El adi¨®s de una generaci¨®n
Con la despedida de Pasqual Maragall de la acci¨®n pol¨ªtica en primera l¨ªnea se cierra efectivamente la aportaci¨®n de toda una generaci¨®n de l¨ªderes pol¨ªticos catalanes formada en el antifranquismo y que protagoniz¨® la transici¨®n a la democracia y la reinstauraci¨®n del autogobierno en Catalu?a. Las pr¨®ximas elecciones catalanas ser¨¢n las primeras donde todas las formaciones pol¨ªticas concurrir¨¢n con l¨ªderes que adquirieron su protagonismo pol¨ªtico relevante una vez consolidada la democracia, sin que esta afirmaci¨®n quiera negar que estos nuevos l¨ªderes hicieran su aportaci¨®n al antifranquismo.
Una reflexi¨®n obligada es la de analizar los elementos distintivos de estas dos generaciones de dirigentes pol¨ªticos, entre otras cuestiones porque es evidente que las diferencias en los estilos existen y que su acci¨®n pol¨ªtica est¨¢ claramente supeditada a esos estilos. No se trata de ponerse tierno con el pasado y pensar que todo lo acaecido siempre ser¨¢ mejor que lo que el futuro nos deparar¨¢. De lo que se trata es de observar como el estilo de esos pol¨ªticos (Pujol, Ravent¨®s, Obiols, Serra, Roca, Maragall, s¨®lo para poner los grandes nombres) y la complicidad democr¨¢tica y catalanista tejida durante los a?os de la dictadura fueron determinantes para explicar la acci¨®n pol¨ªtica que ejercieron todos ellos ya en la democracia, sus relaciones y los aciertos y desaciertos en muchas de sus acciones pol¨ªticas institucionales.
Las pr¨®ximas elecciones ser¨¢n las primeras a las que concurrir¨¢n l¨ªderes que adquirieron su protagonismo pol¨ªtico una vez ya consolidada la democracia
Esa amistad, ese conocimiento personal y familiar que exist¨ªa en esa generaci¨®n pol¨ªtica que Maragall jubilar¨¢ pr¨®ximamente, hoy ya no existe. Los l¨ªderes pol¨ªticos actuales, si se profesan amistad, lo hacen en funci¨®n del roce laboral y no de otras complicidades tejidas al margen de la pol¨ªtica. Sus familias no se conocen y con seguridad no han ido a las mismas escuelas ni han compartido proyectos sociales entre ellos. Esto no tiene que ser necesariamente malo, simplemente marca un antes y un despu¨¦s. En verdad podr¨ªamos incluso afirmar que la renovaci¨®n de las ¨¦lites pol¨ªticas se democratiza de pleno. Pero lo que nadie debe dudar es que esto ser¨¢ distinto.
Intentando buscar explicaciones a la situaci¨®n que ha llevado al President Maragall a anticipar su retirada, no deber¨ªamos descartar el choque de culturas y de manera de hacer entre estas dos generaciones, la de Maragall, que se va, y la de Montilla, que llega. Un choque que ya lo vivimos en el Ayuntamiento barcelon¨¦s y que no es s¨®lo pol¨ªtico. Si tuvi¨¦ramos la capacidad de analizar detalladamente la vida pol¨ªtica de Maragall, creo que llegar¨ªamos a la conclusi¨®n de que siempre ha tenido parecidas actuaciones; por decirlo en lenguaje llano, las mismas virtudes y los mismos defectos. Y cuando los socialistas catalanes le reclamaron que dejara Roma para volver a encabezar el proyecto para un gobierno de izquierdas y catalanista, ya sab¨ªan perfectamente cu¨¢les eran las reglas del juego en el cual Maragall se mov¨ªa.
A Maragall antes se le toleraba porque probablemente los que ahora le han dicho basta no se sent¨ªan con suficientes fuerzas para sustituirle. Maragall tampoco fue tampoco hombre de Felipe Gonz¨¢lez y ahora tampoco lo ha sido de Zapatero. Pol¨ªticamente pod¨ªan incluso estar cercanos en cosas muy relevantes, con Felipe un cierto talante liberal, con Zapatero un cierto talante federal. Pero lo que les ha separado no ha sido un proyecto pol¨ªtico, sino un estilo de hacer pol¨ªtica.
El drama de Maragall es que nadie le ha defendido en su estilo, el de siempre.
Con la salida de Maragall nos debemos disponer a transitar de una reconocida y temida imprevisibilidad del personaje a un nuevo estilo caracterizado por una terrible previsibilidad. No creo exagerar si afirmo que, conforme la generaci¨®n de pol¨ªticos se va renovando, todo deviene m¨¢s previsible. No s¨¦ si debemos establecer alguna relaci¨®n entre lo que se convierte en previsible y la inseguridad de los nuevos dirigentes, pero es evidente que s¨®lo los que se sienten muy seguros de s¨ª mismos y de su proyecto se pueden permitir un cierto margen de imprevisibilidad.
La pol¨ªtica en Catalu?a va a transitar de una mayor dimensi¨®n emocional a una mayor dimensi¨®n t¨¦cnica. Probablemente la mayor¨ªa de los nuevos l¨ªderes pol¨ªticos podr¨¢n ser m¨¢s precisos en sus acciones, pero no es menos cierto que estos mismos pol¨ªticos tienen una mayor dificultad para emocionarnos. El coraz¨®n en pol¨ªtica es siempre un buen aliado. Un buen pol¨ªtico no puede olvidar llegar al coraz¨®n de la gente. S¨®lo la raz¨®n, s¨®lo el discernimiento, puede llevarnos a un escenario profundamente gris. Atenci¨®n, pues, con determinadas estrategias y determinados l¨ªderes que, sin negarles capacidad, pueden arruinar grandes proyectos. Un buen dirigente no tiene por qu¨¦ ser un buen l¨ªder pol¨ªtico. Y lamentablemente la capacidad de ejercer liderazgo no es un atributo del que todos los dirigentes disponen.
Es evidente que Maragall se va porque ha recibido todos los mensajes de su partido para hacerlo y porque sabe que, sin un apoyo a pleno rendimiento del PSC, en las pr¨®ximas elecciones van a ser dif¨ªcilmente los ganadores. El mapa de la abstenci¨®n del pasado refer¨¦ndum dibuja con mucha precisi¨®n todas las debilidades del PSC ante las pr¨®ximas elecciones. Y no son pocas.
La direcci¨®n del PSC ha ganado el pulso planteado en los ¨²ltimos meses para designar candidato a la presidencia de la Generalitat. Ahora debe hacer el pulso m¨¢s importante y ganarlo tambi¨¦n. Ahora que el PSC ya tiene candidato -a pesar de que no ha sido designado, nadie duda que ser¨¢ Jos¨¦ Montilla-, ¨¦ste debe ganar las elecciones a la Generalitat. Un reto de mucho nivel.
Jordi S¨¢nchez es polit¨®logo.
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