La b¨ªfida lengua de Materazzi
Lleg¨® el Mundial y pas¨®. Unos corr¨ªan como ratones de colores sobre el tapete de juego mientras otros, ante pantallas reverberantes, acech¨¢bamos el advenimiento del gol. O, cl¨®nicos y vociferantes, congregados en plazas y gradas, zarande¨¢bamos el aire con c¨¢nticos y banderas. Ahora no queda ni el eco. Ya somos todos fantasmas en el recuerdo. Y yo por partida doble. Por cuanto soy un fantasma con seud¨®nimo. O sea, doblemente fantasmal. Pero, ?por los cuernos del m¨¢s crujiente cruas¨¢n!, este Mundial ha merecido la pena.
Algunos se lamentar¨¢n de su car¨¢cter defensivo. Y har¨¢n suyo el dicho de "la mejor defensa es un buen ataque". Olvidando que el aserto deja de ser cierto en cuanto el buen ataque se topa con una mejor defensa. Podr¨ªamos revertir la cuesti¨®n para afirmar que el ataque comienza en la defensa y que la defensa debe ejercerse incluso en el ¨¢rea contraria con la presi¨®n de los delanteros sobre los zagueros cuando ¨¦stos se hacen con el bal¨®n. "Ya no hay atacantes, s¨®lo contraatacantes", se lamentaba hace a?os Platini. Su nostalgia estaba justificada porque sus tiempos, como las golondrinas del poeta, no volver¨¢n.
El f¨²tbol total ha impuesto su ley. La rapidez y la fuerza f¨ªsica coordinadas con la inteligencia t¨¢ctica, tambi¨¦n. Hemos visto partidos vibrantes en que los contendientes se contra¨ªan y desplegaban como un solo organismo, sin tregua ni resuello, hasta la extenuaci¨®n. Nunca los goles han resultado tan caros. Ni tan apreciadas las jugadas a bal¨®n parado. A?oraremos a los extremos de anta?o en sus respectivas bandas o al delantero centro en el ¨¢rea. Pero ahora los espacios hay que crearlos para poder ganarlos por anticipaci¨®n y es aconsejable saber controlar la pelota en plena carrera o devolverla al primer toque antes de que el contrincante cierre compuertas. Jugar r¨¢pido es pensar r¨¢pido. O de memoria. Y tambi¨¦n ah¨ª radica la belleza. Me arriesgar¨ªa a decir que, al igual que los atletas actuales saltan y corren m¨¢s, la mayor¨ªa de las selecciones que hemos visto en el Mundial derrotar¨ªan a las m¨ªticas de anta?o y, retroactivamente, incluso se ganar¨ªan a s¨ª mismas.
Y en lo que respecta a ectoplasmas, ya que fantasmas somos y de fantasmas hablamos, el aura de Zinedine Zidane resplandece, a pesar del triste reflejo de la tarjeta roja, con la misma intensidad que la de los selectos esp¨ªritus que le precedieron en el velador de la memoria: Di St¨¦fano, Pel¨¦ o Maradona. Cualquier tiempo pasado no fue mejor. Ni peor. Pero es pasado. Y el pasado... pasado est¨¢.
Este Mundial tambi¨¦n pas¨®. Ahora nos queda Johannesburgo y una extra?a sensaci¨®n. La de que, a fin de cuentas, en la fantasmag¨®rica danza final, todo se ha reducido a tres cabezazos y dos patadas. La primera patada fue la que Zidane propin¨® al bal¨®n en el magistral lanzamiento de su penalti a lo Panenka. Dio en el larguero y entr¨®. La segunda patada fue la que Trezeguet propin¨® al bal¨®n en el fat¨ªdico lanzamiento de su penalti a lo Zidane. Dio en el larguero y no entr¨®. El primer cabezazo fue el que Materazzi propin¨® al bal¨®n a lo Materazzi y Barthez, a lo Barthez, se trag¨®. El segundo cabezazo fue el que Zidane, a lo Zidane, propin¨® al bal¨®n y Buffon desvi¨® a lo Buffon. El tercer cabezazo fue el que Zidane propin¨® a Materazzi a lo Materazzi en pleno plexo solar y que hizo que el tal Materazzi se desplomara, a lo dama de las camelias, doblado en dos. Esta concatenaci¨®n de estilos, cabezazos y patadas culminaron un Campeonato del Mundo en el que Francia fue el mejor equipo con creces, pero Italia se llev¨® el gato al agua. L¨¢stima de que el gato no le comiera la b¨ªfida lengua a Materazzi aunque el veneno lo matara.
Gonzalo Su¨¢rez, escritor y cineasta, recupera el seud¨®nimo de Mart¨ªn Girard con el que firm¨® como periodista en los a?os 60.
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