Agenda G-8
En el museo del Ermitage, antiguo Palacio de Invierno de los zares en San Petersburgo, viven cien gatos con cargo al presupuesto nacional. Durante el d¨ªa se pasean a sus anchas por las salas y escalinatas con mucha elegancia, saltan por los muebles antiguos e incluso trepan hasta las l¨¢mparas haciendo tintinear las mil l¨¢grimas de vidrio o pasan las horas dormidos a los pies de un Rembrandt, de un Matisse o de cualquier escultura egipcia. La direcci¨®n del museo los tiene sometidos a una dieta de hambre con el prop¨®sito de que alimenten s¨®lo de ratas. La jornada laboral de estos gatos comienza cuando las manadas de turistas ya se han ido y el Ermitage queda sumamente fatigado a merced de la noche. La mayor¨ªa de los visitantes de este museo no tiene otro inter¨¦s que el simple hecho de poder contar que ha estado all¨ª y aunque muchos quedan absortos ante algunos cuadros famosos, es muy dificil que su amor a la pintura pueda superar a la pasi¨®n que experimentan las ratas por algunas obras de arte. En medio de la oscuridad las ratas, guiadas por el instinto, saben donde se halla la belleza m¨¢s excelsa. Las hay expertas en pintura del siglo XVII, a otras les atraen los artistas de vanguardia, pero ninguna rata es diletante como suelen ser los cr¨ªticos o dubitativa como algunos coleccionistas que le dan muchas vueltas antes de decidirse a comprar: ellas van directamente al fondo de la cuesti¨®n, les gustan los oleos y se los zampan, aunque algunas prefieren roer un tapiz gobelino . A las ratas les gusta el arte y a los gatos les gustan las ratas, as¨ª se cierra el c¨ªrculo. Entre estas fuerzas antag¨®nicas se realiza un combate semejante al que se produjo en ese Palacio de Invierno durante un famoso octubre revolucionario, si bien en este caso queda por dilucidar quienes son los zares y quienes constituyen el pueblo armado. Un regimiento de ratas sale cada noche de sus madrigueras con el rabo lleno de sensibilidad est¨¦tica dispuesto a degustar la belleza. Cuando algunas se est¨¢n comiendo un Rembrandt entran en acci¨®n los gatos. Las ratas huyen en busca de refugio, pero no todas lo consiguen. Algunas llevaban ya en el est¨®mago part¨ªculas de ¨®leo con varias briznas de lienzo en el momento de ser devoradas. A la ma?ana siguiente, despu¨¦s de este combate dial¨¦ctico, los gatos se pasean victoriosos por las salas o duermen al pie de su cuadro preferido y los turistas los contemplan sin saber que alguno est¨¢ degiriendo parte de un Rembrandt que consigui¨® despu¨¦s de comerse a una rata.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.