Secuestro
"Yo soy un palestino de hace dos mil a?os", dec¨ªa ya hace d¨¦cadas el poeta jud¨ªo y franc¨¦s Herbert Pagani. En el fondo del debate pol¨ªtico de estos d¨ªas surge la postura ante esta pertenencia, algo que no debiera seguir plante¨¢ndose, pero que sigue siendo el eje central de los pasos previos para cualquier acuerdo.
?Qu¨¦ suceder¨ªa si los espa?oles exiliados o emigrantes hubieran perdido su territorio? ?C¨®mo construir¨ªan su idea de naci¨®n, su narraci¨®n hist¨®rica? El surgimiento de la idea nacional se vive por los excluidos como una agresi¨®n, pero a la vez tambi¨¦n es una necesidad hist¨®rica de los pueblos. Otra paradoja. Tal vez esos espa?oles se integrar¨ªan en otros pa¨ªses, o quiz¨¢ mantuvieran esa idea de Espa?a a la que retornar, tal vez el espa?olismo adquirir¨ªa idea de vuelta y retorno. No es tan extra?o, les sucedi¨® tambi¨¦n a una parte de espa?oles, los sefard¨ªes.
El sionismo surge como un movimiento de retorno. No hay otra ideolog¨ªa sionista, de ah¨ª el error del ismo; no es un movimiento ideol¨®gico esencialmente, es una idea de formaci¨®n de una naci¨®n que pasa de una idea cultural religiosa a otra de contenido pol¨ªtico y territorial, asimil¨¢ndose a los movimientos nacionales del siglo XIX y como respuesta no ¨²nicamente al antisemitismo europeo, incapaz de respetar los derechos de los jud¨ªos a su diferencia, a las fuerzas arcaicas y aniquiladoras de lo jud¨ªo que nos ciegan en Europa; sino tambi¨¦n en respuesta a un v¨ªnculo amoroso e hist¨®rico mantenido durante siglos. No dej¨® de haber jud¨ªos en Palestina, territorio que primero forma parte del Imperio Otomano, del Brit¨¢nico despu¨¦s. Los palestinos de entonces eran tanto jud¨ªos como musulmanes, ambos son los palestinos hist¨®ricos. Luego surge el sionismo, el movimiento que habla no ya del retorno de los jud¨ªos a Palestina, porque ya estaban ah¨ª, aunque en menor n¨²mero, sino de la necesidad de un Estado jud¨ªo. Esta idea trae como consecuencia y por asimilaci¨®n la formaci¨®n de un Estado palestino musulm¨¢n. Del sionismo surge el palestinismo. Pero quienes se llaman palestinos son ¨²nicamente una de las partes de los palestinos. Palestina pasa a designar una y s¨®lo una de las partes de esa realidad hist¨®rica.
As¨ª la idea del Estado de Israel suscita la idea de un Estado palestino musulm¨¢n. ?Qu¨¦ pod¨ªa impedir este desarrollo en armon¨ªa? ?Por qu¨¦ esta idea tan simple y generosa de dos pueblos fracasa? ?sta es la cuesti¨®n. Fracasa porque desde el primer momento naciones ¨¢rabes ajenas al conflicto, distantes de la zona, hacen causa com¨²n para impedir la formaci¨®n de un Estado jud¨ªo. No importa que ese territorio existiera antes bajo Mandato Brit¨¢nico. Se vive como una agresi¨®n que ese territorio sea parte de Occidente como naci¨®n independiente, por m¨ªnimo que fuera. ?Se piensa entonces en los palestinos musulmanes? ?En su derecho y posibilidad de vivir dignamente? La historia demuestra que no. En lugar de volcar el esfuerzo por mantener dignamente la vida y formar el Estado, en lugar de asimilar a quienes quisieron marcharse en los pa¨ªses ¨¢rabes de acogida, se mantiene en esos mismos pa¨ªses a los palestinos en campos de refugiados. Jordania se forma tambi¨¦n a la vez que Israel. Jordania tambi¨¦n es efecto del sionismo. Pero elude toda responsabilidad por el pueblo palestino musulm¨¢n. Fracasa porque Europa no sabe romper los s¨ªmbolos, se deja arrastrar por una guerra de comunicaci¨®n, de marketing, en la que sus propios valores empiezan a cuestionarse, porque Europa no ve que desde el comienzo es a Europa a quien se combate. Fracasa porque Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica en el comienzo guerrean en la zona, usando a unos y a otros como prueba de fuerza. De ah¨ª que se asimile por la izquierda a los palestinos musulmanes como emblema.
As¨ª empieza a construirse el mito del destierro, de un d¨¦bil apoyado por potentes naciones que ocupan la tercera parte del mapa mundial, y que usa armas no convencionales. Occidente vive secuestrado por el poder pol¨ªtico-econ¨®mico de estas naciones que mantienen su cara tr¨¢gica sin querer encontrar una soluci¨®n. Si palestinos jud¨ªos y palestinos musulmanes se hubieran sentado solos, probablemente hoy se discutir¨ªa ¨²nicamente de la necesidad o no de un pasaporte para cruzar sus fronteras.
Mantener la mirada secuestrada es ser misil de largo alcance preparado a matar a miles de ciudadanos inocentes. Como se?ala Alain Finkielkraut, Occidente confunde al enemigo con el otro, con el d¨¦bil. Pero Israel sufre de esa parad¨®jica contradicci¨®n. Debe defenderse y a la vez tiene la obligaci¨®n moral de defender a sus vecinos d¨¦biles. Pero Israel es tambi¨¦n una v¨ªctima. Sufre el acecho de una guerra encubierta y cobarde por parte de las naciones m¨¢s desp¨®ticas y autoritarias que ha conocido la historia y que tiene su brazo ejecutor en los palestinos secuestrados. Es una guerra no convencional pero aniquiladora. Tanto unos como otros sufren la imposibilidad de construir su propia paz. ?nicamente con un juicio objetivo, derrumbando los mitos, apoyando el reconocimiento de ambos pueblos, valorando por igual a los muertos, comprendiendo que no hay una respuesta adecuada a un ataque inadecuado, podr¨ªa Europa intervenir como mediador efectivo en la zona.
Europa tiene una responsabilidad con los dos pueblos y no hace ning¨²n favor a ninguno de ellos si mantiene los mitos. Los israel¨ªes discuten, denuncian democr¨¢ticamente sus propias equivocaciones, pero han abandonado la esperanza de hacerse comprender por Europa. Y, por otro lado, ?qui¨¦n se atreve a cuestionar su papel de mito? ?sa es la tragedia palestina, la incapacidad de enfrentarse a la realidad hist¨®rica, de construir carreteras de salida del territorio de los s¨ªmbolos.
Esther Bendah¨¢n, nacida en Tetu¨¢n, es autora de las novelas Deshojando alcachofas y D¨¦jalo, ya volveremos; esta ¨²ltima, sobre los sefard¨ªes espa?oles en Marruecos.
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