Tragedia y responsabilidad

Entre el discurso pol¨ªtico y el sentido com¨²n hay demasiadas veces una distancia dif¨ªcil de justificar. Es una brecha que s¨®lo persiste porque el desgaste cotidiano de la ret¨®rica tiene un efecto anest¨¦sico sobre los ciudadanos, aunque a menudo induzca a la perplejidad. Cualquiera entiende, por ejemplo, que el anuncio de la empresa p¨²blica Ferrocarrils de la Generalitat valenciana de que instalar¨¢ 15 o 16 balizas de frenado autom¨¢tico en la l¨ªnea 1 del metro de Valencia, una de ellas justo antes de la se?al de limitaci¨®n de velocidad que no respet¨® el tren descarrilado el 3 de julio con el resultado de 43 muertos, evidencia que hab¨ªa un d¨¦ficit de seguridad. No cabe demostraci¨®n m¨¢s palmaria de que el tren no circulaba en las mejores condiciones posibles. Cualquiera lo puede entender desde una l¨®gica tan elemental como extra?a al discurso oficial del Gobierno valenciano, encastillado en negar casi todas las evidencias y en rechazar de antemano cualquier cr¨ªtica a su gesti¨®n.

Seg¨²n los argumentos de la gerente de la empresa, del consejero de Transporte y, en definitiva, de todo el Ejecutivo que preside Francisco Camps, las condiciones de seguridad en el t¨²nel donde ocurri¨® la tragedia eran suficientes. En ello se han enrocado para que nadie asuma, ni parezca dispuesto a hacerlo, responsabilidad pol¨ªtica alguna sobre lo ocurrido. Sin embargo, la funci¨®n de la baliza, que se instalar¨¢ ahora a unos 150 metros de la curva fat¨ªdica, consiste en frenar a cualquier otro metro que pudiera lanzarse hacia la estaci¨®n de Jes¨²s en direcci¨®n al desastre. Otra pregunta queda en el aire: ?con qu¨¦ grado de seguridad han circulado los tres durante los ¨²ltimos 15 d¨ªas sin la baliza que ahora se va a instalar?