro de los Estados Unidos. Se trataba de un atentado con cianuro de hidr¨®geno en el metro de Nueva York. Los miembros de la c¨¦lula hab¨ªan viajado hasta Nueva York a trav¨¦s del norte de ?frica durante el oto?o y hab¨ªan inspeccionado con detalle los lugares de los atentados.
Se utilizar¨ªa el mubtakkar. Se colocar¨ªan varios artefactos en distintos vagones de metro y en otros lugares estrat¨¦gicos y se activar¨ªan por control remoto. Aquello iba mucho m¨¢s all¨¢ de la fase de concepto e inicio de la planificaci¨®n. El grupo era operativo. Quedaban 45 d¨ªas para la hora cero.
Entonces, Al¨ª explic¨® a sus contactos algo que los dej¨® sin habla y exasperados. Al Zawahiri hab¨ªa cancelado los atentados. Al¨ª no sab¨ªa exactamente por qu¨¦. S¨®lo sab¨ªa que al Zawahiri los hab¨ªa cancelado. (...)
Durante los d¨ªas siguientes pasaron por el Despacho Oval equipos de informadores, analistas y operativos de la CIA. El presidente y el vicepresidente ocuparon sus puestos en los dos sillones, dando la espalda a la chimenea.
-Tenemos que comprender esto -dijo Bush-, por mucho que tardemos en hacerlo. Tenemos que captarlo de una vez.
Primero, un sistema de propagaci¨®n de pesadilla: port¨¢til, f¨¢cil de fabricar, letal. Y ahora, esto: pruebas de la existencia de planes operativos reales para llevar a cabo un atentado en territorio norteamericano, el primero desde el 11-S. ?Mubtakkares en los vagones del metro de Nueva York? A medida que las preguntas surg¨ªan y daban vueltas y m¨¢s vueltas, los escenarios del desastre en el subsuelo de Nueva York desfilaban por la cabeza de todos, en sesi¨®n continua.
Ron Suskind. El autor de 'La doctrina del uno por ciento' trabaj¨® como reportero en 'The Wall Street Journal' y obtuvo el Premio Pulitzer en 1998. Ha escrito tambi¨¦n otros dos libros de contenido pol¨ªtico: 'El precio de la lealtad' y 'Esperanza a ciegas'.
La doctrina del uno por ciento. Editorial Pen¨ªnsula.
En el libro (que aparecer¨¢ en septiembre en Espa?a) se relata c¨®mo se descubri¨® el compl¨® para colocar un ingenio mort¨ªfero en el metro de una gran ciudad, probablemente Nueva York. Un supuesto informador de la CIA, al que s¨®lo se identifica como Al¨ª, filtr¨® la informaci¨®n que puso en marcha al equipo de Bush. Queda la duda de si todo fue una puesta en escena para demostrar que la Casa Blanca est¨¢ en vigilia permanente en la lucha contra el terrorismo.
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