Qu¨¦ ha ido mal en Estados Unidos
La edici¨®n m¨¢s reciente de la Encuesta Pew sobre Actitudes Globales demuestra que las opiniones favorables hacia Estados Unidos han ca¨ªdo nuevamente en 12 de los 15 pa¨ªses en los que se ha realizado, un triste reflejo de la p¨¦rdida de imagen de un pa¨ªs. ?C¨®mo puede Estados Unidos recuperar la legitimidad internacional? ?ste es probablemente uno de los retos m¨¢s importantes para el mundo actual, porque Estados Unidos conserva un poder ¨²nico que deber¨ªa usarse -y percibirse- como fuerza del bien si queremos que prevalezca la estabilidad mundial. Casi dos d¨¦cadas despu¨¦s de la desaparici¨®n del imperio sovi¨¦tico, destaca la sensaci¨®n reinante de oportunidades perdidas. Estados Unidos tuvo al final de la guerra fr¨ªa la oportunidad ¨²nica de usar su superioridad ben¨¦vola e ilustrada para establecer un orden internacional mejor. Pero, por una mezcla de razones pol¨ªticas y personales, perdi¨® tiempo bajo las dos legislaturas de Bill Clinton.
En efecto, durante este "momento unipolar" necesariamente breve y fr¨¢gil, Clinton probablemente intuy¨® cu¨¢les deber¨ªan ser las nuevas responsabilidades de Estados Unidos, pero no las plasm¨®. La derrota de los dem¨®cratas en las elecciones parciales de 1994, seguida del esc¨¢ndalo de Monica Lewinsky, dificultaron la eficacia de uno de los presidentes m¨¢s en¨¦rgicos y dotados de Estados Unidos. El fracaso qued¨® ejemplificado en la incapacidad para imponer un acuerdo de paz a palestinos e israel¨ªes en 2000. Por el contrario, George W. Bush no perdi¨® el tiempo. Hizo algo peor: sencillamente tom¨® el giro equivocado, y lo tom¨® antes del 11-S, un suceso traum¨¢tico que reforz¨®, pero no engendr¨®, la visi¨®n maniquea que Estados Unidos tiene de s¨ª mismo y de su papel en el mundo. Tres ejemplos recientes ilustran qu¨¦ ha ido mal en Estados Unidos, la p¨¦rdida de su prestigio ¨²nico, y su creciente imagen en el mundo de fuerza partidista y poco ¨¦tica, si no desestabilizadora.
Pensemos, en primer lugar, en el reciente acuerdo nuclear firmado entre Estados Unidos e India. En t¨¦rminos estrictamente jur¨ªdicos, no hay nada de malo en ¨¦l, dado que India no ha firmado el Tratado de No Proliferaci¨®n Nuclear. Pero desde los puntos de vista psicol¨®gico y pol¨ªtico s¨®lo pod¨ªa percibirse que el acuerdo firmado legitima las ambiciones nucleares de Ir¨¢n, por no mencionar las de Corea del Norte. Es la prueba suprema de que el Gobierno de Bush no cree en las normas universales. A un pa¨ªs "bueno" lo tratan con extrema indulgencia, mientras que a un pa¨ªs "malo", no. Guant¨¢namo, Abu Ghraib y otros esc¨¢ndalos recientes de cr¨ªmenes de guerra han hecho un da?o mucho peor al renombre de Estados Unidos. Reg¨ªmenes que incumplen sistem¨¢ticamente los derechos humanos se han apresurado a sacarle partido a cada episodio de infracciones estadounidenses. Con su propio expediente de derechos humanos en tela de juicio, Estados Unidos, que en el mundo de posguerra era el profesor democr¨¢tico, se encuentra en una posici¨®n mucho m¨¢s d¨¦bil para dar lecciones y establecer criterios. Y la apariencia de hipocres¨ªa no acaba ah¨ª. En una ¨¦poca en la que "democracia" y "democratizaci¨®n" se han convertido en consignas de la pol¨ªtica exterior estadounidense, la normalizaci¨®n de las relaciones diplom¨¢ticas con la Libia de Gadafi, por no mencionar la indulgencia con Egipto y Arabia Saud¨ª, dif¨ªcilmente elevan la credibilidad de Estados Unidos.
En t¨¦rminos generales, el contraste entre lo que Estados Unidos dice y lo que hace es manifiesto. En febrero de 2005, en un gran discurso pronunciado en Par¨ªs tras su primer viaje al extranjero como secretaria de Estado, Condoleezza Rice hizo saber la ambici¨®n de Estados Unidos en el mundo. Dijo b¨¢sicamente lo siguiente: "La funci¨®n del mundo es mejorar el mundo. Estados Unidos, el pa¨ªs m¨¢s poderoso y ¨¦tico del mundo, tiene una responsabilidad ¨²nica que cumplir". Dieciocho meses despu¨¦s, los resultados se han quedado muy lejos del objetivo. Por el contrario, los fracasos de la pol¨ªtica estadounidense han contribuido a reducir m¨¢s la legitimidad de su poder. A pesar de la reciente muerte de Al Zarqaui en Irak, la situaci¨®n all¨ª, y en Afganist¨¢n, no justifica el optimismo que mantiene el Gobierno de Bush. A medida que la legitimidad estadounidense disminuye, nuevos actores van apareciendo en la escena mundial, o volviendo para repetir. Hoy, Rusia y China no s¨®lo est¨¢n unidos por sus acuerdos energ¨¦ticos, sino tambi¨¦n por la convicci¨®n de que ha llegado su momento, y de que el mundo los necesita m¨¢s de lo que ellos necesitan al mundo, en especial Estados Unidos.
Desde el punto de vista estrat¨¦gico, la menguante influencia de una Europa paralizada tambi¨¦n es una mala noticia para Estados Unidos. ?ste necesita ahora m¨¢s que nunca aliados, porque el mundo est¨¢ volviendo al estado multipolar de antes de la guerra. Por supuesto, dada la superioridad militar objetiva estadounidense, yo lo llamar¨ªa "multipolaridad asim¨¦trica". Pero Estados Unidos ya no es el pa¨ªs que otros aspiran a emular, o al que miran en busca de liderazgo mundial. Es demasiado pronto para despachar a Estados Unidos y proclamar el fin de un momento imperial. Estados Unidos conserva cualidades exclusivas, en especial su capacidad para reaccionar. El pr¨®ximo presidente o presidenta estadounidense deber¨ªa ser capaz de aprovechar el optimismo, pragmatismo y activismo b¨¢sicos de sus compatriotas. Pero a ¨¦l o ella se le har¨¢ muy cuesta arriba demostrar al mundo que su pa¨ªs puede ser una fuerza del bien, un faro democr¨¢tico que se preocupa por el planeta y que acata los criterios que establece para los dem¨¢s.
Dominique Moisi, fundador y asesor jefe del Instituto Franc¨¦s para Relaciones Internacionales (IFRI), es actualmente catedr¨¢tico del College of Europe, en Natolin, Varsovia. Traducci¨®n de News Clips. ? Project Syndicate, 2006.
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