Sue?os rotos
Dicen que quien no sue?a est¨¢ enfermo. En todos los sentidos del t¨¦rmino so?ar: cada noche, a lo largo de la vida, en cada ¨¦poca, so?ar sue?os, so?ar ideales, so?ar utop¨ªas. Dicen que el sue?o de la raz¨®n produce monstruos: la raz¨®n cuando sue?a y la raz¨®n cuando duerme. Las vidas y las sociedades se pueblan de monstruos a ra¨ªz de los sue?os de la raz¨®n, o a ra¨ªz de que la raz¨®n duerma y no est¨¦ en vigilia.
Una forma de maduraci¨®n personal radica en aceptar que no se cumplan todos nuestros sue?os: hacer la paz con la realidad de la biograf¨ªa propia admitiendo que no todo lo que nos hemos propuesto se cumpla. La decepci¨®n causada por el incumplimiento de los sue?os como componente ineludible de la identidad madura. Decepci¨®n que puede ser tambi¨¦n salvaci¨®n ante la tragedia que pudiera suponer el cumplimiento completo de cada sue?o. No en vano indican autores sesudos que todas las utop¨ªas se imaginan sociedades que en el fondo son dictatoriales.
Walter Benjamin distingue perfectamente el mesianismo como espera de la llegada del Mes¨ªas, del tiempo mismo en el que el Mes¨ªas habr¨¢ llegado. Al igual que distingue el conocimiento fragmentario de la verdad total, del concepto de idea, con la conciencia de que la palabra revelaci¨®n de s¨ª misma y de toda la realidad s¨®lo es posible en el ¨¢mbito de la religi¨®n y no en la emigraci¨®n terrenal.
Para condenar sin paliativos a ETA no es necesario olvidar, y menos negar, que en sus inicios hubo sue?os, ideales, utop¨ªas. Hab¨ªa un sue?o de libertad y de emancipaci¨®n. Hab¨ªa un sue?o de rebeld¨ªa frente a los padres aburguesados y acomodados con el franquismo. Hab¨ªa un sue?o de buscar la reconciliaci¨®n entre la sociedad vasca representada por el imaginario nacionalista, y la sociedad vasca representada por el imaginario socialista. Franco contra rojos y rotos hac¨ªa posible so?ar esa reconciliaci¨®n. Hab¨ªa un sue?o de un mundo mejor, del cual una Euskadi liberada social y pol¨ªticamente pod¨ªa ser un peque?o fragmento. Y hab¨ªa un sue?o que dec¨ªa que la violencia era domesticable y que pod¨ªa fungir como fuego purificador de sus propios riesgos.
Para condenar a ETA no hace falta olvidar ni ocultar que perteneci¨® al conjunto de utop¨ªas so?adas en la d¨¦cada de los sesenta: los movimientos de liberaci¨®n nacional contra los colonialismos, la rebeld¨ªa contra la guerra de Vietnam, la primavera de Praga, la autogesti¨®n yugoslava como redenci¨®n de un socialismo demasiado real en su tristeza diaria dictatorial, Cuba a¨²n como promesa de revoluci¨®n conseguida, el Che Guevara, la revuelta estudiantil, la imaginaci¨®n al poder, el convencimiento de poder superar la unidimensionalidad de la racionalidad capitalista.
Pero ETA ha destrozado todos esos sue?os. La historia de ETA es la historia de c¨®mo esos sue?os se han convertido en monstruos. Es la historia de una gran decepci¨®n. Pero no de una decepci¨®n personal de cada uno de sus miembros. Es la historia de c¨®mo los sue?os de rebeld¨ªa y liberaci¨®n se convierten en pesadilla para los dem¨¢s: para los amenazados, para los extorsionados, para ciudadanos corrientes, para los que representan a Espa?a, al Estado, para los que representan pacto, compromiso, acuerdo, limitaci¨®n, para los que simplemente pasaban por donde unos sue?os convertidos en monstruos agitaban las mentes de unas personas supuestamente normales.
ETA ha sido un mal sue?o, una pesadilla que ha dejado casi mil asesinados en el camino, cientos y miles de v¨ªctimas, de familiares y amigos cuya vida ha sufrido una ruptura irremediable. Pero adem¨¢s ETA ha destrozado una sociedad en la medida en que muchos se han acomodado a la situaci¨®n de terror que nunca parec¨ªa afectarles directamente, s¨®lo a los dem¨¢s. ETA ha destrozado el nervio moral de toda una sociedad que mayoritariamente ha mirado a otro lado demasiado tiempo, que demasiado f¨¢cilmente ha aceptado la explicaci¨®n del algo habr¨¢ hecho, que con demasiada facilidad ha recurrido a las explicaciones sabidas de la culpa del Estado, de Madrid, de Espa?a, de la opresi¨®n mantenida, del franquismo superviviente en las supuestamente democr¨¢ticas estructuras de la Espa?a constitucional.
Pero lo peor de todo -perd¨®n, no lo peor, porque nada hay peor que asesinar, pero s¨ª algo muy grave- es que ETA y todo lo que le ha acompa?ado puede haber hurtado a la sociedad vasca la capacidad de so?ar. Bueno ser¨ªa que la sociedad vasca hubiera aprendido la lecci¨®n de que hay sue?os que producen monstruos, que la violencia ileg¨ªtima no es domesticable, que desarrolla su propia l¨®gica y destroza a quien se cree con poder sobre ella, que hay verdades fundamentales, sentimientos indiscutibles que pueden abrir puertas que mejor permanecen cerradas. Bueno ser¨ªa si lo hubi¨¦ramos aprendido, aunque no lo parece.
Pero es malo que la sociedad vasca se quede sin capacidad de so?ar desde el aprendizaje de su propia historia reciente. ?Qu¨¦ es lo que debiera so?ar la sociedad vasca, lo que debieran poder so?ar los ciudadanos vascos en un posible tiempo pos-ETA? So?ar con la oportunidad de enfrentarse a su propia historia a lo largo del tiempo de terror impuesto por ETA. So?ar con la oportunidad de asumir responsablemente su propia actuaci¨®n, su propio comportamiento, el de cada uno. So?ar con la oportunidad de apartar el f¨¢cil y falso escudo de la buena conciencia que impide ver la realidad de una historia triste y plagada de vulgaridad, de ego¨ªsmo, de acomodaci¨®n, de permanente compra de una p¨®liza de seguro, cada uno la suya.
So?ar con la recuperaci¨®n de la fibra moral, de la capacidad de, por lo menos ahora, apostar por la libertad, por una libertad que nos permita dise?ar nuestro futuro sin el condicionamiento del terror de ETA y de lo que explicaba, legitimaba y conten¨ªa ese terror de ETA. Sin el condicionamiento de su lenguaje, de su historia, de sus m¨¦todos, de sus contenidos. So?ar con que es posible acometer el final de ETA como oportunidad de recobrar el sentido de la libertad perdida y abandonada durante tanto tiempo. So?ar con que es posible construir el futuro pol¨ªtico de Euskadi sobre una raz¨®n que no sea la raz¨®n que sirvi¨® para asesinar a tantas personas.
La sociedad vasca y espa?ola tiene la oportunidad de so?ar una narrativa liberada de la narrativa de ETA, una narrativa construida desde la dignidad de la democracia, del Estado de derecho, de lo ¨²nico que todav¨ªa puede dar sentido a tanto asesinato sin sentido. Pero mucho me temo que el ¨¢ngel de Benjamin que camina de espaldas hacia el futuro viendo los desastres acumulados por el progreso humano ver¨¢ todos estos sue?os como nonatos, como abortos que pudieron ser, pero nunca llegaron a nacer.
Joseba Arregi es profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad del Pa¨ªs Vasco.
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