"Moriremos antes que dejar la ciudad"
Los habitantes del norte de Gaza se preparan para resistir la invasi¨®n israel¨ª
La aviaci¨®n israel¨ª lanz¨® miles de octavillas el mi¨¦rcoles. Instaban a la poblaci¨®n civil a abandonar sus casas en Beit Hanun y Beit Lahia, en el norte del territorio de Gaza, lugar por el que han penetrado durante a?os los blindados y las tropas para ejecutar sus represalias sobre milicianos y civiles palestinos.
Retumba el martilleo de la artiller¨ªa en Beit Hanun. M¨¢s de 150 proyectiles han ca¨ªdo sobre la zona durante la ma?ana, mientras los lugare?os tratan de hacer vida normal. Lo consiguen a medias. Porque los preparativos para la invasi¨®n israel¨ª se aceleran. Es asombroso. Todos sonr¨ªen. A la espera del asalto, son muy pocos los que abandonar¨¢n la ciudad. Tan s¨®lo parte de los que residen en la primera l¨ªnea de edificios, desde donde se observa con nitidez el movimiento de los tanques israel¨ªes. La lluvia de octavillas ha sido est¨¦ril: "No nos vamos", dice Adn¨¢n, que a los 56 a?os est¨¢ a cargo de sus 21 hijos y camina por una carretera para asistir a un funeral. "No tengo miedo, ?de qu¨¦ iba a tenerlo? Llegar¨¢n los soldados y no ser¨¢ una experiencia nueva. Moriremos antes que dejar la ciudad".
La impotencia y el odio hacia los jud¨ªos se acumulan d¨ªa a d¨ªa desde hace d¨¦cadas
La frustraci¨®n, la impotencia, la resignaci¨®n, y, al final, el odio hacia los jud¨ªos -rara vez emplean la palabra israel¨ªes- se acumulan d¨ªa a d¨ªa desde hace d¨¦cadas. En Beit Hanun, 37.000 habitantes, la inmensa mayor¨ªa son refugiados de los pueblos cercanos, hoy en el interior de las fronteras del Estado de Israel, a escasos kil¨®metros de esta ciudad. La gran mayor¨ªa no ve salida alguna a su penosa existencia. Raed, de 31 a?os, coincide con sus vecinos: "No habr¨¢ forma de movernos. Los que tienen que evacuar son los que vienen de fuera a vivir a Sderot [en alusi¨®n a los jud¨ªos que llegan a Israel para quedarse a vivir]. La resistencia va a seguir, no tenemos nada que perder. Si nosotros sufrimos el terror, tambi¨¦n tienen que sufrir ellos los misiles Kassam en Sderot".
Peque?os mont¨ªculos de arena, sacos terreros, algunos montones de cascotes de cemento se han dispuesto en Beit Hanun, Beit Lahia, Yabalia y algunos barrios en el este de la ciudad de Gaza para intentar frenar el avance de los blindados. Al borde de los caminos, los milicianos colocan minas por las noches. Por la ma?ana, algunos ni?os juguetean no lejos.
Cuenta Shehta, un director de colegio de 53 a?os: "A los peque?os les decimos d¨®nde est¨¢n los milicianos y d¨®nde se parapetan. Les explicamos que son quienes nos defienden. Deben conocer estos emplazamientos para que no se acerquen a las zonas donde hay minas. Pero est¨¢n familiarizados, porque adem¨¢s se divierten con sus armas de juguete. Eso sirve para tranquilizarlos por las noches. Aunque tenemos que dormir con ellos". Es el asunto m¨¢s peliagudo, aunque ni?os y ni?as que no alcanzan los cinco a?os no se alteran cuando el ensordecedor ruido de los misiles y proyectiles aterrizan a unos cientos de metros.
Las mujeres tampoco dudan un ¨¢pice. "Aunque nos aplasten los tanques no nos iremos. Moriremos aqu¨ª como corderos", afirma Mariam, en¨¦rgica cincuentona de Beit Lahia, colocando su mano derecha en el cuello y emulando un degollamiento. Y es que esta amenaza de invasi¨®n israel¨ª guarda diferencias respecto a otras precedentes. "En otras ocasiones", relata Atef en su modesto puesto de verduras y frutas, "hab¨ªa gente que se marchaba a la ciudad de Gaza. Ahora es distinto, estamos amenazados todos en toda la franja. A los diputados y miembros del Gobierno los han detenido en Cisjordania. Es un castigo planeado hace tiempo. No voy a irme. ?Ad¨®nde? A mi familia ya la expulsaron en 1948 de Barbara", un pueblo cercano a Ashkelon.
Son malos tiempos. El sellado total de las fronteras y aduanas ha convertido la t¨®rrida Gaza en un territorio, si no desabastecido, s¨ª carente de muchos productos. El asedio s¨®lo empeorar¨¢ las cosas. Y en amplias zonas de la franja no hay luz tras el bombardeo, el mi¨¦rcoles, de la ¨²nica central el¨¦ctrica del territorio. Cuentan con existencias escasas a su alcance y se aprestan a resistir lo que venga.
Shehta explica: "No conozco a nadie que vaya a marcharse. Estamos preparados mentalmente, tenemos la firme voluntad de permanecer, y el derecho est¨¢ de nuestra parte", afirma con convicci¨®n. Lleva la voz cantante entre los hombres asistentes a un sepelio. "La ciudad", contin¨²a, "se ha dividido en varios sectores. Cada uno tiene un comit¨¦ social y otro militar, aunque las fuerzas siempre ser¨¢n desiguales porque s¨®lo tenemos armas ligeras. Tambi¨¦n se han organizado comit¨¦s sanitarios. Y se est¨¢n montando hospitales de campa?a". Ahora, desde hace cuatro meses, sin el apoyo de nadie en el mundo.
Ya no falta nunca en una conversaci¨®n con europeos la m¨¢s dura cr¨ªtica a la Uni¨®n Europea por el corte en las ayudas financieras a la Autoridad Palestina. Mahmud es uno de esos palestinos que asaltan permanentemente al extranjero con dos preguntas: "?Qu¨¦ hubiera sucedido si estos bombardeos los lanz¨¢ramos nosotros sobre ciudades israel¨ªes? ?Por qu¨¦ los europeos nos ayud¨¢is a organizar las elecciones y luego nos castig¨¢is porque gana Ham¨¢s?", dice este partidario de Fatah, el partido rival de los islamistas. "Es una verg¨¹enza para vosotros", dice. Eso s¨ª, sonriendo y ofreciendo una toalla al periodista para secar el sudor.
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