La memoria es mejor que la vitrina
Nunca un equipo ha levantado tantas expectativas y ha jugado tan mal como este Brasil
La tradici¨®n obliga en este Mundial, donde cuatro equipos europeos disputar¨¢n las semifinales. Es casi ley que el reparto de t¨ªtulos se acomode por continentes: Europa para los europeos y el resto del mundo para los americanos. S¨®lo un equipo ha roto la norma. Brasil gan¨® el Mundial de Suecia en 1958. Aquel equipo se hizo inolvidable no s¨®lo por romper la estad¨ªstica, sino por consagrar al debutante Pel¨¦, al gran Garrincha y a la escuela brasile?a de f¨²tbol. Han pasado cerca de 50 a?os desde entonces, y Brasil ha dado jugadores excepcionales y equipos legendarios. La selecci¨®n de 1970 est¨¢ considerada la mejor de la historia, tanto por la categor¨ªa de sus futbolistas como por la brillantez de su juego. Era un equipo imbatible por muchas razones, pero la cuesti¨®n fundamental de su ¨¦xito se debi¨® a la inteligencia de los jugadores. Desde Carlos Alberto, lateral y capit¨¢n del equipo, hasta Rivelinho, cuyo n¨²mero 11 no ten¨ªa nada que ver con la realidad de su exquisito trabajo como centrocampista, aquel Brasil conquist¨® el mundo con una mezcla de naturalidad, armon¨ªa, precisi¨®n, belleza, cohesi¨®n y generosa interpretaci¨®n del juego. ?C¨®mo catalogar a un equipo que termin¨® el Mundial con la jugada colectiva m¨¢s hermosa que ha visto el f¨²tbol? El cuarto gol a Italia lo comenz¨® Tostao, su aparente delantero centro, como hombre m¨¢s retrasado del equipo, al borde de su ¨¢rea. All¨ª comenz¨® un minucioso ejercicio de pases, casi todos al primer toque, interpretado por todos los grandes de Brasil. La pelota discurri¨® feliz entre aquellos prodigiosos pies, primero por la izquierda y luego hacia la derecha, en una memorable diagonal que coron¨® Pel¨¦ con su delicado pase a Carlos Alberto, que lleg¨® como un tiro por la banda derecha y cruz¨® un remate al palo contrario donde se encontraba el pobre Albertosi, testigo cada vez m¨¢s inquieto del desarrollo de la larga maniobra brasile?a.
?Qui¨¦n se acordar¨¢ de esta selecci¨®n que lleg¨® a proclamarse superior a la de 1970?
Esa jugada es el compendio del f¨²tbol, el juego total. Se produjo hace 36 a?os. Desde entonces s¨®lo otro Brasil se atrevi¨® a desafiar a la versi¨®n original. Pero Brasil perdi¨® en el Mundial de Espa?a. Es curioso, porque los aficionados no olvidan la derrota ante Italia. No lo olvidan porque fue algo muy relevante para el f¨²tbol. Nadie olvida al Brasil de Leandro, Junior, S¨®crates, Fal?ao y Zico, ni a la Holanda de Krol, Haan, Neeskens, Van Hanegem, Rensenbrink y Cruyff, ni a la Hungr¨ªa de Boszik, Czibor, Hidekguti, Kocsis y Puskas. S¨ª, perdieron, pero no hay manera de borrar aquellos equipos de la memoria. ?Qui¨¦n se acuerda de Alemania en 1990, o de Brasil en 1994, o de Alemania en 1954, tan querida por su pa¨ªs por lo que signific¨® en la postguerra, pero casi an¨®nima para los hinchas de f¨²tbol? ?Qui¨¦n se acordar¨¢ de este Brasil que lleg¨® a proclamarse superior al equipo de 1970? Es ¨¦poca de confusi¨®n en el f¨²tbol, y lo superficial no deja ver la esencia de un juego cada vez m¨¢s impresionante en su difusi¨®n y cada vez peor interpretado por equipos y jugadores. Las se?ales optimistas emitidas por el Bar?a o el Arsenal desde hace a?os no han encontrado eco en este Mundial, del que apenas se recuerdan cuatro partidos notables: la victoria de Espa?a frente a Ucrania, el triunfo de Alemania a Suecia, la goleada de Argentina a Serbia y la lecci¨®n de Francia a Brasil.
Cuesta decirlo por todo lo que representa el pa¨ªs del f¨²tbol, pero a Brasil le conven¨ªa perder. Nunca un equipo ha levantado tantas expectativas y ha jugado tan mal. Si es por puro f¨²tbol, Brasil figura entre los peores del torneo, acompa?ado por Inglaterra, un equipo desnaturalizado desde hace seis a?os por Eriksson, uno de esos entrenadores que ganan mucho dinero y mucho prestigio por jibarizar a sus equipos. A Brasil le ocurre como a la selva amaz¨®nica: es la gran reserva mundial, pero corre un enorme peligro. Tanta caja m¨¢gica, tanto desprecio por la naturaleza del juego, tanta voluntad de ganar a costa de deforestar el f¨²tbol, ha convertido a la selecci¨®n brasile?a en la ant¨ªtesis de un equipo. Brasil confunde jugar con aprovechar alg¨²n destello de sus figuras. Desde hace a?os, posiblemente desde el Mundial de Espa?a, Brasil no ha jugado bien, o ha jugado casi siempre muy mal. Para los que defienden la estad¨ªstica es sorprendente la respuesta del f¨²tbol. No hay manera de olvidar al Brasil del 82, la obra del perdedor Tel¨¦ Santana, y no hay manera de recordar los equipos de Parreira. Al final, vale m¨¢s lo que permanece en la memoria. Lo otro es un trofeo guardado en una vitrina.
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