Valencia, la gravedad y la gracia
Valencia vive un verano de vaivenes vertiginosos: del viento en las velas a las v¨ªctimas de los vagones, y de ah¨ª a la visita vaticana. En unos d¨ªas ha transitado de la exaltaci¨®n vigorosa de las victorias n¨¢uticas al abatimiento veloz del v¨ªa crucis ferroviario, para buscar un consuelo vol¨¢til en la voz pastoral de un papa fil¨®sofo. Durante el primer fin de semana de julio, doce barcos de cinco continentes participaron en la competici¨®n m¨¢s antigua del mundo, cuya sede para esta edici¨®n obtuvo Valencia -frente a casi un centenar de ciudades candidatas- en 2003, y la ¨²ltima regata preparatoria de este a?o para la Copa Am¨¦rica de 2007 sirvi¨® de ocasi¨®n para inaugurar el llamado Foredeck, un edificio mirador proyectado y construido en s¨®lo 11 meses por David Chipperfield y b720/Ferm¨ªn V¨¢zquez como centro y s¨ªmbolo del evento. Pues bien, el lunes siguiente a la fiesta deportiva, la estaci¨®n de Jes¨²s fue escenario del m¨¢s grave accidente de metro ocurrido en Espa?a, y sus m¨¢s de cuarenta v¨ªctimas mortales mudaron al duelo el clima de la ciudad, sin que el fervor multitudinario de la visita papal del siguiente fin de semana consiguiera disipar por entero el dolor de unas familias solidarias y desoladas.
Desde 1934 hasta su muer-
te en 1943, la escritora m¨ªstica francesa Simone Weil redact¨® un diario que se public¨® de forma fragmentaria y p¨®stuma bajo el t¨ªtulo La gravedad y la gracia: dos palabras que expresaban la oposici¨®n entre el peso del mundo y la ligereza del esp¨ªritu, pero que resumen tambi¨¦n adecuadamente el contraste entre la solemnidad grave de la muerte que golpea como tragedia colectiva y la liviandad gr¨¢cil del acontecimiento medi¨¢tico, sea ¨¦ste deportivo o religioso, que congrega la atenci¨®n de las masas alrededor del espect¨¢culo o el mensaje. Valencia se ha desplazado del ajetreo inmaterial de las brisas y los barcos frente a un mirador en vilo hasta el drama sombr¨ªo de una cat¨¢strofe humana en un laberinto subterr¨¢neo, para cerrar el c¨ªrculo con las arquitecturas ef¨ªmeras y las palabras aladas de una concentraci¨®n piadosa que eligi¨® las formas a¨¦reas de Santiago Calatrava como singular tel¨®n de fondo. Gravedad y gracia son t¨¦rminos que convienen al ¨¢nimo cambiante de la ciudad, y que se ajustan igualmente al car¨¢cter contradictorio del edificio de la Copa Am¨¦rica cuya botadura festiva inici¨® esta semana de pasi¨®n.
El Foredeck de Chipperfield y b720 (denominado tambi¨¦n Veles e Vents en homenaje a un poema de Ausi¨¤s March), que los arquitectos ganaron en concurso frente a competidores como Jean Nouvel, Von Gerkan y Marg, Carlos Ferrater o Alejandro Zaera, es un edificio mirador formado por cuatro grandes plataformas que se levantan con aplomo escult¨®rico en el extremo de la d¨¢rsena, y que se extienden a lo largo del nuevo canal con un aparcamiento de 800 veh¨ªculos y un paseo ajardinado que enlaza este hito del puerto deportivo con el frente mar¨ªtimo y la playa de la Malvarrosa: "La playa de Sorolla y de Blasco Ib¨¢?ez", como la describe la alcaldesa Rita Barber¨¢ mientras almorzamos en Las Arenas, un gran hotel nuevo de estilo clasicista que ofrece un contrapunto de exceso y opulencia a las geometr¨ªas depuradas del Foredeck, donde la gravitas caracter¨ªstica de la obra de Chipperfield se disuelve en la claridad mediterr¨¢nea de los grandes voladizos, forrados de acero esmaltado en blanco que los hace parecer ingr¨¢vidos; una impresi¨®n que se refuerza con la transparencia del cuerpo principal y los casi imperceptibles petos de vidrio del per¨ªmetro.
Las amplias terrazas sombreadas -de uso p¨²blico en los dos niveles inferiores y restringido a los invitados de la organizaci¨®n en los dos ¨²ltimos- son desde luego la esencia del proyecto, y es en ellas donde se desarrolla la actividad del edificio: la acogida de visitantes y el seguimiento de las regatas durante el d¨ªa, las fiestas de los patrocinadores y el encuentro de los tripulantes por la noche. Cada uno de los doce equipos participantes tiene su propia base en el puerto -unas construcciones provisionales de varias alturas que contienen talleres, gimnasios, comedores, oficinas, tiendas y zonas de recepci¨®n para invitados y prensa, entre las que es obligado destacar la levantada por Renzo Piano para Luna Rossa, el barco italiano patrocinado por Prada, con un inteligente revestimiento de velas recicladas y una gran boutique en la ¨²ltima planta a la que se llega por escaleras mec¨¢nicas-, pero s¨®lo el Foredeck re¨²ne a todos en terreno neutral, y lo hace con una naturalidad y una elegancia que hace dif¨ªcil imaginar otro proyecto en ese lugar. Los plazos de dise?o y ejecuci¨®n han sido tan reducidos (debido a los retrasos causados por el cambio de gobierno en Madrid y la pugna pol¨ªtica ulterior por el control del evento) que la obra adolece de peque?as imperfecciones en detalles y remates que mortifican a Chipperfield, y el brit¨¢nico recibe la enhorabuena de la ministra de Fomento, Magdalena ?lvarez -en atuendo n¨¢utico para seguir la regata desde el mar-, m¨¢s atento a subrayar las cosas a¨²n pendientes que a felicitarse por lo ya realizado.
Es una actitud apropiada pa
ra un arquitecto de testaruda exigencia en la calidad material de sus edificios y de obsesivo esp¨ªritu autocr¨ªtico en su trabajo; sin embargo, el Foredeck valenciano prueba precisamente la fuerza de las ideas arquitect¨®nicas, la resistencia robusta del concepto frente a las precipitaciones o los malentendidos, porque la propuesta inicial de losas en levitaci¨®n, con terrazas en sombra y cantos luminosos que definen una abstracta escultura geom¨¦trica, reconcilia de manera tan persuasiva las necesidades funcionales del mirador con las necesidades pl¨¢sticas del hito que ning¨²n menudo defecto o error puede lesionar el resultado. Su ligereza es quiz¨¢ -como quer¨ªa Weil- la de las ideas en pugna con la materia, pero acaso tambi¨¦n la que conviene a un mundo liviano incompatible con la gravedad severa de las certezas intemporales, una circunstancia l¨ªquida que produce tanto desasosiego a Joseph Ratzinger como ocasionaba a su compatriota Karl Marx, que hace siglo y medio describ¨ªa la experiencia de la modernidad en el Manifiesto Comunista con una f¨®rmula que har¨ªa fortuna: "Todo lo s¨®lido se disuelve en el aire". En este verano valenciano de gravedad y de gracia, el edificio ingr¨¢vido de Velas y Vientos refleja mejor el talante emprendedor y el dinamismo esperanzado de esta ciudad vital que el colosalismo ret¨®rico de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, escenario ¨¦ste donde el sucesor de Pedro emiti¨® su mensaje de ¨¢gape y consuelo. La pr¨®xima visita del Pescador, en barca, y su pr¨®xima homil¨ªa, desde el mar.
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