Pacificador de pandillas urbanas
El sacerdote anglicano Luis Barrios media entre Latin Kings y ?etas
Al sur del Bronx se encuentran las calles donde trabaja Luis Barrios, un sacerdote anglicano cuya influencia se extiende gracias al ciberespacio y a las l¨ªneas telef¨®nicas, tambi¨¦n al otro lado del Atl¨¢ntico. Mediador entre Latin Kings y ?etas en innumerables conflictos, su autoridad est¨¢ fuera de duda. Conoci¨® al fundador de los ?etas, Carlos El Sombra, en su infancia y m¨¢s tarde, en los a?os setenta, volvi¨® a coincidir con ¨¦l siendo capell¨¢n de la prisi¨®n de Oso Blanco (R¨ªo Piedras, San Juan de Puerto Rico). Desde su llegada a Manhattan hace 22 a?os, Barrios ha estado en contacto con los cabecillas de las pandillas neoyorquinas.
Profesor en el John Jay College de la Universidad de Nueva York, Barrios ha visitado Madrid tras haber pasado por Italia, donde logr¨® que en G¨¦nova se firmara un acuerdo hist¨®rico entre bandas que puede conducir a la futura legalizaci¨®n de las pandillas siguiendo el modelo aplicado en Catalu?a. En el a?o 2000 recibi¨® las primeras llamadas desde Espa?a. "Uno nunca sabe qui¨¦n est¨¢ al otro lado del tel¨¦fono o del correo electr¨®nico, y estas pandillas no paran de crecer, porque son una alternativa para muchos j¨®venes", explica.
"Ellos no est¨¢n preparados para llegar ac¨¢, y ac¨¢ tampoco lo est¨¢n para recibirles", sostiene Barrios
Ning¨²n tatuaje ni distintivo pandillero a la vista, vestido con pantal¨®n claro y camisa de cuadros, con amplia sonrisa y suave acento puertorrique?o, Barrios atendi¨® al numeroso grupo de j¨®venes que le aguardaban y al fin puso cara a algunos de sus muchos interlocutores. "Hay varios l¨ªderes. En las pandillas se da un caudillismo patriarcal, herencia de la cultura suramericana, aunque estos grupos son ya un fen¨®meno transnacional", apunta. A pesar de que las peleas entre Latin Kings y ?etas han dejado m¨¢s de un cad¨¢ver tras de s¨ª, ¨¦l rechaza el t¨¦rmino guerra y prefiere hablar de "peleas" entre muchachos, en las que interviene porque trata de dar "alternativas a la violencia para resolver conflictos".
Las faldas parecen ser un denominador com¨²n en estas ri?as violentas. "Hay una herencia cultural machista que asume un derecho de propiedad sobre la mujer. A veces tambi¨¦n se arrastran cuestiones relacionadas con regionalismos. Se trata de cosas insignificantes que provocan situaciones muy serias. Las pandillas tienen que aprender a convivir", asegura. La clave para este pacificador reside en la restituci¨®n de la justicia: "El castigo o el revanchismo no funcionan, tiene que haber justicia para que haya paz. Hay gente que quiere brincar por encima de este paso, generalmente los opresores que quieren hacer borr¨®n y cuenta nueva", se?ala.
Barrios entiende que estas bandas "no son un problema, sino un s¨ªntoma de una realidad socioecon¨®mica". Habla de las sociedades excluyentes en las que se desenvuelven estos j¨®venes como uno de los factores del ¨¦xito de las pandillas. "Ellos no est¨¢n preparados para llegar ac¨¢, y ac¨¢ tampoco lo est¨¢n para recibirles. En EE UU surgieron en la calle y en las prisiones para combatir el racismo, pero en cada lugar tienen un origen distinto y la prevenci¨®n policial no puede ser la ¨²nica soluci¨®n", subraya. ?Es la violencia un factor inherente? "Las normas no fomentan la violencia grupal o interpersonal, sino la vivencia comunitaria, la hermandad y la colectividad. Pero se trata de microgrupos en una macrosociedad que alienta la violencia. Como en todas partes, hay manzanas podridas que son criminales o que se criminalizan", asegura.
Sobre el componente sectario de las pandillas tambi¨¦n tiene algo que decir: "Producen secretismo y tienen sus rituales como los tiene la Iglesia, sin que nadie se meta con ellos. Se tiende a criminalizar estas pandillas, y aunque no son santos, tampoco son demonios. Ellos practican una religiosidad popular y una espiritualidad pol¨ªtica".
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