A bordo del tren de la muerte
Millones de viajeros vuelven a subir al ferrocarril de Bombay para ir a sus trabajos, convencidos de que ning¨²n terrorista pondr¨¢ de rodillas a India
La normalidad se ha apoderado de Bombay (Mumbai, seg¨²n el cambio de nombre aprobado en 1997) con el mismo vigor que la flora tropical lucha a brazo partido contra la construcci¨®n en esta urbe que el escritor Suketu Mehta etiquet¨® como Maximum City. El hormiguero humano vuelve a los trenes que 48 horas antes eran destrozados por bombas que acabaron con 200 vidas y dejaron casi 800 heridos.
"No hay alternativa, ?qu¨¦ podemos hacer?", reconoce estoicamente Sunil, que no llega a los 20 a?os, en uno de estos trenes mientras Arun Gupta, contable, no tiene dudas: "El terrorismo es global. Ha sido Al Qaeda". En Gupta no hace mella la doctrina oficial de que Al Qaeda no existe en India. "Al Qaeda no es una organizaci¨®n, es una filosof¨ªa y lo haya hecho quien lo haya hecho es el representante de ese grupo terrorista integrista", insiste.
Atestados de gente que llega a viajar en los techos y saliendo de la ciudad a la misma hora en la que la muerte lo hizo dos d¨ªas antes, los habitantes de Bombay no dan muestra de aprensi¨®n. Puede ser fatalismo hinduista, simple sentido com¨²n o cierta familiaridad con un fen¨®meno terrorista que ha marcado varios hitos en los ¨²ltimos 13 a?os, incluida otra serie de explosiones en 1993 que cost¨® 200 vidas en atentados contra la Bolsa y otras instituciones financieras.
"Nadie podr¨¢ poner de rodillas a India" ha dicho el primer ministro, Manmohan Singh. Desde luego, no va a postrar a Bombay. S¨®lo en hospitales repartidos por toda la ciudad, con las tragedias familiares de rigor, se viv¨ªan las estremecedoras consecuencias de los atentados del martes.
En el magma urbano de 17 millones de seres, sumergido en la t¨®rrida humedad del monz¨®n, todo cruj¨ªa como en un d¨ªa cualquiera. Y los trenes recorr¨ªan en ambas direcciones, y a toda velocidad, la l¨ªnea Oeste contra la que se lanz¨® un fallido ataque para paralizar el coraz¨®n econ¨®mico y financiero de India, la ciudad que por s¨ª sola aporta el 40% del impuesto de sociedades que recauda el Estado indio.
Los seis millones de viajeros que cada d¨ªa toman los trenes se retrajeron el mi¨¦rcoles y quiz¨¢ tambi¨¦n ayer, pero si Arun Gupta aventura que puede haber ca¨ªdo un 20% la frecuentaci¨®n, al extra?o s¨®lo le queda preguntarse d¨®nde se mete ese 20% que falta en condiciones normales. En los trenes de ayer sonaba a burla un aviso: "No saque el cuerpo fuera del vag¨®n. Es peligroso y puede ser fatal".
A la hora punta vespertina, los viajeros iban como sardinas en lata, sobresaliendo por puertas que son puras oquedades en vagones que no pasan de simples cajas met¨¢licas sobre ruedas. La primera clase distinta de la segunda s¨®lo por tener asientos de escay en vez de madera. Y vagones separados para hombres y mujeres en las horas punta.
"Rechazo, impotencia, frustraci¨®n, ira... todo a la vez, es lo que se siente ante atentados como ¨¦stos", dice el contable al poco de subirse al tren en Churchgate, el edificio victoriano por fuera que es la principal estaci¨®n de la ciudad. "Es como en Madrid, gente normal, trabajadora, a la que asesinan unos cobardes que ya habr¨¢n huido". En Madrid se hicieron de inmediato ofrendas en Atocha, pero en Churchgate ayer s¨®lo hab¨ªa millones de prisas. Y en las estaciones afectadas por las explosiones, ni rastro de da?os o chatarra.
Gupta no se enreda con las presunciones de autor¨ªa, ni con potenciales represalias de irredentistas isl¨¢micos por Cachemira. "En India somos m¨¢s de mil millones y no van a hacer nada contra nosotros, a no ser que tiren bombas at¨®micas. No va a pasar nada porque maten a 200 o 300 personas. Las razones deben ser otras: venganza porque somos una econom¨ªa fuerte, crear el caos, provocar emociones extremas, atraer la atenci¨®n del mundo... Bin Laden dijo una vez que tras Estados Unidos e Israel, India era su tercer enemigo".
El contable, de confesi¨®n hind¨², no cree que renunciar a la desgarrada Cachemira vaya a servir para aliviar las pasiones de los extremistas isl¨¢micos o del propio Pakist¨¢n. "Es un Estado fallido, con complejo de inferioridad desde su nacimiento", dice. "En los atentados se us¨® un explosivo pl¨¢stico, RDX, que no es de fabricaci¨®n casera. Alguien se lo tuvo que proporcionar a los cobardes. Pakist¨¢n".
La polic¨ªa, sin pistas
La polic¨ªa india investiga la autor¨ªa de los ataques del martes sin elementos de prueba s¨®lidos, y sobre Bombay se cierne de nuevo el espectro de anteriores mort¨ªferos ataques que nunca han permitido a los jueces condenar a los acusados. Las explosiones, adem¨¢s, han vuelto a poner en evidencia la fr¨¢gil relaci¨®n entre India y Pakist¨¢n.
Los agentes de polic¨ªa se ganaron ayer una cierta burla por la redada de madrugada en una barriada musulmana, que llev¨® a cientos de personas a las comisar¨ªas y acab¨® por dejar en ellas s¨®lo a una docena de detenidos para ulteriores pesquisas. Los arrestados lo fueron en una barriada demolida hace un par de a?os, que vio tambi¨¦n entonces el desplazamiento de los vecinos. Con el tiempo, los emigrantes han vuelto y ahora viven en precarios campamentos dominados por el pl¨¢stico y la miseria. "Han hecho una redada donde las hac¨ªan antes, pero sin mayor fundamento", apuntaba ayer una fuente conocedora del fen¨®meno.
Mucho m¨¢s serio potencialmente es el nuevo desencuentro entre Nueva Delhi e Islamabad. El ministro paquistan¨ª de Exteriores, Khurshid Mahmud Kasuri, neg¨® ayer haber vinculado los atentados de Bombay con la situaci¨®n en Cachemira, pero tambi¨¦n dijo que India no puede echar siempre la culpa de lo malo a Pakist¨¢n. Nueva Delhi ha pedido de nuevo al vecino que desmantele las infraestructuras terroristas en Pakist¨¢n.
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