Una gota en un oc¨¦ano
Por primera vez, esta Espa?a est¨¢ dise?ando una pol¨ªtica hacia su vecina ?frica de car¨¢cter global, basada en la colaboraci¨®n y no la imposici¨®n, en tratar bien a esos pa¨ªses. Espa?a es consciente de que, por s¨ª sola, no puede frenar la inmigraci¨®n ilegal. Necesita por una parte la cooperaci¨®n de los socios europeos, y la est¨¢ logrando de forma notable, mucho m¨¢s que Italia en su d¨ªa para detener la marea albanesa. Por otra, la colaboraci¨®n de los propios pa¨ªses de origen, los subsaharianos, y los de paso (y tambi¨¦n de origen de sus propios irregulares), como Marruecos o Mauritania. Pero estos Estados no pueden tampoco hacerlo solos.
Para detener a los cayucos y pateras es necesario hacerlo en origen o en sus aguas jurisdiccionales, pues una vez en aguas internacionales, la repatriaci¨®n se hace casi imposible. La presencia de polic¨ªas de estos pa¨ªses a bordo de barcos europeos, constituye una novedad. De hecho, es sorprendente esta colaboraci¨®n pues para muchos de esos pa¨ªses, el que sus nacionales emigren es una bendici¨®n que acaba convirti¨¦ndose en fuente de divisas. Estas polic¨ªas tambi¨¦n colaboran en la identificaci¨®n para su repatriaci¨®n de los que acaban llegando a Canarias u otros lugares. Aunque en n¨²mero insuficiente, son las primeras repatriaciones de este tipo desde que 10 a?os atr¨¢s el Gobierno de Aznar lo hiciera sedando a unos irregulares con aquel "hab¨ªa un problema y se ha solucionado". Se ve que no. El problema empez¨® por entonces, pero no se tomaron las medidas adecuadas, que no pueden consistir s¨®lo en impedir la entrada, sino que deben dar perspectivas vitales a los subsaharianos. Sin ellas, nada evitar¨¢ que lo intenten una y otra vez.
Varios elementos han contribuido a la buena receptividad de las ideas espa?olas que se van plasmando en el llamado Plan ?frica que el Gobierno ha de completar y cohesionar si ha de ser m¨¢s que un collage de acciones dispersas. Aunque quiz¨¢s Espa?a la hubiera podido utilizar para lograr antes una mejor cooperaci¨®n por parte de los pa¨ªses de origen, la regularizaci¨®n de una buena parte de los inmigrantes ilegales ha pesado favorablemente. Tambi¨¦n la constante presencia en esta ?frica del ministro Moratinos o de su segundo, Le¨®n, con la idea de hacer participar a estos pa¨ªses en esta pol¨ªtica pues son ellos los que han de encargarse de la vigilancia de sus fronteras y aguas, aunque Europa les ayude. La mayor presencia de diplom¨¢ticos espa?oles en una zona cercana pero hist¨®ricamente ignorada por Espa?a, y el compromiso con el desarrollo econ¨®mico de esas sociedades a largo plazo -acompa?ado con un notable aumento de la ayuda espa?ola al desarrollo-, tambi¨¦n cuentan. Faltan las inversiones.
El ¨¦xito no est¨¢ garantizado, y todo ello no impide las tragedias que vemos estos d¨ªas en el mar o en la frontera de Melilla. Pero Espa?a, a diferencia de Sarkozy en Francia, no ha planteado seleccionar a los mejor educados para permitir que inmigren. Eso llevar¨ªa a vaciar la capacidad de desarrollo de esos pa¨ªses, como apunt¨® en un reciente art¨ªculo, Inmigraci¨®n: el ejemplo espa?ol, Abdulaye Wade, presidente de Senegal, que tuvo s¨®lo semanas antes un enfrentamiento con Espa?a a cuenta de su negativa inicial a aceptar repatriaciones. La nueva pol¨ªtica africana de Espa?a ha empezado a interesar a Washington, porque muchos de estos pa¨ªses cuentan ahora mucho m¨¢s en t¨¦rminos de materias primas, energ¨¦ticas o estrat¨¦gicas, y de lucha contra el terrorismo.
La cuesti¨®n migratoria es sumamente compleja. Debi¨® de abordarse hace varios lustros cuando a¨²n era previsible, y no real. Se examinar¨¢ hoy y ma?ana en Rabat en la cumbre ministerial euroafricana. Aunque sea acuciada por la avalancha de irregulares, aunque sea un gota en un oc¨¦ano, por poco que contribuyera Espa?a a poner en marcha un proceso m¨¢s amplio que permitiera sacar a ?frica del pozo del subdesarrollo -incluida una vital apertura en la Organizaci¨®n Mundial del Comercio, pues no se puede pretender a la vez no facilitar que estos pa¨ªses exporten lo que puedan y rechazar a sus gentes-, esa ser¨ªa la mayor aportaci¨®n de ZP al mundo exterior. aortega@elpais.es
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