Subir en globo para bajar del mundo
La Consejer¨ªa de Medio Ambiente organiza viajes en aerostato sobre el corredor verde del Guadiamar
Despu¨¦s de 600 horas oficiales de vuelo, el piloto Arturo Chamorro sigue recurriendo a un pasaje de Cinco semanas en globo, de Julio Verne, para describir sus sensaciones: "El se?or Ferguson dice que es como bajarte del mundo, montar en globo es lo que m¨¢s se ajusta a esa expresi¨®n 'que paren el mundo que yo me bajo". Chamorro lo experiment¨® por primera vez a los 23 a?os y, trece despu¨¦s, ha logrado convertir su afici¨®n -pilotar globos- en un medio de vida, primero en la empresa Green Aerostaci¨®n y, desde 2004, en Aeronautas, su propio negocio.
Este a?o, sus dos globos han sido contratados por Egmasa, la empresa de la Consejer¨ªa de Medio Ambiente, para realizar vuelos sobre el corredor verde del Guadiamar, en Sevilla (120 euros por persona). Claro que las rutas fijadas de antemano se las puede llevar el viento. Como ocurri¨® el pasado s¨¢bado, cuando la corriente ignor¨® por completo el corredor, un pasillo verde de 65 kil¨®metros acondicionado en los m¨¢rgenes del r¨ªo Guadiamar para reparar los efectos del lodazal t¨®xico causado tras la rotura de la balsa minera de Boliden en Aznalc¨®llar.
Uno de los pasajeros que m¨¢s lo lament¨® fue Paco Carrascal, un t¨¦cnico de Egmasa deseoso de fotografiar desde el aire el paisaje protegido que tan bien conoce a ras de suelo. El d¨ªa anterior hab¨ªa visitado la zona por en¨¦sima vez con unos 40 universitarios europeos. La recuperaci¨®n ambiental del Guadiamar ha merecido el reconocimiento internacional, aunque sigue sin suscitar pasi¨®n entre los habitantes de la zona. "Se estudia en los libros de texto de las universidades americanas, pero no acaba de tener tir¨®n popular en el entorno a pesar de su valor educativo", lamenta.
Casi todos los pasajeros congregados el s¨¢bado se estrenaban en el vuelo aerost¨¢tico. Para la gaditana Cinta Millares, de 25 a?os, el desaf¨ªo era mayor: "O me gusta o ser¨¢ el peor d¨ªa de mi vida, tengo v¨¦rtigo, me subo a un tercero y ya me estoy mareando". Pero se atrevi¨®, animada por sus amigos Celso Nisa y Margarita Bueno, de 39 y 31. "Lo que no te mata, te hace m¨¢s fuerte", a?ade. Celso, por el contrario, adora volar y tiene experiencia en ultraligeros, mientras que Margarita busca experiencias nuevas que no impliquen un riesgo excesivo: "Me gusta hacer cosas distintas, aunque s¨®lo sea una vez".
Tras el inflado, que despliega las telas coloristas que navegar¨¢n por el cielo, las cestas comienzan a arrastrarse por el suelo del ¨¢rea recreativa de Las Doblas, ya con todo el pasaje dentro, y de pronto, sin mayor aviso, la tierra se va alejando suavemente. Cinta tiene su peor momento, agarrada a la cesta, pero es ef¨ªmero. "Pues yo no he tra¨ªdo la biodramina", comenta la sevillana Gema Salado, de 25. "De todas formas hasta que haga efecto", apunta alguien. Pero no hizo falta. Cinta comienza a disfrutar. "El mayor peligro en los globos es creer que te vas a hacer da?o", aclara Arturo Chamorro, entre una r¨¢faga de los quemadores y otra.
Nada es comparable a la sensaci¨®n un tanto irreal de desplazarse en globo. Tal vez moverse en una alfombra m¨¢gica, si alguien pudiera contrastarlo. Pero al mirar hacia abajo da la impresi¨®n de que una se ha asomado al balc¨®n de un alt¨ªsimo edificio invisible. Con el aire caliente, el piloto de globos aerost¨¢ticos controla las subidas y bajadas mientras no se generen corrientes t¨¦rmicas en sentido vertical que se adue?en del control. Por eso en esta ¨¦poca, las salidas significan madrugones (8.00). Chamorro hace que el aerostato vuele a ras del agua de alg¨²n lago y tambi¨¦n que se eleve sobre la neblina, a m¨¢s de 500 metros (1.500 pies). La sombra de la nave se refleja tanto en el agua como en la niebla. No hay m¨¢s ruidos que las conversaciones y las r¨¢fagas. Bueno, alg¨²n m¨®vil.
La perspectiva desde una cesta, a esa altura, puede enga?ar al ojo e invitar a confundir un conejo con un gamo, o unas vacas con un grupo de d¨¢lmatas. Todos los surcos de la tierra est¨¢n a la vista. Tambi¨¦n las vidas cotidianas cuando se sobrevuelan zonas habitadas de Sanl¨²car la Mayor, el municipio que recorrieron los dos globos el pasado s¨¢bado. Y los paneles de la estaci¨®n solar, los campos de trigo, los olivos y frutales. Probablemente lo que menos se distingue son los peligrosos cables de alta tensi¨®n que obligan a estar pendiente de las torres. Despu¨¦s de 75 minutos, el globo aterriza con cierta brusquedad sobre un campo de trigo cortado, donde los pasajeros son rescatados por un coche de apoyo. Todos, incluso Cinta, est¨¢n satisfechos con la traves¨ªa. "Al principio da miedo porque parece que est¨¢s ah¨ª parado en medio de la nada, pero me alegro de haberme enfrentado al v¨¦rtigo".
Informaci¨®n: www.egmasa.es 902 525 100. www.aeronautas.info
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