Los m¨¦todos pragm¨¢ticos de la Cosa Nostra
El asesinado juez Falcone revel¨® c¨®mo es la organizaci¨®n criminal por dentro y describi¨® sus formas de actuar
La Cosa Nostra cuenta con un inagotable arsenal de herramientas. Para el atentado fallido del 21 de junio de 1989 en la residencia que alquil¨¦ en Addaura, cerca de Palermo, se hab¨ªan colocado cincuenta cargas de explosivo entre los escollos.
La recortada ya pas¨® de moda. El afamado s¨ªmbolo que sol¨ªa firmar los delitos mafiosos, el arma artesanal de inconfundible car¨¢cter campesino, resultaba cada vez m¨¢s obsoleta ante los retos de la Mafia moderna. Hoy d¨ªa suelen preferirse las armas de ca?a corta, la calibre 38 y la Magnum 357 de balas expansivas. Para los atentados m¨¢s dif¨ªciles y complejos no est¨¢ de m¨¢s recurrir a las armas de ca?a larga de fabricaci¨®n extranjera: Kal¨¢shnikov, bazucas, fusiles lanzagranadas. Por no hablar de los explosivos, utilizados no s¨®lo en mi casa, sino tambi¨¦n, en 1983, para el asesinato del juez Rocco Chinnici, masacrado por el estallido teledirigido de un coche repleto de explosivo.
Cosas de la Cosa Nostra. Barataria
Este libro, que ahora aparece en Espa?a, es fruto de las conversaciones del juez con el periodista Marcelle Padovani. Aunque han pasado 14 a?os de su muerte, guarda un gran inter¨¦s por su conocimiento de la psicolog¨ªa y m¨¦todos de los mafiosos.
Se considera que la Mafia prefiere ciertas t¨¦cnicas de homicidio a otras. Es un error. La Mafia siempre escoge el camino m¨¢s breve y menos arriesgado, no tiene preferencias
El mejor m¨¦todo sigue siendo la 'lupara bianca', esto es, la desaparici¨®n sin m¨¢s de la v¨ªctima sin dejar rastro del cad¨¢ver; prefiere las operaciones discretas que no llamen la atenci¨®n
Investigar sobre la Mafia es como caminar sobre terreno minado: nunca hay que dar un paso sin estar seguro de que el siguiente no nos har¨¢ saltar por los aires
En la organizaci¨®n, la violencia y la crueldad no son nunca gratuitas, sino que suponen siempre la medida extrema, la ¨²ltima v¨ªa de fuga cuando otros m¨¦todos son ineficaces
La Cosa Nostra sigue la evoluci¨®n de los tiempos en sus t¨¦cnicas asesinas y utiliza armas cada vez m¨¢s sofisticadas, como prueba del peligroso nivel de ferocidad que ha alcanzado.
El examen de estas armas puede procurar informaci¨®n preciosa. A partir de las investigaciones sobre la eliminaci¨®n de dos capos mafiosos -Stefano Bontate, asesinado por disparos de recortada y Kal¨¢shnikov, y Salvatore Inzerillo, con Kal¨¢shnikov-; de otro atentado, de nuevo con Kal¨¢shnikov, contra Salvatore Contorno; de dos asesinatos posteriores, el del mafioso catan¨¦s Alfio Ferlito y, despu¨¦s, el del gobernador de Palermo, Carlo Alberto Dalla Chiesa, tambi¨¦n con Kal¨¢shnikov, llegamos a la conclusi¨®n de que una ¨²nica ametralladora, siempre la misma, hab¨ªa sido el arma de los cinco delitos;asimismo, que en los dos ¨²ltimos episodios se hab¨ªa utilizado una segunda arma. As¨ª, la inspecci¨®n atenta del caso prob¨® que exist¨ªan dos frentes opuestos en esta nueva guerra de la Mafia y que los vencedores eran los que hab¨ªan asesinado a Dalla Chiesa.
La 'omert¨¤' como regla
Es evidente la importancia de un descubrimiento de este tipo para nuestras investigaciones, para el proceso y para la comprensi¨®n de lo que suced¨ªa entonces en el seno de la Mafia, en la que la omert¨¤ -la ley del silencio- contin¨²a siendo regla. Todo confirmaba la reconquistada unidad de la Cosa Nostra.
Las armas utilizadas revelan numerosos secretos sobre la organizaci¨®n, los tr¨¢ficos il¨ªcitos, los v¨ªnculos internacionales. Adem¨¢s de las armas de fuego, ?se sirve la Mafia de otros medios? ?Del veneno, por ejemplo?
Durante la gran guerra de 1981-1983 entre los corleoneses y los palermitanos, encabezados por Stefano Bontate, desaparece de pronto Rosario Riccobono, un mafioso importante, perteneciente a la familia de Partana Mondello. Fue en noviembre de 1982. El hombre se llev¨® consigo a la tumba a otras 20 personas: su estado mayor o, si se prefiere, su corte. En el ambiente de la Cosa Nostra, Riccobono era denominado "el terrorista", pues se le reten¨ªa capaz de las barbaridades m¨¢s atroces. Su desaparici¨®n desconcierta a la polic¨ªa: estos 20 mafiosos -se dice- han sido envenenados durante un banquete, y puede que haya sido Tommaso Buscetta quien les haya tendido la emboscada.
La leyenda del banquete envenenado prosigue, y en 1984, tras conocer a Tommaso Buscetta, el superarrepentido seg¨²n la terminolog¨ªa al uso, le pregunto: "?De qu¨¦ va esta historia de los 20 muertos que usted habr¨ªa envenenado?". Buscetta sonr¨ªe divertido. "?Cree usted de veras que los mafiosos son tan ingenuos? ?Puede creer en serio que un capo como Riccobono se llevara consigo a todo su estado mayor a una cita?". Efectivamente, era completamente inveros¨ªmil. La desconfianza tradicional de los mafiosos es bien conocida, y la guerra de la Mafia no permit¨ªa frivolidades. De hecho, poco tiempo despu¨¦s se descubri¨® que Riccobono y sus hombres hab¨ªan sido eliminados uno tras otro, aunque casi simult¨¢neamente, por los corleoneses y sus aliados con el fin de asestar un golpe definitivo en la organizaci¨®n y, al mismo tiempo, evitar una posible venganza por parte de los supervivientes.
S¨®lo uno logr¨® salvarse, uno de los hermanos Micalizzi: Michele, que sali¨® ileso del atentado en el bar Singapore 2, en el que otros tres hombres se dejaron la piel. Michele logr¨® escapar, y por lo que yo s¨¦ sigue vivo y forma parte de los huidos, los que eludieron la venganza de los victoriosos corleoneses. Baste esto para decir que los mafiosos no son la familia Borgia, y que, normalmente, no recurren al veneno como arma. Quiz¨¢ en la c¨¢rcel, y ¨²nicamente porque ah¨ª no suelen disponer de otros medios.
A prop¨®sito de Riccobono quiero subrayar la perfidia de los corleoneses y de sus aliados, que, primero, consiguen organizar esas muertes simult¨¢neas y espectaculares, y luego, se apa?an para que Tommaso Buscetta cargue con ello. De hecho, esa facci¨®n ha contado siempre con un talento singular para cargar sobre parientes y amigos de las v¨ªctimas la responsabilidad de sus desapariciones. Visto el modus operandi, la polic¨ªa va tras el rastro de Buscetta, amigo de Badalamenti y de Inzerillo y, por tanto, de Riccobono...
En general, se considera que la Mafia prefiere ciertas t¨¦cnicas de homicidio a otras. Es un error. La Mafia siempre escoge el camino m¨¢s breve y menos arriesgado. ?sta es la ¨²nica regla. No tiene preferencia fetichista alguna por un m¨¦todo u otro.
El mejor m¨¦todo sigue siendo la lupara bianca, esto es, la desaparici¨®n sin m¨¢s de la v¨ªctima designada sin dejar rastro del cad¨¢ver. Se trata de una realidad que sorprende a todos los que han visto pel¨ªculas de mafiosos, que los directores suelen inundar con riadas de sangre. Lo repito, la Mafia, si puede, prefiere las operaciones discretas que no llamen la atenci¨®n. De ah¨ª que el estrangulamiento resulte la principal t¨¦cnica homicida en la Cosa Nostra. Sin armas de fuego ni esc¨¢ndalo. Sin heridas ni sangre. Una vez estrangulada, se suele disolver a la v¨ªctima en un barre?o de ¨¢cido que se vac¨ªa en un pozo, en un sumidero o en un desag¨¹e cualquiera.
El razonamiento de los mafiosos es l¨®gico y simple: si se puede hacer caer a alguien en una trampa, cit¨¢ndolo en un garaje, en una casa de campo o en un almac¨¦n -y vencer las resistencias y recelos de los implicados ya es mucho-, ?por qu¨¦ arriesgarse a alarmar a los vecinos empleando una pistola? Estrangularlo es mucho mejor. Ni ruido, ni suciedad, ni rastros. Sin duda, para hacer bien el trabajo se necesitan de tres a cuatro individuos. El arrepentido Francesco Marino Mannoia me dijo al respecto: "?Tiene idea de la fuerza necesaria para estrangular a un hombre? Piense que se puede tardar hasta diez minutos y que la v¨ªctima forcejea, muerde, pega patadas. Algunos logran incluso liberarse de las ataduras. En todo caso, suelen ser homicidios muy profesionales".
Todas las t¨¦cnicas, pues, valen, en la medida en que resulten funcionales y no causen excesivos problemas. Se ha fabulado enormemente con el autoestrangulamiento, en el que mu?ecas y tobillos se atan por la espalda, haciendo pasar a un tiempo la cuerda en torno al cuello de la v¨ªctima, de modo que al tratar de liberarse se estrangula sola. La gente fantasea con estas pr¨¢cticas y sostiene que se trata de un suplicio reservado a los infames. Sin embargo, el motivo de semejante tortura es mucho m¨¢s banal: se trata de lograr que el cad¨¢ver, atado de tal modo, pueda ser transportado en la maleta del coche sin dificultades. Un ejemplo m¨¢s del pragmatismo de la Cosa Nostra...
Genitales en la boca
Con todo, no faltan los casos en los que el tipo de asesinato y la modalidad de ejecuci¨®n indican sus motivos. El cantante Pino Marchese fue hallado con los genitales en la boca. Seg¨²n algunos, era responsable de una afrenta imperdonable: hab¨ªa tenido una aventura con la esposa de un hombre de honor. Pietro Inzerillo, hermano de Salvatore, fue descubierto en el maletero de un coche en Nueva York con un fajo de billetes en la boca y entre los genitales. Mensaje: "Quer¨ªas quedarte con demasiado dinero, y ya ves". Sin embargo, estos m¨¦todos s¨®lo se emplean con los miembros de la Cosa Nostra. La Mafia no es ni una entidad informativa, ni una agencia de prensa, ni una instituci¨®n moral o religiosa; desea simplemente que llegue su mensaje a quien debe llegar; normalmente, a los hombres de honor.
De ah¨ª se deduce otro principio: en la organizaci¨®n, la violencia y la crueldad no son nunca gratuitas, sino que suponen siempre la medida extrema, la ¨²ltima v¨ªa de fuga cuando los restantes m¨¦todos de intimidaci¨®n se han revelado ineficaces o cuando la seriedad de un agravio es tal que merece directamente la muerte.
A menudo me preguntan si un hombre de honor puede rehusar el encargo de un homicidio. La respuesta es no. El ¨²nico que me confes¨® haber albergado dudas antes de cometer uno fue el arrepentido Vincenzo Sinagra, pero no era miembro de la Cosa Nostra, se limitaba a gravitar en su entorno.
Nadie puede eximirse de ejecutar una orden de la comisi¨®n o del capo de la familia. Con todo, seg¨²n Tommaso Buscetta, hay un hombre que logr¨® desobedecer, un gran capo mafioso, Antonino Salamone. Un tipo listo, Antonino. Ya sexagenario, fue con anterioridad representante de la familia de San Giuseppe Iato y jefe de mando. Hace tiempo que reside en Brasil, y sus funciones en el seno de la familia pas¨® a desarrollarlas su mano derecha, Bernardo Brusca. Salamone estaba muy ligado a Buscetta. ?Qu¨¦ hace la Cosa Nostra cuando decide eliminar a Buscetta? Se dirige a Salamone. No hay nada mejor que recurrir a los ¨ªntimos de la v¨ªctima designada.
Estamos en enero de 1982. Varios hombres de honor llaman por tel¨¦fono a don Antonino a S?o Paulo para comunicarle, en nombre de la comisi¨®n, la orden de eliminar a Buscetta. Salamone se lo piensa y concierta una cita en Par¨ªs para discutirlo con Alfredo Bono, designado por muchos arrepentidos como un relevante hombre de honor. Sin embargo, mientras Bono lo espera en Par¨ªs, Salamone se va a Calabria a encontrarse con don Stilo, un p¨¢rroco procesado por pertenencia a la N'drangheta, y en Africo se entrega a un suboficial de los carabineros al que recomienda: "Capit¨¢n, no diga que me he entregado, diga que me arrest¨®. Quedar¨¢ de lo m¨¢s bien".
En Italia, Salamone era buscado por evadir el confinamiento, un delito menor por el que Brasil jam¨¢s hubiera concedido la extradici¨®n. De ah¨ª que viajara hasta Italia con la intenci¨®n precisa de entregarse y para contar con una excusa a fin de no ejecutar la orden de la Cosa Nostra. Todo ello mientras un individuo de primer plano le espera en Par¨ªs.
Buscetta, un tipo tambi¨¦n extremadamente enigm¨¢tico, dice de Salamone: "Es una esfinge. Nadie consigue entender qu¨¦ piensa. Demasiado sutil". En cualquier caso, se trata de uno de los poqu¨ªsimos hombres de honor que no hayan acatado una orden de la Cosa Nostra sin dejarse la piel. Sea como fuere, una vez obtenido el arresto domiciliario por parte del tribunal penal, no tard¨® en largarse de nuevo, se?al evidente de que tem¨ªa m¨¢s a la Mafia que a la justicia italiana.
Adem¨¢s de la crueldad gratuita de la Cosa Nostra, quisiera descartar otro lugar com¨²n muy difundido y hasta exaltado por cierto tipo de literatura. Se trata de los denominados rituales del asesinato. Es opini¨®n com¨²n que existe una suerte de jerarqu¨ªa de los castigos seg¨²n la gravedad de las faltas cometidas, as¨ª como un grado de violencia determinado por el nivel de peligro que la futura v¨ªctima presenta. No es as¨ª.
Problema esencial
Buscetta me plante¨® un problema esencial, adem¨¢s de ense?arme una lengua y una clave de interpretaci¨®n. Me aclar¨® que el Estado todav¨ªa no est¨¢ a la altura para enfrentarse a un fen¨®meno de semejante calibre. Con gran franqueza, me dijo: "Le dir¨¦ lo que haga falta para que usted pueda lograr ciertos resultados, sin que yo deba pasar por un proceso in¨²til. Tengo confianza en usted, juez Falcone, como la tengo en el jefe de polic¨ªa Gianni de Gennaro. Pero no me f¨ªo de nadie m¨¢s. No creo que el Estado italiano tenga la intenci¨®n sincera de combatir a la Mafia". Y a?adi¨®: "Se lo advierto, se?or juez. Tras este interrogatorio, usted se convertir¨¢ en una celebridad, pero tratar¨¢n de destruirle profesional y personalmente. Conmigo har¨¢n lo mismo. No olvide que la cuenta que ha abierto con la Cosa Nostra no se cerrar¨¢ jam¨¢s. ?Sigue teniendo intenci¨®n de interrogarme?". As¨ª empez¨® su colaboraci¨®n.
Incluso durante ese periodo fecundo evit¨¦ siempre confundir las hip¨®tesis de trabajo con la realidad. Siempre supe que muchas de ellas, aunque merecedores de ser explotadas, estaban completamente fuera de mis posibilidades y de las fuerzas a mi disposici¨®n. Siempre elud¨ª iniciativas que no tuvieran posibilidades razonables de ¨¦xito.
Investigar sobre la Mafia es como caminar sobre terreno minado: nunca hay que dar un paso sin estar seguro de que el siguiente no nos har¨¢ saltar por los aires. El principio es v¨¢lido para todos los sumarios relacionados con la criminalidad organizada, pero todav¨ªa m¨¢s para alguien como yo en el momento en que me aventuraba en una tierra casi virgen bajo el fuego cruzado de amigos y enemigos, incluso dentro de la magistratura. Mis colegas afirmaban que estaba afectado de vis attractiva; pues, a su modo de ver, pretend¨ªa instruir todos los procesos de Italia. Un alto magistrado le sugiri¨® a mi jefe, Rocco Chinnici, este consejo: "Sep¨²ltalo bajo monta?as de juicios insignificantes. Al menos nos dejar¨¢ en paz". En el tribunal de Palermo me vi sacudido por una serie de peque?os se¨ªsmos que, con el tiempo, fueron intensific¨¢ndose. Molestaba.
Las declaraciones de Buscetta, que llegaron tras cuatro a?os de rentables investigaciones, en los que aprend¨ª m¨¢s que en veinte, son como las mu?ecas rusas. Gracias a ellas entend¨ª que hasta entonces no hab¨ªa sido m¨¢s que un artesano. Envuelto en el escepticismo general, respaldado ¨²nicamente por algunos colegas, falto de los instrumentos adecuados. Y que hab¨ªa llegado el momento de proceder a un salto de calidad en la organizaci¨®n de la lucha a fin de cosechar resultados importantes.
Las debilidades de los mafiosos
NO CABE CONCLUIR que todo resulte previsible y asentado para la eternidad en el ¨¢mbito de la Cosa Nostra. La mafia se compone de seres humanos, con sus exigencias, sus deseos, sus comportamientos, que evolucionan con el tiempo. Yo he llegado a notar signos de irritaci¨®n ante la severidad de algunas reglas. He constatado que hombres como Buscetta, Mannoia y Calderone, una vez arrepentidos, reivindicaban de alg¨²n modo cierta calidad de vida incompatible con los principios mafiosos. Por ejemplo, muchos mafiosos se revelaron sensibles al consumismo y a cierto tipo de esparcimiento. Alfredo Bono, condenado como miembro de la familia de Bolognetta (Palermo), jugaba regularmente en casinos y timbas clandestinas cuando se hallaba en el norte, por m¨¢s que la pr¨¢ctica sea repudiada por la Cosa Nostra. Gaetano Grado, de la familia de Santa Maria del Ges¨², corri¨® el riesgo de ser asesinado por su jefe, Stefano Bontate, porque, despu¨¦s de la matanza de la avenida del Lazio (1969), se fue de putas a Mil¨¢n.
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