Jardiel, con lo justo

Mesas al aire libre, algo de picar y de beber y una comedia ligera. Esta f¨®rmula est¨¢ en los genes de Los Veranos de La Villa. Cuando el festival naci¨®, el escenario se levantaba en Las Vistillas; luego, fue trasladado a la plaza Mayor, a los jardines de la muralla ¨¢rabe y, finalmente, a los del teatro Galileo, donde se acaba de estrenar Cuatro corazones con freno y marcha atr¨¢s, de Jardiel. Manuel Canseco, su director, sirve la comedia tras un entrem¨¦s musical: estira el espect¨¢culo hasta las tres horas de duraci¨®n, con tres descansos. Lo hace entretenido, sin m¨¢s.

El primer acto es un vodevil con intriga, desvelada entre portazo y portazo: el doctor Brem¨®n ha descubierto secretamente el elixir de la inmortalidad y se dispone a tomarlo junto a tres amigos y un intruso. Pasados 60 a?os, los inmortales se aburren. La vida eterna es sopor¨ªfera y est¨¢ llena de inconvenientes.

En el ¨²ltimo acto, el mejor, Jardiel presenta un mundo al rev¨¦s. Los protagonistas, cada vez m¨¢s j¨®venes, se entregan a la vida disipada, y sus ancianos hijos se ven obligados a controlarles: "Pap¨¢ y mam¨¢ s¨®lo piensan en coches y en salir de fiesta".

Jardiel escribi¨® esta comedia en 1936, al borde de la Guerra Civil. Detall¨® la escenograf¨ªa, la mec¨¢nica de entradas y salidas. Manuel Canseco la sirve en un escenario central vac¨ªo y en una pasarela, sus actores miman los portazos y el resto se deja a la imaginaci¨®n: el p¨²blico de hoy se hace cargo. El humor jardielesco est¨¢ muy masticado, pero llega cuando el actor tiene gracia. Paloma Paso Jardiel domina el lenguaje de su abuelo, lo ajusta, lo viste. Tambi¨¦n dan el tono la joven Silvia Fioole y los veteranos de la compa?¨ªa.