La guerra de los escritores
El Cervantes de Nueva York re¨²ne 30 cr¨®nicas de la prensa extranjera entre 1936 y 1939
En respuesta al auge de Hitler y del fascismo, Joseph Roth, tan apasionadamente convencido del "profundo compromiso del novelista / periodista con el presente y con todo lo relacionado con ¨¦l" (la Guerra Civil le parec¨ªa la mayor cat¨¢strofe de la historia de Espa?a), escribi¨® con admiraci¨®n acerca de Zola: "Fue el primer escritor europeo que no convirti¨® la mesa en objeto de inspiraci¨®n, el primer novelista con un cuaderno de notas. El primer autor en locomotora". Y, sin embargo, s¨®lo unos a?os m¨¢s tarde la Guerra Civil espa?ola se convertir¨ªa en catalizador para un asombroso n¨²mero de "escritores en locomotora" que se apresuraron a informar sobre ella; parte de lo que escribieron era extraordinario, parte propagand¨ªstico.
Para conmemorar el 70? aniversario del inicio de esa guerra, el Instituto Cervantes ha organizado en Nueva York una interesante exposici¨®n con recortes de prensa originales de los corresponsales extranjeros que la cubrieron -dos tercios de ellos, partidarios de la Rep¨²blica, y el otro tercio, de los nacionales- y con fotograf¨ªas asombrosas y equilibrados textos informativos del historiador Paul Preston y de Carlos Garc¨ªa Santa Cecilia.
La exposici¨®n incluye Matanza de 4.000 personas en Badajoz, escrito por Jay Allen (The Chicago Tribune), cr¨®nicas de Antoine Saint-Exup¨¦ry; el art¨ªculo Spilling the spanish beans (Descubrir el pastel espa?ol), de Orwell (The New English Weekly);
Herbert L. Mathews y William Carney para The New York Times (al contrario que la mayor parte de la prensa, este peri¨®dico cubri¨® la guerra desde ambos bandos, y public¨® de inmediato el relato ocular del bombardeo de Guernica enviado por el periodista brit¨¢nico George Lowther Steer, que la prensa brit¨¢nica se neg¨® inicialmente a publicar). Y, c¨®mo no, entre los escritores representados est¨¢n tambi¨¦n Hemingway, Martha Gelhorn, Dos Passos, Koestler, Bang, Virginia Cowles (que inform¨® desde ambos bandos para Hearst), Harold Philby y Langston Hughes.
Pero La forja de un rebelde, de Arturo Barea, sigue siendo en mi opini¨®n el gran relato de la Guerra Civil; constituye un asombroso recordatorio de una forma de observar el mundo que abandona en el polvo las memorias basadas en las lamentaciones personales y el acalorado periodismo propagand¨ªstico. La autobiograf¨ªa de Barea no trata de batallas. El autor se usa a s¨ª mismo como testigo de una sociedad difunta que se precipita en la guerra. Y, a diferencia de Orwell y Hemingway, que enviaron brillantes cr¨®nicas diarias sobre la guerra en s¨ª y sobre la guerra dentro de la guerra, Barea no estaba lastrado por el romanticismo extranjero. Su madre era una lavandera viuda, de la parte m¨¢s pobre de Madrid. Lavapi¨¦s era el fiel de la balanza, el punto crucial entre la existencia y la inexistencia. Uno llegaba a Lavapi¨¦s desde arriba o desde abajo. El que llegaba desde arriba hab¨ªa descendido hasta el ¨²ltimo pelda?o que le separaba de la ca¨ªda definitiva y absoluta. Barea, que no pertenec¨ªa a ninguna parte, se convirti¨® en el protot¨ªpico testigo despierto de c¨®mo funcionaba verdaderamente el mundo. Nunca fue tan dr¨¢stico en sus opiniones como los corresponsales extranjeros, a los que trat¨® cuando estaba al frente de la Oficina de Prensa y Propaganda, durante el sitio de dos a?os sufrido por un Madrid desesperado y abandonado por su propio Gobierno. Mientras tanto, su compa?era austriaca, Ilsa Barea, corr¨ªa el riesgo de ser fusilada, porque los comunistas la acusaban de esp¨ªa trotskista.
La exposici¨®n incluye tambi¨¦n art¨ªculos del enigm¨¢tico Mija¨ªl Koltsov, corresponsal jefe de Pravda y principal cerebro de la operaci¨®n rusa en Espa?a. El intelectual alem¨¢n Gustav Regler relata en The owl of Minerva que Koltsov ofreci¨® tranquilamente una fiesta con champa?a en Madrid a un ingeniero al que sabe que van a fusilar en cuanto vuelva a Mosc¨². No obstante, el Diario de la guerra de Espa?a escrito por Koltsov es el mejor relato sobre la guerra desde el punto de vista ruso. Cuando le¨ª la primera traducci¨®n al espa?ol en la editorial Ruedo Ib¨¦rico, me qued¨¦ intrigada porque obviamente Koltsov lleg¨® a Espa?a despreciando a los d¨ªscolos espa?oles, pero el pa¨ªs acab¨® transform¨¢ndolo. ?Era Koltsov sincero cuando escribi¨® "pobre Durruti" a la muerte del anarquista, su presunto enemigo? ?Era plenamente consciente de que tambi¨¦n ¨¦l ser¨ªa liquidado al volver a Rusia? ?De que su gran diario ser¨ªa suprimido hasta la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn? No tengo respuestas.
Aunque diversas mujeres escribieron sobre Espa?a, Josephine Herbst entre ellas, de acuerdo con esta exposici¨®n s¨®lo tres parecen estar incluidas en la lista de corresponsales de prensa acreditados: Martha Gelhorn, Bang y Virginia Cowles. La pregunta que yo me hago, tambi¨¦n sin respuesta, es por qu¨¦ en una ¨¦poca en la que en Espa?a Federica Montseny era una de las cabecillas de los anarquistas, La Pasionaria de los comunistas y Victoria Kent diputada socialista, hab¨ªa tan pocas corresponsales. Pero uno de los problemas de la Rep¨²blica espa?ola, en mi opini¨®n, es que se empe?¨® en aprobar legislaci¨®n social antes de apuntalar la reforma econ¨®mica. Y, por desgracia, no vigil¨® con suficiente escepticismo a su rebelde Ej¨¦rcito.
Traducci¨®n de News Clips. La exposici¨®n Corresponsales en la Guerra Civil espa?ola, 1936-1939, organizada por el Instituto Cervantes y la Fundaci¨®n Pablo Iglesias, est¨¢ abierta en el Cervantes en Nueva York hasta el 30 de septiembre (www.cervantes.es).
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