Todo comienza muy temprano
Todo lo que leo ¨²ltimamente sobre la evoluci¨®n de nuestra econom¨ªa y sociedad coincide en subrayar la aparici¨®n de una tendencia que se acent¨²a con el paso del tiempo: la brecha de la desigualdad. Desigualdad en los salarios, en la distribuci¨®n de la renta y la riqueza, en el empleo, en el acceso a la vivienda, en la capacidad de emancipaci¨®n, en la educaci¨®n de calidad, en la esperanza de vida y, en general, en las oportunidades para llegar a ser aquello que cada uno tiene motivos de querer ser.
La ¨¦poca dorada de la tendencia a la igualdad, que se dio en la segunda mitad del siglo pasado, se ha acabado. Los salarios y otros ingresos derivados de las prestaciones sociales del Estado de bienestar ya no consiguen reducir las diferencias. Al contrario, las acent¨²an.
Las fuentes de la desigualdad social est¨¢n en los primeros a?os de la vida. Lo que ocurra hasta los ocho a?os determinar¨¢, muy probablemente, lo que cada uno va a ser
Dicho de otra forma, la sociedad espa?ola se polariza entre un grupo reducido pero cada vez m¨¢s rico que dispone de m¨¢s oportunidades para ser lo que quiere ser y un n¨²mero creciente de personas que ven como se empobrecen y se reducen sus oportunidades en la vida. Es como una herida en el cuerpo social que se agranda con el paso de los a?os. En particular, entre los j¨®venes y las mujeres; especialmente, las mujeres que son madres solas.
Este dato emp¨ªrico, surgido de las as¨¦pticas estad¨ªsticas, parece chocar con la percepci¨®n ampliamente extendida entre nuestras autoridades pol¨ªticas y en la propia sociedad, que tienden a creer que "Espa?a va bien".
Pero los datos son tercos. Una instituci¨®n tan poco proclive a dramatizar las diferencias sociales como el Banco de Espa?a pone de manifiesto en su ¨²ltimo informe sobre la econom¨ªa espa?ola el aumento de la desigualdad salarial. Es interesante destacar que el aumento del nivel de estudios entre los trabajadores ha contribuido a aumentar la disparidad de salarios. Los titulados universitarios tienen salarios que est¨¢n por encima de la media y la dispersi¨®n de ingresos en este colectivo se ampl¨ªa, lo que hace que se agranden las desigualdades entre ellos. Las mujeres, por su parte, tienen salarios por debajo de la media, pero las diferencias entre ellas parecen ser menores que entre los hombres.
En todo caso, si de la as¨¦ptica disecci¨®n de la desigualdad de salarios que hace el Banco de Espa?a pasamos a las descripciones m¨¢s coloristas de los soci¨®logos y economistas independientes, las cosas se ven m¨¢s claras; es decir, la desigualdad se acent¨²a en casi todas las dimensiones que queramos considerar.
Aquellos que tengan inter¨¦s en un mayor conocimiento de c¨®mo avanzan las desigualdades en nuestro entorno m¨¢s cercano -ya sea ¨¦ste Catalu?a, Espa?a o Europa- tienen a mano una informaci¨®n creciente y de calidad. Entre los estudios econ¨®micos, me parecen especialmente relevantes los que viene publicando el servicio de estudios de Caixa de Catalunya bajo la direcci¨®n del catedr¨¢tico Josep Oliv¨¦. Entre los estudios de nuestra evoluci¨®n social les recomiendo leer los trabajos de Gosta Espin-Andersen, un economista y soci¨®logo dan¨¦s afincado entre nosotros como profesor de la UPF, a mi juicio uno de los analistas m¨¢s l¨²cidos de nuestros males y remedios sociales.
Hay algo especialmente intrigante y perturbador en estos an¨¢lisis sobre la desigualdad creciente de nuestra sociedad: las fuentes de la desigualdad social est¨¢n en los primeros a?os de la vida de las personas. Lo que ocurra hasta los ocho a?os determinar¨¢ con much¨ªsima probabilidad lo que cada uno va a ser en la vida.
Apoy¨¢ndose en los trabajos del premio Nobel de econom¨ªa de 2000, James Heckman, Spin-Andersen destaca de manera muy elocuente en sus escritos la importancia de un buen inicio en la vida de las personas. En definitiva, la capacidad de aprender y la capacidad de adaptaci¨®n que tienen las personas en la edad adulta dependen de la ense?anza, los valores y las actitudes que hayan adquirido en la edad temprana.
Los estudios insisten en se?alar este resultado. Lo que ocurre a los chavales en esa temprana franja de edad determinar¨¢ en qu¨¦ liga jugar¨¢n de mayores. Unos lo har¨¢n en la Champions, otros en la primera divisi¨®n nacional y otros en categor¨ªas inferiores. Pero lo perturbador de ese reparto, desde el punto de vista de la ¨¦tica y la moral p¨²blica, es que no ser¨¢ ni el azar ni la globalizaci¨®n lo que distribuya las oportunidades de la gente para salir adelante, ser¨¢ la educaci¨®n que hayan recibido en su primera infancia y el marco familiar en que hayan nacido.
La familia, la herencia social, como clave de las oportunidades de los j¨®venes. Lo mismo que ocurre con ciertas enfermedades gen¨¦ticamente hereditarias, la desigualdad tiene tambi¨¦n un fuerte componente hereditario. Por lo tanto, cuando hablamos de la libertad y la responsabilidad de los individuos y de su derecho a elegir, no podemos olvidar este dato tan determinista. La responsabilidad recae tambi¨¦n en la familia y la sociedad en su conjunto.
Este es un descubrimiento tremendo. Pero tiene su parte buena: al menos sabemos cu¨¢ndo y d¨®nde actuar para romper el determinismo individual de la herencia social.
Ahora que nuestros l¨ªderes pol¨ªticos y los partidos se van a encerrar durante el verano para elaborar las ofertas de pol¨ªticas que van a incluir en sus programas para las elecciones de oto?o, es el momento propicio para tener en cuenta esta prioridad pol¨ªtica: invertir en los ni?os de hasta ocho a?os, especialmente en los que nacen en el seno de familias desestructuradas o en situaci¨®n de pobreza, y en barrios con serios problemas de empleo y marginaci¨®n. La geograf¨ªa de la desigualdad es importante.
Los economistas, soci¨®logos y otros cient¨ªficos sociales pueden, por su parte, contribuir de dos formas. En primer lugar, elaborando una geograf¨ªa detallada de la desigualdad. En segundo lugar, dise?ando indicadores continuos de desigualdad. Preg¨²ntense por qu¨¦ a la inflaci¨®n se le presta tanta atenci¨®n y tan poca a la desigualdad. Fundamentalmente porque de la inflaci¨®n tenemos indicadores continuos que presionan sobre los pol¨ªticos y la sociedad. Cuanto tengamos ese mismo instrumento para conocer c¨®mo avanza la desigualdad, habremos dado un paso de gigante para resolverla. Seg¨²n un dicho anglosaj¨®n, lo que se mide mejora, lo que no se mide empeora.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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