Retrato sin fisuras de Lawrence de Arabia
La enigm¨¢tica figura del coronel brit¨¢nico que luch¨® con tribus n¨®madas ¨¢rabes para echar de la zona a los turcos
He aqu¨ª un retrato conciso de Lawrence: es bajo (un metro y sesenta y cuatro cent¨ªmetros), de cuerpo largo en proporci¨®n a las piernas, a mi parecer, pues impresiona m¨¢s sentado que de pie. Tiene cabeza grande de tipo n¨®rdico, que se eleva recta por el colodrillo, pelo claro (no rubio) y m¨¢s bien fino, y cutis blanco, y puede no rasurarse durante m¨¢s tiempo que casi todos los hombres sin que se note. La porci¨®n superior de su rostro es amable, casi maternal; la inferior, severa, casi cruel. Sus ojos, entre azules y grises, se mueven constantemente. Tiene manos y pies peque?os. Es, o era, muy fuerte: se le ha visto levantar un rifle con el brazo extendido, asi¨¦ndolo por la boca, hasta mantenerlo paralelo al suelo; sin embargo, nadie le describir¨ªa, en el mejor de los casos, sino como duro. En Arabia conquist¨® el respeto de los guerreros del desierto con sus haza?as de vigor y agilidad, descontadas sus otras cualidades. La prueba de aceptaci¨®n en las filas de los luchadores m¨¢s extremos consist¨ªa en la proeza de apearse de un camello al trote y volver a montarlo, con una mano en la silla y un fusil en la otra. Se cuenta que Lawrence la efectu¨®. Este relato manifestar¨¢ su resistencia f¨ªsica.
Su mayor don natural estriba en oscurecer su personalidad si le interesa pasar inadvertido. Llega, por ello, a parecer lerdo, corto de entendederas y vulgar
Es una de las raras personas que adoptan un criterio sensato en cuanto al dinero. Ha comprobado su inutilidad en las dos o tres ocasiones en que anhel¨® algo importante
El ej¨¦rcito y las fuerzas a¨¦reas son el equivalente moderno del monasterio, y, al cabo de un lustro, no lamenta haber elegido una vida casi tan f¨ªsica como la de un animal
Extranjero e infiel, inspir¨® el m¨¢s vigoroso y vasto movimiento nacional de los ¨¢rabes desde los tiempos heroicos de Mahoma, y lo llev¨® a la victoria
Se tienen unas cuantas impresiones preliminares sobre ¨¦l dif¨ªciles de conciliar: "Ese hombrecillo vulgar" (un poeta). "Semblante y figura de bailarina circasiana" (un periodista-conferenciante norteamericano). "Un sujeto peque?o con la cara encarnada como la de un carnicero" (Royal Tank Corps). "Rostro como un taco de papel barato; un individuo de aspecto sueco (es decir, un pat¨¢n)" (Royal Air Force). (...) "Modales muy tranquilos, reposados, y hermosa cabeza en un cuerpo insignificante" (un comandante del Camel Corps).
Horas sin mover un m¨²sculo
Acostumbra a tener las manos unidas, sin tensi¨®n, por debajo del pecho, con los codos apoyados en los costados, la cabeza algo inclinada y la mirada en el suelo. Es capaz de estar horas enteras, sentado o de pie, sin mover un m¨²sculo. Habla con frases breves, despacio, sin levantar el tono ni destacar una palabra de otra. Sonr¨ªe mucho, pocas veces r¨ªe. Es tirador de punter¨ªa envidiable con las armas cortas, y no tanto con las largas. Su mayor don natural estriba en oscurecer su personalidad si le interesa pasar inadvertido. Llega, por ello, a parecer lerdo, corto de entendederas y vulgar, y explota esa facultad sin descanso como medio de autodefensa. En sus primeros tiempos en la Royal Air Force, le enviaron a poner alfombras a las ¨®rdenes de la esposa de un mariscal del Aire. La dama le conoc¨ªa bien, pero ¨¦l, para ahorrar embarazos, prefiri¨® que no le reconociera. Y no le reconoci¨®. A decir verdad, en pocas ocasiones lo consiguen sus amistades cuando viste de uniforme. El cuello abotonado y la gorra con visera son un disfraz, y no hay nada llamativo en su apariencia (...). He observado que le molesta que le toquen, que le ofende una mano puesta en su hombro o rodilla; quiz¨¢ acepte la creencia oriental de que la "virtud" (¨¦l la llamar¨ªa "integridad", supongo) abandona al hombre cuando le tocan. Procura no cambiar apretones de mano, y se muestra reacio a luchar cuerpo a cuerpo. No bebe alcohol, no fuma. No lo hace por ser abstemio convencido, ni por considerarlo perjudicial, sino, sobre todo, porque pocas veces tiene ocasi¨®n de beber y fumar. ?stos son h¨¢bitos que la mayor parte de las personas adquieren como acto de imitaci¨®n social (...). Piensa que la bebida, la glotoner¨ªa, el juego, el deporte y la pasi¨®n amorosa -el universo entero del hombre ordinario- son in¨²tiles, o, en el mejor de los casos, recursos estimulantes para los a?os en que la vida se vuelve aburrida.
Evita comer en compa?¨ªa. No le gusta hacerlo a horas fijas. Aborrece tener que esperar m¨¢s de dos minutos para que le sirvan, y consumir m¨¢s de cinco en la funci¨®n de alimentarse. Por esta raz¨®n, se nutre principalmente de pan y mantequilla. Y prefiere el agua como bebida. Opina que alimentarse es una actividad muy ¨ªntima, y que deber¨ªa efectuarse en un cuartito, a solas y a puerta cerrada. Come, llegado el momento -poco frecuente-, con indiferencia, de manera distra¨ªda. Vino a verme en su motocicleta de carreras a la hora del desayuno: hab¨ªa salvado 360 kil¨®metros en 300 minutos. No quiso desayunar. Le pregunt¨¦ luego c¨®mo era el rancho del campamento.
-Raramente lo pruebo, pero es bastante bueno. Ahora estoy en el almac¨¦n de intendente, de modo que necesito muy poca cosa.
-?Cu¨¢ndo comi¨® por ¨²ltima vez? -pregunt¨¦.
-El mi¨¦rcoles.
Por lo visto hab¨ªa consumido algo de chocolate, una naranja y una taza de t¨¦. Est¨¢bamos a s¨¢bado. Creo haber colocado unas manzanas a su alcance y, al cabo de cierto tiempo, tom¨® una. La fruta es su ¨²nico sibaritismo. (...).
Adem¨¢s, si no tiene obligaciones, evita dormir con regularidad. Ha descubierto que su cerebro funciona mejor si trata al sue?o como a la comida. (...) No pertenece a clubes, sociedades o pe?as. S¨®lo responde, y no siempre, las cartas m¨¢s urgentes. Al regresar a Oxford en 1922, tras dos supuestos meses de ausencia, transformados en seis, en Oriente, hall¨® su escritorio abrumado de correspondencia, quiz¨¢ entre doscientas y trescientas cartas. Hab¨ªa ordenado que no se las remitiesen. Ley¨® todas con cuidado, despach¨® una sola contestaci¨®n -un telegrama-, y el resto fue a parar a la papelera. (...)
Es una de las raras personas que adopta un criterio sensato en cuanto al dinero. Ni lo ama ni lo rechaza, porque ha comprobado su inutilidad en las dos o tres ocasiones en que anhel¨® algo importante. Puede ser un financiero si se le antoja, mas, por lo regular, no le preocupa su cuenta bancaria. En este preciso instante, carece de ella. Ha cuidado mucho de no ganar un c¨¦ntimo con sus escritos sobre la sublevaci¨®n ¨¢rabe. Esto descontado, se ha esforzado en obtener dinero con su pluma, y ha conseguido 35 libras durante cuatro a?os de af¨¢n an¨®nimo. Llama a estas ganancias el postre del rancho de la Royal Air Force. Escribe con mucha dificultad y enmiendas interminables, y no se enorgullece ni disfruta de lo que ha redactado. Casi todas sus ganancias se derivan de traducciones, y no de obras originales o de creaci¨®n. (...) Creo que le gusta en especial encontrar a alguien que sepa m¨¢s que ¨¦l o que haga las cosas mejor que ¨¦l. Se unir¨¢ a esa persona y aprender¨¢ todo lo que haya que aprender. Y si encuentra a una capaz de pensar m¨¢s aprisa, o con m¨¢s precisi¨®n que ¨¦l, y que se le anticipe en el comportamiento, en apariencia desordenado, pero, en realidad, bien meditado, se alegra de ello. Al mismo tiempo, tiene el convencimiento brutal de su general insuficiencia, por lo que no acepta que se le contradiga en las ocasiones precisas en que ha demostrado superar a los dem¨¢s. (...)
Acaso su rasgo personal m¨¢s inesperado sea el de que nunca mira a nadie a la cara, y nunca reconoce una. Es algo hereditario: un d¨ªa su padre le pis¨® en la calle y sigui¨® adelante sin pedirle perd¨®n ni advertir qui¨¦n era. No reconocer¨ªa siquiera a su madre o hermanos si los encontrara de repente. La pr¨¢ctica inveterada consiente que hable largo y tendido, durante veinte minutos, por ejemplo, con quien le aborde, sin revelar que no tiene la menor idea de qui¨¦n es. Sin embargo, recuerda los nombres y detalles de aficiones y car¨¢cter, as¨ª como las palabras, opiniones y lugares, de manera v¨ªvida y por extenso. Hace lo que puede para evitar esta deficiencia, pero se halla en continuos apuros por no reconocer y saludar a los oficiales vestidos de paisano, porque nadie est¨¢ dispuesto a aceptar sus explicaciones.
Implacable
Jam¨¢s ha sido dogm¨¢tico en materia religiosa o pol¨ªtica: no cree en un Absoluto filos¨®fico. Le disgustan las multitudes o cualquiera que base su autoridad s¨®lo en pertenecer a una sociedad o credo dado. Claro, espera que los individuos se encuentren a ellos mismos y sean leales a su modo de ser, y consientan que sus vecinos hagan otro tanto. Desear¨ªa que cada hombre fuese una pregunta perdurable. Puede ser implacable hasta rayar en la crueldad: el embate de su c¨®lera, una c¨®lera fr¨ªa, calmosa y risue?a, es violento. O¨ªr, verbigracia, de qu¨¦ suerte abruma a un impostor, que pretende haber servido durante la guerra en Oriente, en esta o aquella unidad, o c¨®mo recuerda a un valent¨®n que mand¨® deliberadamente a sus hombres a la muerte en una provincia u otra, es una experiencia aterradora. Pero ido el ofensor, se apaga su ira sin dejar rastro.
No gustan a Lawrence los ni?os (o los perros o los camellos) en cantidad, como colectivo, de la forma sentimental ordinaria. Le agradan algunos ni?os (como tambi¨¦n algunos perros y algunos camellos). Se aparta del resto. Los compadece, le apenan, por ser criaturas obligadas, sin que se les consultase, a vivir una existencia en que, si son buenas, acabar¨¢n por sufrir desenga?os. Ello no obsta a que en ocasiones hable con un chiquillo como si fuese un ser independiente y no mero eco, m¨¢s o menos despabilado, de sus padres.
Tiene en poco, a lo que parece, a la raza humana, y no le interesa su pervivencia. Como a Swift, no le atrae sentimentalmente la hermandad universal. Desde?a las obras de los hombres. Ha llegado a este estado de ¨¢nimo y convicci¨®n, imagino, por el mismo camino que Swift: por un abrumador sentido de la libertad personal, magnanimidad e intenso deseo de perfecci¨®n tan claramente inalcanzable, que apenas justifica el intento de buscarlo.
Tal vez podamos concluir que cuando, en 1922, su desd¨¦n por la multitud se hizo tan fuerte, y advirti¨® que se estaba transformando en una limitaci¨®n para ¨¦l; cuando descubri¨®, de hecho, tras el triunfo aparente de la aventura ¨¢rabe, que, al evitar la m¨¢scara de h¨¦roe popular, se retra¨ªa cada vez m¨¢s y cada vez m¨¢s se interesaba por no ser otro que ¨¦l mismo, tom¨® una decisi¨®n abrupta: se alist¨®, se lig¨® a una vida que le forzaba perpetuamente a ser un miembro de la multitud despreciada. El ej¨¦rcito y las fuerzas a¨¦reas son el equivalente moderno del monasterio, y, al cabo de un lustro, no lamenta haber elegido una vida casi tan f¨ªsica como la de un animal, con comida y bebida seguras, una jornada de trabajo con arn¨¦s y un establo al final del d¨ªa, hasta que amanezca el siguiente, en que se repite el trabajo del anterior.
Lo que describe como "amor a la publicidad" de Lawrence se interpreta con mayor acierto como el ardiente anhelo de conocerse a s¨ª mismo, pues nadie puede ser uno mismo sin conquistar ese conocimiento. Le es indiferente la publicidad entendida como aquello que se publica sobre ¨¦l; le divierte lo que lee acerca de su persona. Pero deja de divertirle cuando conoce a quienes creen cuanto se ha publicado sobre ¨¦l y se portan como si la leyenda fuese verdad. Niega esa leyenda y le contestan "?qu¨¦ modestos son los h¨¦roes!"; y casi vomita de asco. (...) Se le ha tildado a menudo de vanidoso, porque ha posado para tantos pintores y escultores -se ha negado a ello ¨²nicamente en cuatro ocasiones-; pero sus razones fueron lo m¨¢s opuesto a la vanidad. Un engre¨ªdo tiene idea precisa de s¨ª mismo y trata de imponerla a sus vecinos. Lawrence posa para que le retraten, ya que se propone descubrir qu¨¦ es mediante el efecto que produce al artista. (...)
Otra raz¨®n motiva que "pose", la de que los artistas (en la acepci¨®n amplia) son la ¨²nica clase de seres humanos a la que le agradar¨ªa pertenecer. (...) Ha trabajado mucho en intentos escult¨®ricos; me cont¨® que en alguna parte, creo que en Siria, dej¨® en la techumbre de una casa doce estatuas de tama?o natural que hab¨ªa ejecutado. Ciertos decorados exteriores de una capilla disidente de la Iglesia anglicana, en la Iffley Road de Oxford, son obra suya, pero carecen de firma y no se distinguen por ello de los otros. He visto trabajos de orfebrer¨ªa que ha realizado. Ha escrito poemas; quedan mucho m¨¢s lejos de lo que intentaba hacer que las obras de sus manos, porque la poes¨ªa ofrece m¨¢s libertad que ¨¦stas. El principal castigo, o azote, de Lawrence consiste en que no puede dejar de pensar (...).
Inspirador de los ¨¢rabes
Pero estamos entrando sin querer en terreno filos¨®fico. La conclusi¨®n m¨¢s sencilla sobre Lawrence es la mejor. No se trata de un "gran hombre". La grandeza de sus logros es en cualquier caso hist¨®rica. ?l, extranjero e infiel, inspir¨® el m¨¢s vigoroso y vasto movimiento nacional de los ¨¢rabes desde los tiempos heroicos de Mahoma y sus inmediatos sucesores, y lo llev¨® a la victoria. (...)
El p¨²blico siente por ¨¦l un inter¨¦s que limita casi con la noci¨®n de propiedad; pero nadie posee, ni poseer¨¢, a Lawrence. No es un Ni¨¢gara mostrenco destinable a fines pol¨ªticos o comerciales. ?Un gobierno colonial? ?Qu¨¦ destino ser¨ªa ¨¦se para quien pudo ser emperador? E imag¨ªnese a Lawrence, que hace tanto tiempo que pone en duda su existencia y la de los otros, colocando primeras piedras y asistiendo a desfiles y banquetes... Poco despu¨¦s de concluir la guerra, se le invit¨® a asistir a la recepci¨®n de una boda de la buena sociedad. Fue (estimaba al novio) con un joven attach¨¦ diplom¨¢tico, muy impresionado por la solemne ocasi¨®n.
-?Su nombre, caballeros? -pregunt¨® el lacayo en la puerta.
Lawrence not¨® que su compa?ero se preparaba para hacer una entrada impresionante, y le domin¨® el esp¨ªritu de travesura.
-Se?ores Lenin y Trotsky -dijo.
Y el lacayo proclam¨® "los se?ores Lenin y Trotsky" mec¨¢nicamente, escandalizando a los presentes, entre los cuales hab¨ªa miembros de la familia real.
Lawrence y los ¨¢rabes. Pen¨ªnsula
Un extracto del libro publicado originalmente en 1927, que se vuelve a reeditar en Espa?a. Es la primera biograf¨ªa autorizada sobre el coronel brit¨¢nico que inspir¨® el movimiento nacionalista de los ¨¢rabes m¨¢s importante desde los tiempos de Mahoma.
Carta al 'Times' de Londres
MUY SE?OR M?O: En el debate de esta semana en los Comunes sobre el Pr¨®ximo Oriente, un veterano miembro de la Casa se asombr¨® de que los ¨¢rabes de Mesopotamia se alzasen en armas contra nosotros, a pesar de nuestro bienintencionado mandato. Su sorpresa ha tenido eco, ac¨¢ y all¨¢, en la prensa. Se me antoja basada en un conocimiento tan parvo y desviado de la nueva Asia y la historia del ¨²ltimo lustro, que me atrevo a abusar de su espacio (...).
Los ¨¢rabes se sublevaron contra los turcos durante la guerra no porque el Gobierno otomano fuese notablemente malo, sino porque deseaban ser independientes. No expusieron sus vidas en los combates para cambiar de se?ores, para convertirse en s¨²bditos brit¨¢nicos o ciudadanos franceses. Lo hicieron para autorregirse.
Est¨¢ por comprobar si se hallan preparados o no para ser independientes. El m¨¦rito no califica para ser libres. Los b¨²lgaros, afganos y tahitianos lo son. La libertad se disfruta cuando se est¨¢ tan bien armado, o se es tan turbulento, o se habita en un pa¨ªs tan espinoso, que el gasto para que nuestro Gobierno lo ocupe supera el provecho de lograrlo. El Gobierno de Faysal en Siria ha sido independiente durante dos a?os, y ha mantenido en su ¨¢rea la seguridad p¨²blica y los servicios c¨ªvicos. (...)
No maravilla que hayan perdido la paciencia al cabo de dos a?os. El Gobierno que establecimos es de estilo ingl¨¦s, y se administra en idioma ingl¨¦s. Lo dirigen 450 funcionarios ejecutivos brit¨¢nicos, y ning¨²n mesopot¨¢mico responsable. En la ¨¦poca turca, el 70% de la burocracia civil ejecutiva era ind¨ªgena. Nuestros 80.000 soldados se ocupan all¨ª de misiones de polic¨ªa; no defienden las fronteras. Someten al pueblo. (...) Es cierto que hemos aumentado su prosperidad, pero ?qu¨¦ importa eso cuando en el otro platillo reposa la libertad? (...).
Yo establecer¨ªa el ¨¢rabe como lengua gubernamental. (...) Formar¨ªa dos divisiones de tropas voluntarias, ¨¢rabes sin excepci¨®n, desde el general hasta el soldado de segunda. (...) Confiar¨ªa a esas unidades el mantenimiento del orden p¨²blico, y despachar¨ªa del pa¨ªs a todos los militares brit¨¢nicos o indios. (...)
Me replicar¨¢n que es grotesca la idea de un dominio moreno en el Imperio brit¨¢nico. No obstante, los esquemas de Montagu y Milner tienden a eso. La ¨²nica alternativa a ello parece ser la conquista, que el ingl¨¦s corriente ni quiere ni puede pagar.
Desde luego, hay petr¨®leo en Mesopotamia, pero inaccesible para nosotros mientras haya guerra en el Oriente Pr¨®ximo. Y pienso que, si tanto lo necesitamos, podr¨ªa ser motivo de una negociaci¨®n. Los ¨¢rabes parecen dispuestos a verter su sangre por la independencia. ?Por consiguiente, har¨¢n lo mismo, con mayor facilidad, con su petr¨®leo!
(T. E. Lawrence. All Souls College, 22 de julio de 1920).
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