La Guatemala oscura
Rodrigo Rey Rosa se representa a s¨ª mismo en la novela ("es el hijo de Mario Rey Rosa, el textilero", dicen de ¨¦l) como un autor en busca de tema. En el primer p¨¢rrafo, alguien se le acerca: "Deber¨ªa usted escribir algo acerca de esto". Ese "esto" es un oscuro crimen cometido en el seno de la poderosa aristocracia de Guatemala, con sus pura sangre de medio mill¨®n de d¨®lares, con sus delirios de grandeza. El narrador Rey Rosa junta en s¨ª al escritor ocioso y al investigador privado: sigue el borroso hilo del delito porque resolver el caso equivale a construir la novela. En Caballeriza hay una clara estela del policial negro americano, el de Ross McDonald y el James Hardley Chase, con sus amasijos de sexo, dinero y ambici¨®n, con la familia como sede de los odios y de los amores.
CABALLERIZA
Rodrigo Rey Rosa
Seix Barral. Barcelona, 2006
141 p¨¢ginas. 17 euros
Desde sus primeros cuentos y novelas, Rey Rosa se opuso a la cornucopia que parec¨ªa consustancial al escritor americano. Sus libros son breves y de estilo tan contenido que en ocasiones parecen ni temerle al lugar com¨²n: en esta novela, por ejemplo, no faltan mujeres de "talle escultural". El cambio de est¨¦tica comporta una distinta mitolog¨ªa: en lugar de aquella fatalidad que parece mover las narraciones de Arguedas, Carpentier o Garc¨ªa M¨¢rquez, en las de Rey Rosa la ra¨ªz del mal no es distinta en la Guatemala del siglo XXI que en la corte medieval de Hamlet: el nombre del adolescente que est¨¢ en el centro de esta historia, Claudio, es una clave inequ¨ªvoca; igual que la escena central del libro, en la que toda la familia es sometida a juicio sumar¨ªsimo por ese ¨¢ngel tr¨¢gico. Quiz¨¢ Rey Rosa hace con su propio pa¨ªs lo que su maestro Paul Bowles con Marruecos: verlo desde una distancia breve pero infranqueable, donde la m¨¢xima econom¨ªa de estilo acrecienta la fuerza de las ambig¨¹edades. Desde que volvi¨® a vivir en Guatemala, despu¨¦s de muchos a?os entre Nueva York y Marruecos, las novelas de Rey Rosa (Piedras encantadas, 2001; Noche de piedras, 2002) est¨¢n hechas al mismo tiempo sobre la extra?eza s¨²bita de pertenecer a ese origen ("yo dir¨ªa que nunca se ha metido de lleno en nuestra realidad", le dice aqu¨ª un compatriota que ha le¨ªdo "todos sus libros") y sobre los fantasmas de una tierra habitada por "gente muerta". La propia sequedad de la sintaxis transmite algo de esa resistencia a la fascinaci¨®n y a la explicaci¨®n m¨¢gica o consoladora de la cat¨¢strofe. Como un detective que resuelve un caso en el que la aut¨¦ntica verdad "nunca se sabr¨¢".
Sequedad y renuncia al exo-
tismo son, tambi¨¦n, un modo de romper las oposiciones tradicionales: ya no existen mundos civilizados y salvajes, modernidad metropolitana contra mitolog¨ªa rural: todo se mezcla, todo se superpone y aplasta, la do?a B¨¢rbara de R¨®mulo Gallegos se funde con la corte del pr¨ªncipe europeo. En ese aplanamiento de las categor¨ªas, tambi¨¦n la novela de g¨¦nero tiene ambiciones de alta literatura (no siempre solventadas). Acaso en Caballeriza la escena m¨¢s interesante es la que casi no se ve, las sombras que se agitan en el fondo, la de los guardaespaldas siempre presentes, las armas de fuego sobre las bandejas del whisky, los criados casi sin rostro y que sin embargo llevan en s¨ª mismos el deseo y la condena.
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