Tres santos con pistolas
EL PA?S presenta ma?ana, s¨¢bado, por 8,95 euros, 'Los hermanos Marx en el Oeste', una de las joyas del humor en el cine
Ricitos, el Oeste no me gusta; no saben m¨¢s que matarse unos a otros. Me gustar¨ªa el Oeste si estuviera en el Este. V¨¢monos", dice Chico tras experimentar desde una esquina de la calle uno de esos tiroteos t¨ªpicos de los westerns. Una declaraci¨®n que, siguiendo las se?as de identidad del cine de los hermanos Marx, mezcla la parodia, la desmitificaci¨®n y el m¨¢s glorioso de los absurdos.
Caricatura descacharrante de un g¨¦nero que en esa ¨¦poca gozaba de uno de sus puntos ¨¢lgidos, Los hermanos Marx en el Oeste (Go West, en el original) fue rodada en 1940 para la Metro-Goldwyn-Mayer por Edward Buzzell, uno de esos artesanos de los estudios que se conformaban con no estropear el producto y que dejaban libertad absoluta a los que verdaderamente eran los creadores de la pel¨ªcula: Groucho, Chico y Harpo Marx, quiz¨¢ los ¨²nicos artistas de toda la historia del cine que puedan considerarse autores sin haber dirigido ni escrito ninguno de sus filmes.
Surrealismo, anarqu¨ªa y toneladas de desfachatez se unen en una pel¨ªcula que culmina con el famoso grito de "?m¨¢s madera, es la guerra!" (en realidad, un invento de la traducci¨®n espa?ola; en el original s¨®lo se grita "?madera!"), y que se inicia con lo que algunos considerar¨ªan prohibitivo: un largu¨ªsimo gag de 10 minutos en el que dos artistas del timo como Chico y Harpo despluman al incauto de Groucho. Una secuencia basada en la picaresca, dilatada al m¨¢ximo, que ya hab¨ªan experimentado tres a?os antes en una escena similar de Un d¨ªa en las carreras; un humor que se estira y estira hasta que parece no dar m¨¢s de s¨ª, pero que a¨²n sigue sacando conejos de la chistera c¨®mica hasta llegar a un desenlace magistral.
Como es habitual en la mayor¨ªa de sus pel¨ªculas, Los hermanos Marx en el Oeste contiene la cl¨¢sica historia de amor entre j¨®venes que se eleva sobre todos los impedimentos, adem¨¢s de los siempre cautivadores momentos musicales protagonizados por Chico, en el piano, y por Harpo, en el arpa. Unas escenas que han hipnotizado a varias generaciones de ni?os que, gracias a los ¨²nicos primer¨ªsimos planos de todo el metraje, se sorprend¨ªan al comprobar que Harpo era bastante mayor de lo que parec¨ªa en los planos generales, disimulado adem¨¢s por esa inconfundible peluca de rizos enfundada hasta los ojos.
Esta vez sin la presencia de Margaret Dumont, la calificada como "cuarta hermana Marx", la pel¨ªcula estaba escrita por Irving Brecher, que ya hab¨ªa trabajado para ellos en Una tarde en el circo (1939), aunque buena parte de los mejores gags, sobre todo los que ten¨ªan a Harpo como protagonista y el cl¨ªmax final en la persecuci¨®n en el tren, estaban perge?ados por otro genio de la comedia: Buster Keaton, que en esa ¨¦poca andaba arruinado econ¨®micamente y sobreviv¨ªa creando secuencias aisladas para algunas de las comedias de la MGM. Un sabio del cine mudo construyendo chistes para el mejor de los mudos del s¨¦ptimo arte; he ah¨ª el glorioso goce de la risa.
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