Otro verano sin remedio
Adem¨¢s de su beater¨ªa ciertamente melanc¨®lica, lo m¨¢s aterrador del Encuentro de las Familias fueron las tonadillas diseminadas por miles de alegres muchachos con mochila amarilla festejando el acto con un temible infantilismo
El factor humano
Si recuerdan la pel¨ªcula El s¨ªndrome de China, sabr¨¢n que un rel¨¦ defectuoso de cinco d¨®lares de una central nuclear origina un error que a punto est¨¢ de dejar al descubierto el n¨²cleo del artefacto. Por otra parte, en Valencia se recuerda todav¨ªa a un pirot¨¦cnico, conocido como El Traca, que ten¨ªa el almac¨¦n en la calle de Quart para preocupaci¨®n de unos vecinos que vaticinaron una y otra vez una tragedia. La hubo. ?Qu¨¦ tiene que ver una cosa con la otra? Primero, que cuando vecinos o usuarios se temen lo peor respecto de cualquier instalaci¨®n peligrosa, finalmente es muy probable que el desastre se consume. Y segundo, que en el accidente del metro de Valencia parece que nadie ha considerado la posibilidad de que el conductor no sufriera desvanecimiento alguno, sino que tambi¨¦n fuera v¨ªctima de alg¨²n rel¨¦ o algo parecido que de pronto se atasc¨®. Por eso es deleznable m¨¢s que sintom¨¢tico que incluso Arcadi Espada, ese ciudadano de El Mundo, se escude en el error humano para justificar el asunto, tildando de paso de miserables a los que aprovechan una tragedia para hacer pol¨ªtica, cuando estamos ante la pol¨ªtica como tragedia. Con el poco tiempo que lleva en su diario, y ya se ha contagiado del tedioso lenguaje de ?ngel Acebes.
Un abucheo
Cuando algunos adictos al Papa, a la familia bien entendida y a las demostraciones callejeras de alborozo derechista abuchearon a Rodr¨ªguez Zapatero, en presencia de los Reyes de Espa?a y de Su Santidad, acaso ignoraban que, m¨¢s all¨¢ de cometer una descortes¨ªa, estaban politizando de manera un tanto r¨²stica un acto de protocolo que hasta entonces se hab¨ªa desarrollado con unas maneras exquisitas. Esos silbiditos de reprobaci¨®n no iban dirigidos estrictamente contra la persona que se conform¨® con recibirlos, sino que manifestaban a su manera el apoyo a los que consideran sus adversarios. El Papa, desde luego, pero ?tambi¨¦n los Reyes? Y ya que iban tan juntitos en procesi¨®n, menos mal que el Rey no se tom¨® la bronca como dirigida a su persona, ni Ratzinger como protesta a la Iglesia que con tanto ¨¦xito representa.
Otro verano
Es verdad que desde hace algunos a?os los veranos irrumpen sin misericordia desde primeros de junio para no dejarnos hasta bien entrado octubre, que el cuerpo se desmadeja en las horas centrales del d¨ªa -que cada vez m¨¢s abarcan la franja horaria considerada anta?o como perif¨¦rica- y que dormir con 24 grados a la sombra de la cama no es f¨¢cil para nadie, y menos a¨²n para los que madrugan a fin de cumplir su jornada laboral. ?Efecto invernadero? Efecto devastador, en todo caso, que ning¨²n sistema de aire acondicionado puede remediar en la medida en que perpet¨²a el ciclo de lo que quiere remediar. Calor de d¨ªa, calor de noche. La energ¨ªa se disipa para nada, y pronto no quedar¨¢ m¨¢s aire que el que proporcionan las playas. Acondicionadas.
Los hooligans beatos
Es deprimente ver a j¨®venes en misa y comulgando, claudicaci¨®n del ¨¢nimo que busca consuelo en una artima?a delirante, como quien recurre a hor¨®scopos o cartas astrales, unas argucias de baratijas que, con todo, se basan remotamente en algo tan s¨®lido como la posici¨®n de los planetas. Los miles de j¨®venes que han asolado Valencia d¨ªas pasados, con sus pulcras mochilitas y sus animosas tonadillas, me recordaban a lo que contaba Juan Benet de la posguerra, cuando sentado con sus amigos en la terraza de alguna cafeter¨ªa ve¨ªan llegar a los falangistas con sus c¨¢nticos abrumadores y el pintor Caneja murmuraba "ya est¨¢n esos ah¨ª, con sus cancioncillas", Garc¨ªa Hortelano recordaba de pronto una ocupaci¨®n ineludible, Ferlosio sal¨ªa huyendo hacia una cita inventada, y la terraza quedaba m¨¢s vac¨ªa que una playa bajo la tormenta. Aqu¨ª fue imposible huir, porque los catec¨²menos, dios les bendiga, ocupaban toda la ciudad, como en las Fallas.
Tirar contra el maquinista
La macabra disposici¨®n a encontrar en la autopsia del cad¨¢ver despedazado del conductor del metro accidentado en Jes¨²s el motivo ¨²ltimo de la tragedia ten¨ªa la ventaja de que no pod¨ªa demostrar nada. Y como el conductor ya no proyecta sombra, carga con las culpas, en el sentido de que hizo algo que no deb¨ªa hacer o de que no hizo lo que deb¨ªa. Ahora bien, la vida de miles de pasajeros en una l¨ªnea defectuosa no puede quedar exclusivamente en manos de un maquinista al que, en efecto, puede ocurrirle cualquier cosa en su puesto de trabajo, y tambi¨¦n a la m¨¢quina, ya que los niveles de seguridad deben prevenir eventualidades de esa clase. El resto es tirarse cuanto antes de encima a las v¨ªctimas y no asumir responsabilidades t¨¦cnicas ni pol¨ªticas.
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