Gustavo Alatriste, el productor de 'Viridiana'
Odiado y criticado por muchos, alabado por m¨¢s, pocos saben en Espa?a que Gustavo Alatriste fue el productor de Viridiana, un genio oculto que hizo posible aquel descabellado proyecto. Dicen que alguna vez sugiri¨® que su epitafio fuera "una vida de pel¨ªcula", en realidad, pensaba que la vida -su vida- valdr¨ªa la pena si la consideraba una aventura. Para ¨¦l, el fracaso era no seguir al pie de la letra lo que dictaba su f¨¦rrea voluntad, aunque no estoy seguro de que la palabra voluntad sea la que designe el origen de su tenacidad, sino que se dejaba guiar por una suerte de clarividencia, una mezcla de buena suerte, tino, intuici¨®n, y practicidad a prueba de balas.
Cuando me divorci¨¦ de mi primera mujer, me lo encontr¨¦ al poco de haber salido de mi casa. Yo estaba deprimido y sent¨ªa que la vida hab¨ªa perdido todo sentido. Fui a una reuni¨®n en casa de mi t¨ªo Miguel para sentirme cobijado por mi familia. Gustavo se acerc¨® en un momento en que beb¨ªa un g¨¹isqui en un rinc¨®n sin ocultar la melancol¨ªa que me abat¨ªa. "?Qu¨¦ te pasa?", me pregunt¨® con aquel gesto alegre -entre despreocupado y fanfarr¨®n- con que siempre me trat¨®. "Me acabo de separar de mi esposa", le dije, "y me siento fatal". "Mira, sobrino", me aconsej¨® tom¨¢ndome del brazo: "Las mujeres son un accidente en la vida. Te lo dice un hombre muy accidentado. Si te vas a poner as¨ª, la vida te va a arrollar". Lo vi con incredulidad, pens¨¦ que como tanta gente dec¨ªa, era un c¨ªnico. Me llev¨® a?os entender que para ¨¦l, lo ¨²nico que estaba prohibido era sentir l¨¢stima por uno mismo, que nada pod¨ªa justificar la autocompasi¨®n.
Se cas¨® por primera vez con una rica heredera de Jalisco, Paca Anis, en una de las bodas m¨¢s rumberas del medio siglo. Era tan guapo que su llegada a Guadalajara caus¨® un cataclismo entre las chicas casaderas.
A partir de entonces empez¨® una vida galante que lo lig¨® a muchas mujeres. Se cas¨® con unas, vivi¨® con otras, viaj¨® con todas, y las m¨¢s fueron felices a su lado. Una querida amiga, gran actriz de cine, de quien me reservo el nombre, me dijo que nadie la hab¨ªa amado como mi t¨ªo Gustavo.
Por mi parte, nunca he visto a nadie disfrutar de su sensualidad como a ¨¦l, al extremo de que tengo la impresi¨®n de que era capaz de cualquier cosa con tal de seducir a una mujer que le gustara. Seg¨²n la historia que ¨¦l mismo narraba (y que ahora lo rodear¨¢ como una suerte de leyenda), cuando pretend¨ªa a Silvia Pinal le dijo que le pidiera lo que ella quisiera. Hasta ah¨ª, todo fue como una frase de bolero, la respuesta de Silvia, sin embargo, cambi¨® el destino del cine: "Me gustar¨ªa filmar con Luis Bu?uel". "Lo tienes hecho", contest¨® Gustavo Alatriste.
Por entonces todav¨ªa era mueblero (su negocio se llamaba Muebles Francis, en recuerdo de Paca, Francisca, su primera esposa), y aunque acababa de comprar la editorial de las revistas Sucesos y La Familia (en las que en poco tiempo colaborar¨ªa Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez) y ten¨ªa alguna relaci¨®n con el cine a trav¨¦s de su anterior mujer, Ariadna Welter, era un desconocido en la industria cinematogr¨¢fica.
Aun as¨ª, se present¨® ante Bu?uel, quien lo recibi¨® con las reservas del caso. "Quiero ser el productor de su pr¨®xima pel¨ªcula", le dijo nom¨¢s saludarlo. "Mire, Gustavo", contest¨® don Luis, "yo cobro mucho y no me gusta que nadie se meta con mis argumentos". Esa rara intuici¨®n que lo iluminaba se le present¨® entonces. "Yo tambi¨¦n tengo mis condiciones", respondi¨® mi t¨ªo: "Tendr¨¢ que permitirme pagarle el doble de lo que cobra, que filmemos su pel¨ªcula en Espa?a, adonde usted no ha regresado desde que se exili¨®, y que la estrella sea Silvia Pinal".
As¨ª naci¨® una de las grandes pel¨ªculas de la cinematograf¨ªa mundial, Viridiana; as¨ª se gest¨® el regreso de Luis Bu?uel al gran cine internacional, as¨ª pudo demostrar Silvia Pinal que era una gran actriz, y as¨ª se inici¨® la fulgurante carrera de productor cinematogr¨¢fico de Gustavo Alatriste.
Hace cuatro meses me llam¨® mi padre a Barcelona para decirme que mi t¨ªo Gustavo le acababa de decir que le hab¨ªan diagnosticado c¨¢ncer y le quedaban seis meses de vida. Le llam¨¦ muy preocupado y ¨¦l mismo me dijo que se iba a un tratamiento a Estados Unidos, pero que no me preocupara, que cuando viniera a M¨¦xico -en estos d¨ªas- ir¨ªamos a comer al Champs Elisses como era nuestra costumbre. Nos citamos hace tres lunes, pero cancel¨® la cita pues ten¨ªa que regresar al hospital norteamericano. Ya no lo vi m¨¢s, muri¨® hace pocos d¨ªas del mal que lo aquejaba, pero estoy seguro de que su obstinada voluntad de vivir le habr¨¢ alcanzado para saber que no hay que creer todo lo que dicen los doctores, y que sus 84 a?os dar¨¢n para quererlo siempre.
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