Arqueolog¨ªa y urbanismo
La arqueolog¨ªa se convierte en noticia de verano. En este caso, combinada con la operaci¨®n urban¨ªstica. Y se plantea el dilema entre arqueolog¨ªa y urbanismo: la construcci¨®n de viviendas va a destruir los restos de un yacimiento ¨²nico y, al contrario, la defensa del yacimiento va a provocar la paralizaci¨®n del desarrollo urbano. Sin embargo, no se puede decir que las cosas sean exactamente as¨ª. Se deben matizar estas ideas que son las que subyacen en el caso toledano de Vega Baja.
Lo normal es que el hallazgo arqueol¨®gico se produzca de modo casual. Son las Obras P¨²blicas (la urbanizaci¨®n de un barrio) las que "descubren" el yacimiento. Aunque, como en este caso, ya se presumiera su existencia, estaba oculto y s¨®lo ahora, con las obras, el yacimiento se ha hallado y se descubre. Por eso hay una legislaci¨®n de Patrimonio, de prolongada solera en nuestro pa¨ªs, que defiende el yacimiento por su debilidad ante las Obras P¨²blicas cuya necesidad social las hace imprescindibles.
Estamos as¨ª ante otro tema, el del valor. Frente a la construcci¨®n del nuevo barrio, ?qu¨¦ tiene m¨¢s valor, la monumentalidad de Toledo o la historia impagable de los restos de la ciudad visigoda? Podemos impedir la construcci¨®n del nuevo barrio por su agresi¨®n a la ciudad hist¨®rica o porque destruye el yacimiento visigodo. ?No se est¨¢ utilizando la arqueolog¨ªa para defender valores que se deb¨ªan defender por s¨ª mismos? Porque tambi¨¦n est¨¢ el valor econ¨®mico. Una excavaci¨®n del extraordinario volumen de la de Vega Baja necesita una car¨ªsima financiaci¨®n que s¨®lo las Obras P¨²blicas pueden aportar. (Ah¨ª est¨¢ el otro caso: el de la M-30 de Madrid). Sin estas operaciones de urbanismo ser¨ªa imposible excavar la riqueza hist¨®rica de nuestro subsuelo. Personalmente me siento dividido, como ciudadano de Toledo lamento la operaci¨®n urban¨ªstica que se pretend¨ªa en la Vega Baja; pero como arque¨®logo acepto que s¨®lo ella ha permitido financiar su descubrimiento. Si ahora se echa el freno a la construcci¨®n de viviendas, ?c¨®mo se asegura la futura financiaci¨®n de una ardua y prolongada labor, rigurosa y cara, de excavaci¨®n y de divulgaci¨®n?
Finalmente cada yacimiento es un caso distinto. Unos son monumentales y fuertes, de hormig¨®n como el cercano circo de la Vega Baja, que, a pesar de su aparente abandono, se defiende por s¨ª solo. Pero la ciudad visigoda es una diosa de pies de barro: la conocemos por las hoyas y fosas de robo de sus muros de siller¨ªa, ya expoliados en el siglo XVI para construir la imperial Toledo, y por muros de barro que es imposible mantener al aire libre y cuya capacidad de divulgaci¨®n es muy escasa. Este yacimiento no habr¨¢ m¨¢s remedio que enterrarlo pues ser¨¢ el modo de asegurar su transmisi¨®n a generaciones futuras que tengan mejores medios para estudiarlos y divulgarlos. Su exposici¨®n actual ser¨¢ parcial y virtual y necesitar¨¢ de otra fuerte inversi¨®n en un Museo de la Cultura Visigoda que supere al languideciente actual.
Toda esta problem¨¢tica se deb¨ªa haber meditado antes. Era previsible y ya se conoc¨ªa, igual que se conoce en el resto de yacimientos donde se decide tarde y se act¨²a con prisas, medios insuficientes, presupuestos cortos y resultados en demasiadas ocasiones desastrosos (recordemos el palacio teodosiano de Cercadilla en C¨®rdoba destruido por la estaci¨®n del AVE). Una responsabilidad es promover un urbanismo racional y acorde con los valores monumentales y ciudadanos. Y otra responsabilidad, la arqueol¨®gica, la de recuperar y registrar con el mayor rigor y meticulosidad posible la informaci¨®n documental que el yacimiento posee. Y no olvidemos que en el d¨ªa a d¨ªa ambos problemas se entrelazan.
Luis Caballero Zoreda es arque¨®logo, investigador cient¨ªfico del CSIC.
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