La poes¨ªa se escribe en el futuro
Con la poes¨ªa hispanoamericana es imposible equivocarse. Hay tanto bueno de donde escoger que s¨®lo con poca fe o pobre informaci¨®n se puede hacer una mala antolog¨ªa. Treinta a?os atr¨¢s, los poetas disputaban con entusiasmo su lugar en las antolog¨ªas nacionales, quiz¨¢ porque no ten¨ªan suficientes pruebas de su identidad. Hoy hay tantas antolog¨ªas, foros, congresos, becas y premios, multiplicados adem¨¢s por Internet, que ser¨ªa anacr¨®nico el poeta que se defina por su inclusi¨®n en cualquier repertorio. Y una antolog¨ªa que presuma de su capacidad de excluir ser¨ªa una suerte de parque juri¨¢sico. M¨¢s casuales y provisorias, las antolog¨ªas ya no prometen la posteridad. Documentan la fugacidad, donde los poemas viven m¨¢s plenamente.
Sin la gran poes¨ªa americana no habr¨ªa habido "nueva novela", como han reconocido Carlos Fuentes y Garc¨ªa M¨¢rquez
Hoy predomina un di¨¢logo m¨¢s civil, la posibilidad de una rep¨²blica literaria sin polic¨ªas
La hispanoamericana es, adem¨¢s, una geopo¨¦tica sin "ansiedad de influencias". Como escribi¨® Jos¨¦ Emilio Pacheco: "Yo no quiero matar a L¨®pez Velarde ni a Gorostiza ni a Paz ni a Sabines" (Contra Harold Bloom). M¨¢s bien, concluye Pacheco, no podr¨ªa escribir sin la lecci¨®n mayor de sus libros.
"Los poetas bajaron del Olimpo" (gracias a Nicanor Parra), y la noci¨®n de "poeta nacional" es hoy un gravamen. No menos redundante es la idea de las "generaciones" (del 50, del 60, del 70, del 80
...), casi un directorio telef¨®nico reciclado. Los marcos locales de lectura peri¨®dica se han vuelto melanc¨®licos; y los nacionales, museol¨®gicos. Hoy predomina un di¨¢logo m¨¢s civil, la posibilidad de una rep¨²blica literaria sin polic¨ªas. "El presente es perpetuo", resumi¨® Octavio Paz desde una po¨¦tica de absolutos. Hoy el presente es una enunciaci¨®n: lleva la fuerza del instante. Los poetas demasiado fecundos resultan inc¨®modos porque prolongan la charla. Gracias a su econom¨ªa ha sido recuperado Borges como poeta de la concisi¨®n; en cambio, Neruda es nuestro Victor Hugo: hist¨®rico, casual y geogr¨¢fico.
Los modernistas de comienzos
del siglo XX, con Rub¨¦n Dar¨ªo de adelantado, recobraron la sensorialidad del instante, y su m¨²sica cambi¨® para siempre a la poes¨ªa en espa?ol. Antonio Machado y Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, dos entonaciones distintivas de esa dicci¨®n, se bautizaron en el entusiasmo dariano de lo nuevo. Y hasta Vicente Aleixandre descubri¨® que era poeta cuando ley¨® un verso de Dar¨ªo. Los vanguardistas, en cambio, cultivaron la mitolog¨ªa de lo fugaz a nombre de la originalidad, y disputaron de malos modos su derecho a las v¨ªsperas. Huidobro y C¨¦sar Moro se insultaron mutuamente de lo peor, de copistas. Pero lo nuevo de unos y otros reverbera a comienzos de este siglo XXI en una convicci¨®n cultivada: la poes¨ªa es una forma de la conversaci¨®n, y se debe por entero al interlocutor. Poes¨ªa, qu¨¦ remedio, eres t¨².
De los modernistas, el poema
pone al d¨ªa la reverberaci¨®n del habla, esa nitidez del tiempo hablado. De los vanguardistas, recupera la escena visionaria de una ciudad compartida como espect¨¢culo. Nadie podr¨ªa ya decir "Yo soy un hombre sincero", sin hacerse sospechoso de prefreudiano; y sabiendo que el sujeto heroico ha dejado paso a la voz alterna, la del otro, que en la primera persona es alguien m¨¢s. "Yo soy el Individuo", escribi¨® Nicanor Parra, para recomenzar, despu¨¦s de Freud y de Marx, con ese otro que en el lenguaje hace camino al hablar.
Tom¨¢s Segovia, Juan Gelman, Antonio Cisneros, Enrique Fierro, Jes¨²s Urzagasti, Ra¨²l Zurita, Reina Mar¨ªa Rodr¨ªguez, Coral Bracho, Tamara Kamenszain, Juan Gustavo Cobo Borda, Daniel Samoilovich, Yolanda Pantin, Mal¨² Urreola, cuyos libros son estancias del di¨¢logo caminante, han liberado a la poes¨ªa del archivo y el museo, proyect¨¢ndola en el devenir de la lectura, en ese territorio del espa?ol mundial, cuya libertad es una larga orilla actual. Se puede decir, por eso, que la nueva poes¨ªa latinoamericana se escribe en el futuro, en esa lectura por venir, donde anticipa la intimidad de su turno en el di¨¢logo. Lo nuevo, al final como al comienzo, es materia del porvenir. Hasta los poetas que han muerto en estos a?os encuentran lugar en la conversaci¨®n. Jorge Eduardo Eielson, por ejemplo, nos ha dejado tantas preguntas que sus lectores tendremos que devolverle la palabra. Quiero decir que este presente latinoamericano, hecho adem¨¢s entre mares y lenguajes, es un texto que no cesa de escribirse. Lo anuncia Montserrat ?lvarez (poeta peruana nacida en Zaragoza): "las horas del futuro se han venido al presente; / los relojes se han roto, o se los han robado". Un presente de crisis, y de iron¨ªa.
El horizonte de creatividad de esta poes¨ªa es un di¨¢logo tambi¨¦n con otras formas expresivas. Con la pintura y la fotograf¨ªa, con la m¨²sica popular y el cine. La argentina Claudia Mas¨ªn obtuvo el II Premio Casa de Am¨¦rica con La vista (Visor, 2002), una colecci¨®n de 21 poemas basados en otros tantos filmes. "Me gustar¨ªa contarte lo que veo", anuncia este libro de historias sobre la mirada narrativa. El mexicano Alberto Blanco le ha seguido el pulso pante¨ªsta al gran pintor Francisco Toledo, en cuyo taller de Oaxaca se funden las nuevas voces y los viejos ritos. Pero no pocas veces la relaci¨®n de arte y poes¨ªa la dicta la experiencia migratoria, el exilio contemplado.
A "G¨®ngora y Argot" atribuye
R¨®ger Santiv¨¢?ez su lenguaje h¨ªbrido y par¨®dico: "Pop ululaba el ulular popular... Mansedumbre oratio in soul". Ese juego pluriling¨¹e es otro modo de citar el genio de Pound y el ingenio popular. Ya el chileno Ra¨²l Zurita hab¨ªa escrito un libro en braille, como si para leer poes¨ªa el lector tuviese que hacer de ciego. Los j¨®venes poetas chilenos reunidos en el Foro de Escritores ("un taller de poes¨ªa experimental, una mesa entre pares y una peque?a editorial") cultivan la poes¨ªa ef¨ªmera repartida en los parques y el grafismo l¨²dico de una poes¨ªa que ilustra su propia permutaci¨®n. El nicarag¨¹ense Francisco Ruiz Udiel (1980) en su primer libro Alguien me ve llorar en un sue?o no es menos elocuente: "All¨¢ va lejos sin cesar la muerte / all¨¢ va lejos sin cesar Vallejo".
Por lo dem¨¢s, la poes¨ªa hispa
noamericana est¨¢ a la mano. Las obras de Neruda, Paz, Gonzalo Rojas, y pronto Nicanor Parra, est¨¢n en el C¨ªrculo de Lectores en ediciones cuidadas y solventes. La poes¨ªa de Emilio Adolfo Westphalen, Olga Orozco, Blanca Varela, Tom¨¢s Segovia, Rafael Cadenas, Eduardo Lizalde, Gabriel Zaid, Jos¨¦ Emilio Pacheco, Eduardo Montejo, Gerardo Deniz, Antonio Cisneros, Alberto Blanco, entre otros, est¨¢ en el Fondo de Cultura Econ¨®mica, en compilaciones hechas por los autores mismos. En Lumen apareci¨® la poes¨ªa reunida de Juan S¨¢nchez Pel¨¢ez. En Era se encuentran los libros de Juan Gelman, Coral Bracho, David Huerta, Francisco Hern¨¢ndez y Fabio Mor¨¢bito. Aldus, Mart¨ªn Pescador y Sin Nombre son otros sellos mexicanos y exquisitos. En Caracas, Monte ?vila ha iniciado una serie de antolog¨ªas de poetas venezolanos, y son tambi¨¦n fundamentales las colecciones de Peque?a Venecia y Eclepsidra. Visor, Hiperi¨®n y Signos han publicado en Madrid a notables poetas americanos, entre ellos al puertorrique?o Jos¨¦ Luis Vega. Y hay que recordar la labor pionera de Joaqu¨ªn Marco en Ocnos (Barcelona), donde se dieron a conocer las voces centrales de esta poes¨ªa.
Sin la gran poes¨ªa americana no habr¨ªa habido "nueva novela", como lo han reconocido Carlos Fuentes y Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. Y no habr¨ªa hoy una nueva poes¨ªa sin los lectores que por su cuenta y riesgo siguen apostando por un pu?ado de palabras empe?adas en abrirle horizonte al lenguaje.
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