El gregario de Armstrong
Landis reconoce la herencia de su compatriota en su victoria y el valor de su pasado menonita
Una gran bandera estadounidense esperaba a Floyd Landis en la l¨ªnea de meta. Una bandera y una nube de c¨¢maras que casi tiran al ganador del Tour al suelo. Tuvieron que ayudarle a bajar de la bicicleta, en parte por el cansancio y en parte porque su cadera derecha, la que los m¨¦dicos le quitar¨¢n para implantarle una nueva, le impide ciertos movimientos. Empapado en sudor, Landis subi¨® a una caravana para ver en silencio el final de la etapa, la confirmaci¨®n de su victoria. Un grito de alegr¨ªa sali¨® de su interior poco despu¨¦s. Tras siete a?os de reinado de Armstrong, poco parece cambiar. Al menos la mentalidad del tejano vive en Landis, alimentada despu¨¦s de tres a?os juntos, de 2002 a 2004, en el US Postal. "Estar en un equipo con Armstrong me ayud¨® mucho, fue una experiencia muy particular que muy pocos pueden vivir. Lo que aprend¨ª es que para ganar has de creer que todo es posible. Todos en el equipo viven al cien por cien para ganar el Tour y as¨ª lo creen. Es un error que tienen muchos equipos. Creen que no pueden ganar y as¨ª nunca lo har¨¢n", dijo Landis.
Hay algo de com¨²n en las historias de Armstrong y Landis, una especie de lucha personal contra los elementos. Si el tejano super¨® el c¨¢ncer para transformarse, el de California ha corrido con una cadera de cristal por culpa de una necrosis que sufre desde hace dos a?os. En agosto o septiembre pasar¨¢ por el quir¨®fano y su futuro como profesional est¨¢ en el aire. La perspectiva de despedirse del Tour con 30 a?os y sin una victoria se volv¨ªa insoportable en su mente. "Me hubiera marchado muy decepcionado si no hubiera ganado porque quiz¨¢ no vuelva m¨¢s. Ahora estoy m¨¢s tranquilo y relajado para operarme. He ganado y quiero volver, el pr¨®ximo a?o o al siguiente, pero he de regresar al Tour", explic¨® Landis. Armstrong le visit¨® hace unos d¨ªas y apost¨® por ¨¦l. Sus relaciones han mejorado despu¨¦s del enfrentamiento entre ambos cuando Landis dej¨® al gran jefe para fichar por el Phonak. El tejano carg¨® contra su ex compa?ero, que lleg¨® a decir que no se pod¨ªa ser amigo de Armstrong.
El term¨®metro marcaba 36 grados cuando Landis sali¨® en la contrarreloj rumbo a su primer Tour. "?Perfecto, perfecto, ya le sacas un minuto a Sastre!", le animaba su director, John Lelangue, desde el coche. "?No te olvides de beber!". A la media hora de carrera ya le hab¨ªa arrebatado el maillot amarillo a Pereiro y nada le deten¨ªa camino de Par¨ªs. Subido al podio poco despu¨¦s, acechado por cientos de personas, Landis ech¨® por un momento la vista atr¨¢s y record¨® su pasado, la vida en Pensilvania bajo la cultura menonita, su ruptura con las costumbres de sus padres y el inicio de una vida nueva a los 19 a?os, su descubrimiento del mundo m¨¢s all¨¢ de las barreras. "Mi pasado me ha ayudado a ganar el Tour. Mis padres han luchado mucho en la vida y me ense?aron a tener mucha paciencia. Me ha costado saber ser paciente, pero lo he conseguido", dijo; "he aprendido a sufrir y a esperar".
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