Calor pol¨ªtico
Cuando acabe el calor (un amigo trae noticias de Par¨ªs y su calor, que puede llegar a ser una especie de desconsuelo, callejeando, o desesperaci¨®n, en vagones de metro sin aire acondicionado), cuando pase el verdadero verano, que todav¨ªa est¨¢ en su comienzo, vendr¨¢ la interminable campa?a para las elecciones municipales de 2007. Ya veo s¨ªntomas de c¨®mo ser¨¢: m¨¢s que pol¨ªtica, ser¨¢ una campa?a policial. Se atendr¨¢ a una tipolog¨ªa jur¨ªdica, de C¨®digo Penal. Los partidos no expondr¨¢n problemas y ofrecer¨¢n soluciones: utilizar¨¢n un m¨ªnimo de argumentos pol¨ªticos y recurrir¨¢n a insinuaciones y golpes policiacos. Examinar¨¢n a los candidatos rivales dentro de la ¨²ltima imagen de la pol¨ªtica municipal como departamento del negocio inmobiliario dedicado a la depuraci¨®n de dinero sucio.
El argumento pol¨ªtico m¨¢s contundente ser¨¢ una acusaci¨®n m¨²ltiple de sobornos y recalificaciones fraudulentas de suelo. Ya se oyen estas cosas en la precampa?a de la precampa?a, ahora mismo, con casos en Almer¨ªa, Huelva, M¨¢laga, C¨¢diz, Sevilla, Ja¨¦n, C¨®rdoba o Granada. La fiebre detectivesca investiga planes y convenios urban¨ªsticos, aceleraci¨®n y paralizaci¨®n de obras, metamorfosis de montes y huertas en casas y hoteles y pol¨ªgonos industriales, campos deportivo-tur¨ªsticos y espacios protegidos. Y, en sus nuevas tareas policiales, los partidos mandar¨¢n a sus Sherlock Holmes a indagar en el mecenazgo cultural del municipio y la adjudicaci¨®n de los servicios de basura.
La oposici¨®n pol¨ªtica se ha convertido en una operaci¨®n detectivesca, policiaca, para denunciar posibles delitos del partido contrario. La pol¨ªtica, en este aspecto, sintoniza con la opini¨®n p¨²blica. No es c¨®modo ser concejal hoy. Circula un clich¨¦, una caricatura del concejal perverso, corrompido o en venta. El pleno municipal se ve como un clan para delinquir. Ser concejal imprime car¨¢cter: es un estigma. Hay un estereotipo del concejal, es decir, una imagen fijada por repetici¨®n, prefabricada, generalizadora, simplista. Y lo peor es que el clich¨¦ cuenta con el aval de la Fiscal¨ªa Anticorrupci¨®n y el contundente ejemplo de lo que podr¨ªa ser llamado el mal de Marbella.
El examen cr¨ªtico del adversario electoral no se centrar¨¢ en su programa, sino en el cat¨¢logo de trampas que se le pueden suponer: prevaricaci¨®n, tr¨¢fico de influencias, cohecho, delitos contra el Medio Ambiente o la Ordenaci¨®n Territorial. Todo este mundo repulsivo guarda relaci¨®n con el papel de los Ayuntamientos como secci¨®n local del Estado, si el Estado debe proporcionar las condiciones necesarias para el florecimiento de la econom¨ªa. Quiz¨¢ por eso alg¨²n abogado de los concejales marbell¨ªes en la c¨¢rcel alega que su defendido se dej¨® sobornar por disciplina de partido: la obediencia debida persegu¨ªa el bien y la riqueza de la comunidad.
Estos casos pasan por las manos de lo mejor de la sociedad: pol¨ªticos, empresarios e inversores, bancos, notar¨ªas y bufetes de abogados. Pero los partidos pol¨ªticos se acusan entre s¨ª de favorecer "operaciones especulativas". Yo cre¨ªa que el capitalismo, o la ¨²nica econom¨ªa existente, era eso: b¨²squeda de beneficio, m¨¢s feliz cuanto mayor y m¨¢s inmediato. Uno de los m¨¢ximos dirigentes del sistema financiero andaluz recordaba el otro d¨ªa el alcance econ¨®mico del caso Marbella, punto geogr¨¢fico donde se entrecruzan intereses nacionales, regionales, econ¨®micos, sociales y empresariales, 6.000 millones de euros en cr¨¦ditos, una aut¨¦ntica cuesti¨®n de inter¨¦s general.
Los negociantes juegan con los m¨¢rgenes que deja la ley. La pol¨ªtica, que controla el cumplimiento de la ley, es parte del negocio. As¨ª desaparecen los lindes entre derecha e izquierda, y todos los partidos se igualan en sus funciones policiales, en su pesquisa de posibles alianzas delincuentes entre empresarios y cargos p¨²blicos que pertenecen al grupo enemigo. El fanatismo partidista entre derechas e izquierdas es sustituido ocasionalmente por un truculento celo policiaco. Es el momento, deplorable, de la pol¨ªtica polic¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.