42 vidas perdidas en una l¨ªnea
Ha habido un accidente en el metro. Estamos en la estaci¨®n de Jes¨²s en direcci¨®n a la plaza de Espa?a. Los vagones est¨¢n sin luz. El vag¨®n en el que yo estoy est¨¢ de pie. No s¨¦ si hay heridos. No s¨¦ si hay vagones volcados. No hay luz. No podemos salir. No podemos salir de los vagones".
Son las 13 horas, 3 minutos y 15 segundos del lunes 3 de julio de 2006. El an¨®nimo viajero que comunica el accidente a los servicios del 112 de Valencia no sabe que acaba de sobrevivir a la mayor tragedia ocurrida en el metro en Espa?a. Fuera de ese vag¨®n, en medio de la v¨ªa de la l¨ªnea 1, la m¨¢s vieja y concurrida, yacen decenas de cad¨¢veres destrozados.
Algunos supervivientes combaten la oscuridad alumbrando el vag¨®n con sus tel¨¦fonos m¨®viles. S¨®lo se escuchan gritos, alaridos de dolor y de p¨¢nico, pero la oscuridad impide distinguir a un herido de quien ha perdido los nervios. Alguien procede a romper un cristal, pero necesita la luz del m¨®vil para guiarse. Despu¨¦s, entre sangre y llantos, sale. Le siguen otros supervivientes. Los que pueden corren. Han tenido suerte.
"Los cad¨¢veres estaban esparcidos por el t¨²nel", recuerda el maquinista Viva. "Del tren volcado vi salir a algunos j¨®venes, por arriba"
Mari Carmen no coge nunca el metro a esa hora, pero ese d¨ªa tiene que ir a un recado con su hija y ha adelantado la hora del trabajo
Joaqu¨ªn Pardo estaba satisfecho con su oficio. Despu¨¦s de a?os como interventor, en 2002 hab¨ªa superado la oposici¨®n y desde abril era maquinista
Algunos ocupantes lo son por pura casualidad. Es el caso de Luis Saiz. Nunca toma el metro, pero lo hace ese d¨ªa para ir al hospital a que le miren un ojo
Josefa viaj¨® a Valencia para cambiar el traje que le hab¨ªan hecho para las fiestas de su pueblo, Real de Montroi. Es festera de la Divina Aurora
La colombiana Sandra Milena s¨®lo llevaba unas monedas en el bolsillo, el bono del metro y el tel¨¦fono m¨®vil. Ninguna identificaci¨®n
Un vag¨®n por los suelos
En la estaci¨®n de Jes¨²s, los viajeros que esperan en el and¨¦n escuchan un ruido parecido a una explosi¨®n seguido de una corriente de humo. Corren hacia las escaleras. Piensan en un atentado. Con ellos va un maquinista, le llaman Viva, que observa que no es humo lo que sale del t¨²nel, sino una nube de polvo. Viva se topa con otro maquinista y ambos alcanzan a ver un vag¨®n por los suelos y otro a¨²n de pie. Apenas hay luz.
Se dirigen al tren. En ese momento no tienen tiempo para pensar. "Los cad¨¢veres estaban esparcidos por el t¨²nel", recuerda Viva. Opta por dirigirse al vag¨®n que todav¨ªa se manten¨ªa en pie. "Entr¨¦ en la cabina del conductor, al final del convoy, y abr¨ª con un sistema neum¨¢tico todas las puertas. De all¨ª salieron unas sesenta personas. Del tren volcado vi salir algunos j¨®venes, por arriba. La gente corr¨ªa hacia la estaci¨®n de Plaza de Espa?a. Apenas hab¨ªa luz. Nos iluminamos con linternas y los m¨®viles de los propios viajeros". S¨®lo muchas horas despu¨¦s, este maquinista pudo reflexionar sobre el accidente. Casi no hab¨ªa t¨¦rmino medio: o gente que parec¨ªa herida de poca importancia o muchos cad¨¢veres, pero nunca imagin¨® que la tragedia alcanzara una cifra tan elevada: 42 muertos y 47 heridos.
Unos minutos antes del accidente, nada hac¨ªa presagiar en la estaci¨®n de Plaza de Espa?a que la unidad 3736 del metro de Valencia arrancaba para su ¨²ltimo viaje. La conduc¨ªa Joaqu¨ªn Pardo Tejedor, de 40 a?os, reservado y bien considerado por sus compa?eros, experto en inform¨¢tica y amante del ajedrez. A Joaqu¨ªn le quedaba algo menos de media hora para terminar su jornada laboral.
Hab¨ªa hecho ese itinerario cinco veces, cinco veces hab¨ªa detenido el convoy en la estaci¨®n de Plaza de Espa?a sin incidencia alguna, y se aprestaba a pasar por sexta vez aquel lunes por la curva maldita. Pero en esa ocasi¨®n la tom¨® demasiado r¨¢pido, al doble de la velocidad permitida, a 80 por hora, cuando el reglamento exige discurrir a 40 por hora. La caja negra detect¨® un inexplicable error humano en un trayecto que apenas dur¨® 36 segundos, desde que arranc¨® ese tren hasta que, alcanzada la m¨¢xima velocidad, no desaceler¨® para tomar la curva. Desprovista la l¨ªnea 1 de un sistema de seguridad moderno, el error fue fatal.
Ese lunes, Joaqu¨ªn hab¨ªa dejado su piso de soltero en Alfafar, un pueblo de la costa pegado a Valencia, todav¨ªa siendo noche cerrada. Se hab¨ªa puesto el uniforme de la empresa: un pantal¨®n azul oscuro y una camisa blanca con finas rayas rojas. Desde all¨ª enfil¨® la carretera rumbo a la capital. Aparc¨® su coche en la estaci¨®n de Valencia Sud y se dispuso a iniciar el turno a las cinco de la ma?ana. Como maquinista, conducir¨ªa el tren en turnos de 67 minutos, con periodos de descanso que sumar¨ªan dos horas. Joaqu¨ªn Pardo estaba satisfecho con su oficio. Despu¨¦s de a?os como interventor, yendo y viniendo por los vagones, en 2002 hab¨ªa superado la oposici¨®n y desde el pasado abril era maquinista. Criado en una familia de ferroviarios, Ximo, como lo conoc¨ªan sus amigos, con 224 horas de pr¨¢cticas ya estaba conduciendo en la l¨ªnea 1 del metro valenciano.
Gente de compras
Pardo llevaba casi ocho horas de trabajo cuando detuvo el tren en la estaci¨®n de Plaza de Espa?a. La una del mediod¨ªa. No es hora punta. Los vagones est¨¢n llenos de gente que acude de compras al centro o viene y va de hacer alg¨²n recado. Quiz¨¢ por eso, a esas horas viajan m¨¢s mujeres que hombres en el metro. Hay grupos como el que forman Encarna L¨®pez Contreras, de 46 a?os; su amiga Josefa Lluch Donat, de la misma edad, y la hija de ¨¦sta, Mar¨ªa Jos¨¦ Garc¨ªa Lluch, de 22 a?os, que regresan a Torrent despu¨¦s de una ma?ana de recados. Otros coincidieron en el vag¨®n por puro azar, por capricho del destino que acab¨® con la vida de Encarna y Mar¨ªa Jos¨¦.
Josefa Lluch, que sufre heridas graves, viaj¨® a Valencia para cambiar el traje que le hab¨ªan hecho para las fiestas de su pueblo, Real de Montroi. Es importante porque ella y su amiga Encarna son festeras de la Divina Aurora, la patrona local. Toda la organizaci¨®n de las fiestas patronales recae sobre ellas: verbenas, meriendas populares, orquestas y baile. Lo sabe bien Alejandro Blasco, alcalde de Real, donde las esperaron en vano.
No son las ¨²nicas mujeres del vag¨®n que vienen de compras. Violeta Rius vuelve a casa con su madre, Carmen Garrote, de 41 a?os, despu¨¦s de haberse dado una vuelta por las rebajas. A sus 11 a?os, Violeta es campeona de gimnasia de Aldaia. Salieron de casa esa ma?ana sin dar cuentas a nadie. El marido de Carmen y padre de Violeta, Gregorio Rius Puig, se fue al trabajo (es director del centro de menores de Aldaia) ignorante de sus planes. Total, es s¨®lo una escapada y a la 13.30 estar¨¢n de vuelta en casa, a tiempo para la comida de mediod¨ªa. Del centro de Valencia a Picanya, la estaci¨®n m¨¢s pr¨®xima a Aldaia, el metro tarda unos 25 minutos. Carmen muri¨® el pasado jueves. Su hija se salv¨®.
Algunos ocupantes lo son por pura casualidad. Es el caso de Luis Saiz D¨ªaz, de 27 a?os, empleado del Servef (Instituto de Empleo valenciano). Nunca toma el metro, pero lo hace ese lunes para ir al hospital por una molestia en un ojo. "Voy un minuto a que me lo vean", le dijo a Manolo, con el que compart¨ªa bocadillo, ca?a y un caf¨¦ cortado. Su compa?ero le vio alejarse camino de la boca del metro, con su pantal¨®n de sport y la camisa de cuadros grandes, delgado y atl¨¦tico. Ya de regreso, hacia la una, el vag¨®n estaba en Plaza de Espa?a. Es la estaci¨®n m¨¢s pr¨®xima a su centro de trabajo. Pero Luis Saiz no se baja. ?Ten¨ªa alg¨²n otro asunto que resolver? ?O fue un peque?o despiste natural en quien no coge el metro habitualmente para ir al trabajo? Ya nunca se sabr¨¢.
El grupo de las locuaces
A su alrededor hay varias mujeres cargadas con bolsas, algunas silenciosas, con aspecto cansado. Otras charlan por los codos, cont¨¢ndose las incidencias del d¨ªa. Son un grupo de asistentas que limpian pisos y oficinas en la capital. Una generaci¨®n de mujeres, en torno a los 60 a?os, llenas de energ¨ªa, que no saben estar mano sobre mano en casa. Milagros L¨®pez es as¨ª. Aunque ella es m¨¢s joven, tiene 54 a?os y sube todos los d¨ªas a Valencia a limpiar.
Milagros es de Casas Ib¨¢?ez, un pueblo de Albacete, pero lleva a?os instalada en Torrent con su marido, Paco Hern¨¢ndez. All¨ª viven tambi¨¦n otras mujeres del grupo de las locuaces. Est¨¢ Purificaci¨®n Nu?o, de 62 a?os, que naci¨® en Pinarejo (Cuenca); Mari Carmen Cano, de 58, de Minglanilla (Cuenca), y Pilar Navarro, de 60 a?os, la ¨²nica de Torrent. En realidad, Mari Carmen no coge nunca el metro a esa hora, pero ese d¨ªa tiene que ir a un recado con su hija y ha adelantado la hora del trabajo. Todas son buenas amigas. Se juntan de vez en cuando en el pueblo, que si un caf¨¦, que si una tertulia. O en el trayecto del metro. A fin de cuentas, un rato de descanso, aunque vaya tan lleno que sea casi imposible sentarse. El grupo de mujeres pereci¨® en el accidente.
En el vag¨®n tambi¨¦n viaja Sandra Milena Rodr¨ªguez, de 36 a?os. Esa ma?ana se puso un pantal¨®n pirata y una blusa de rayas finas y sali¨® apresurada. Ten¨ªa mucho que hacer: entregar unas llaves, ir a cuidar de un anciano durante un par de horas y salir disparada despu¨¦s hacia Torrent, donde le hab¨ªa salido otra casa para limpiar. El calor dentro del vag¨®n era infernal. Pero a ella casi le gustaba. Era como respirar el aire de su tierra, Cartagena de Indias. Aunque en Valencia le iban bien las cosas. Hab¨ªa echado amigos y ten¨ªa todo el trabajo que pudiera atender. Iba ligera de equipaje: s¨®lo unas monedas en el bolsillo, el bono del metro y el tel¨¦fono m¨®vil. Ninguna identificaci¨®n, ning¨²n papel personal.
Esa ma?ana, la ¨²ltima de su vida, Sandra Milena sali¨® de casa sin que nadie se diera cuenta. Su prima Mar¨ªa Isabel Barrios recuerda que se march¨® temprano, sin hacer ruido, para no despertar a Claudia, otra chica colombiana con la que compart¨ªa la casa.
El tren vuelve a arrancar. Son apenas 700 metros, un poco cuesta abajo hasta la estaci¨®n de Jes¨²s. El trazado de la v¨ªa es algo tortuoso, porque justo bajo la tierra discurre un r¨ªo. Al construirla, en los a?os ochenta, hubo que mantener congelado el terreno para poder horadar el t¨²nel y hacer el forjado de la c¨²pula.
La unidad ferroviaria se embala al bajar, pero, habitualmente, el maquinista frena y reduce antes de coger la curva de entrada a la estaci¨®n. Esta vez, algo ocurre. Joaqu¨ªn Pardo, el hombre que estaba a los mandos del convoy desde las cinco de la madrugada, no frena. Son las 13.03.
Esta informaci¨®n est¨¢ elaborada con la colaboraci¨®n de Soledad Alcaide, ?lvaro de C¨®zar, Ferran Bono y Claudi P¨¦rez.
Los mayores accidentes de metro
PAR?S: El 10 de agosto de 1903, un cortocircuito causa un incendio en la estaci¨®n del metro de Couronnes. Fallecen 84 personas. A ra¨ªz de esta tragedia se dise?an controles de bajo voltaje para disminuir el riesgo de cortocircuitos.
BERL?N: El 26 de septiembre de 1908, el conductor de un convoy se salta la se?al de stop y choca frontalmente contra otro tren. 18 muertos y 21 heridos graves.
NUEVA YORK: El 1 de noviembre de 1918, un taquillero suple a un conductor de baja. El convoy que conduc¨ªa el novatose descarrila por exceso de velocidad en una curva del t¨²nel de la calle Malbone. Mueren 97 personas y 200 resultan heridas.
LONDRES: El 28 de febrero de 1975, un convoy no se detiene al final del trayecto y se estrella contra un muro, cerca de la estaci¨®n de Moorgate. En el percance mueren 43 personas. Nunca se esclarecieron las causas del siniestro.
M?XICO DF: El 20 de octubre de 1975, dos trenes chocan de frente por un error humano en la estaci¨®n de Viaducto. Fallecen 39 personas y 119 resultan heridas.
LONDRES: En noviembre de 1987, una cerilla o una colilla encendida inician un incendio en una escalera de madera de la estaci¨®n de King's Cross, hacia el final de la hora punta vespertina. Las escaleras arden y los pasajeros quedan atrapados. Pierden la vida 31 personas y 84 resultan heridas.
BAK?: El 28 de octubre de 1995, 290 personas murieron y m¨¢s de 270 resultaron heridas cuando un vag¨®n se incendi¨®, en la hora punta, al encontrarse el tren entre dos estaciones. El Gobierno lo atribuy¨® a un fallo el¨¦ctrico, aunque las sospechas de que una bomba ocasion¨® el siniestro nunca se disiparon del todo. Es el accidente con el balance de v¨ªctimas m¨¢s elevado de la historia.
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