Helsinki en Teher¨¢n
De Beirut a Kabul, de Ankara a Riad pasando por El Cairo, Oriente Pr¨®ximo, entendido en un sentido amplio, anda revuelto. La herencia que dejar¨¢ George W. Bush es la de que nada volver¨¢ a ser igual en la regi¨®n. Los hilos que van de un conflicto a otro se entrecruzan. Tirando de uno, siguen los otros, y de poco sirven las costuras parciales. Ning¨²n conflicto est¨¢ aislado. Casi todo tiene que ver con casi todo: la guerra mal llevada en Afganist¨¢n, el caos generado por la invasi¨®n de Irak, los nubarrones que se ciernen sobre el conflicto palestino, los cerrojazos del r¨¦gimen sirio, o el intento de Ir¨¢n de sacar provecho de su papel clave en medio de este l¨ªo, o las ollas a presi¨®n que son Egipto, Arabia Saud¨ª y Jordania, entre otros.
Ninguno de estos conflictos podr¨¢ tener una soluci¨®n estable, duradera y satisfactoria para sus protagonistas y el resto del mundo, sin un marco o un paraguas regional. El ejemplo de la CSCE (Conferencia y, posteriormente, Organizaci¨®n, de Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa) podr¨ªa servir, pues constituy¨® un marco que brind¨® garant¨ªas de seguridad a los Estados, y a la vez, a trav¨¦s del llamado Proceso de Helsinki lanzado en 1975, impuls¨® un cambio gradual, quiz¨¢ demasiado gradual, pero que abon¨® el terreno para el fin, desde dentro, del comunismo y del imperio sovi¨¦ticos.
La idea de una CSCE para Oriente Pr¨®ximo no es nueva, pero est¨¢ detr¨¢s de la propuesta presentada, en nombre de los Seis (Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania), por el alto representante de la Uni¨®n Europea, Javier Solana, a Teher¨¢n. Junto al reconocimiento del "derecho inalienable" de Ir¨¢n a la energ¨ªa nuclear civil, los Seis le han pedido que suspenda el proceso de enriquecimiento de uranio que pudiera llevar a la fabricaci¨®n de armas nucleares, aunque la forma de que Ir¨¢n detenga este programa se deje abierta, de modo que Teher¨¢n la pueda presentar como una decisi¨®n soberana. Esto no eliminar¨ªa las razones por las que Ir¨¢n busca el arma nuclear, esencialmente la seguridad existencial del pa¨ªs y (ah¨ª hay un problema) del r¨¦gimen. Por ello, los Seis han ofrecido su apoyo para una conferencia para promover el di¨¢logo y la cooperaci¨®n en cuestiones de seguridad regional. Es decir, una especie de CSCE. Estados Unidos (e Israel, un ausente muy presente aunque no forme parte de los Seis) no estaba dispuesto a ofrecer lo que Ir¨¢n ha venido reclamando, una garant¨ªa existencial de seguridad, ni quer¨ªa desactivar la posibilidad de desencadenar una agresi¨®n contra Ir¨¢n.
Israel posee armas nucleares, en su origen gracias a Francia que no a Estados Unidos, a quien tuvo que enga?ar. Siempre ha rechazado cualquier menci¨®n a una zona o regi¨®n libre de armas de destrucci¨®n masiva, que tambi¨¦n se ha planteado. Pero mientras Israel las tenga, contaminar¨¢n todo el debate. Y las tendr¨¢ al menos hasta que consiga una garant¨ªa existencial, que depende tambi¨¦n de que se resuelva su conflicto con los palestinos y con el mundo musulm¨¢n. Los israel¨ªes se pueden encerrar tras un muro y ganar cierta seguridad, pero no ser¨¢ una situaci¨®n estable. La retirada unilateral de Gaza ha demostrado ser un fracaso para su seguridad.
El peligro de proliferaci¨®n de armas nucleares en Oriente Pr¨®ximo es real y grave. Es necesario rebobinar y desactivar esta tendencia antes de que sea tarde.
El cambio en la posici¨®n de la Administraci¨®n de Bush parece genuino: la prioridad no es ya acabar con el r¨¦gimen de los ayatol¨¢s, sino impedir que se haga con la bomba at¨®mica. Mezclar ambos objetivos es contraproducente. Es la estrategia seguida frente a Corea del Norte, sin resultado. Atraer a Ir¨¢n hacia un acuerdo es la v¨ªa m¨¢s razonable y puede tener repercusiones positivas en toda la zona. Un horizonte de cooperaci¨®n regional podr¨ªa contribuir a la soluci¨®n de algunos de los conflictos espec¨ªficos. Y, sobre todo, a dejar ver que la falta de soluci¨®n de uno de ellos puede agravar los otros. No es para hoy, ni para ma?ana, pero la idea de una CSCE ofrece un potencial de cambio positivo para la regi¨®n.aortega@elpais.es
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