El p¨¦ndulo que oscila
En M¨¦xico ha ganado Felipe Calder¨®n, del partido de gobierno, quien arranc¨® su campa?a all¨¢ por octubre del a?o pasado, casi sin chance, dispuesto a "romper la demagogia del PRD" y la "corrupci¨®n e impunidad del PRI". Por entonces se pensaba que L¨®pez Obrador era casi imbatible, mimado por c¨®modas mayor¨ªas en las encuestas, y que el PRI, aun con un candidato de escaso atractivo, preservaba una estructura lo suficientemente s¨®lida como para competir.
A poco de andar se revel¨® que Calder¨®n, un pol¨ªtico joven, de 43 a?os, panista desde la primera hora, presidente del partido varios a?os, secretario de Energ¨ªa del Gobierno de Fox, era un excelente candidato, como tal el mejor para quienes miraban desapasionadamente la pol¨ªtica. Pero aun ¨¦stos admit¨ªan que la ventaja de L¨®pez Obrador era demasiado grande, como se comprob¨® en marzo ¨²ltimo, en el Estado de M¨¦xico, el m¨¢s poblado, en que gan¨® abrumadoramente el candidato del PRD, mientras las encuestas mostraban ya a Calder¨®n segundo, aunque unos 10 puntos por debajo de L¨®pez Obrador.
Lo dem¨¢s es conocido. El PRI se fue reduciendo al porcentaje que le daba su m¨¢quina, la opci¨®n se polariz¨® entre Calder¨®n y L¨®pez Obrador, el presidente Ch¨¢vez -no faltaba m¨¢s- apareci¨® en escena para apoyar a este ¨²ltimo, la campa?a se ensuci¨® de acusaciones y finalmente, en la elecci¨®n m¨¢s re?ida de la historia, termina triunfando el "conservador", seg¨²n dice la etiqueta habitual. "Conservador", criado en la modesta familia de un profesor liceal; conservador que aspira a modernizar la econom¨ªa y abrirla al mundo, m¨¢s all¨¢ del TLC con EE UU; conservador que quiere eliminar los vestigios remanentes de los 73 a?os de un PRI nacionalista, proteccionista, autoritario y tercermundista. En una palabra, un conservador que propone un M¨¦xico m¨¢s moderno y m¨¢s abierto.
La pregunta hoy es si podr¨¢ lograrlo, con un Parlamento donde carece de mayor¨ªa. En un pa¨ªs sin cultura de pactos, sin el h¨¢bito del entendimiento, mirado m¨¢s como una flojera que un acto de sabidur¨ªa, porque la historia as¨ª lo dice desde la autocracia de Porfirio D¨ªaz, el monopartidismo del PRI y un pasado de hero¨ªsmo revolucionario, donde nada dej¨® de pasar y el di¨¢logo pol¨ªtico poco espacio tuvo.
Lo interesante es que esta elecci¨®n de Calder¨®n, luego de la de Alan Garc¨ªa en Per¨² y la reelecci¨®n de Uribe en Colombia, termina de echar por tierra la caricaturesca tesis de que Am¨¦rica Latina viv¨ªa una "ola de izquierda", cuando adolec¨ªa pura y llanamente de un ramalazo de enojo que conduc¨ªa a las oposiciones al gobierno al grito de cambiar la pol¨ªtica econ¨®mica. La presunta ola se compon¨ªa de algo tan variopinto como un populismo autoritario en Venezuela, una insurgencia ind¨ªgena en Bolivia, una socialdemocracia liberal en Chile, un gobierno lisa y llanamente peronista en la Argentina y una coalici¨®n brasile?a, comandada por un viejo sindicalista, asociado a los partidos de la derecha hist¨®rica.
Las ¨²ltimas elecciones han sido terminantes y muestran tambi¨¦n que ese mesianismo bolivariano de Ch¨¢vez, aspirante a un liderazgo continental, comienza a mostrar sus debilidades, pese al dinero lanzado a raudales para ganar simpat¨ªas, con la derrota ahora de su alabado L¨®pez Obrador, como poco antes lo hab¨ªa sido Humala en Per¨². Ahora ha logrado entrar al Mercosur -ya no tan sure?o-, pero todo indica que traer¨¢ m¨¢s problemas que soluciones y que su exuberancia verbal le llevar¨¢ a que sus nuevos socios, especialmente el Brasil, le pongan pa?os fr¨ªos a sus calenturientas propuestas. Sin ir m¨¢s lejos, al ser recibido en el Mercosur, en Caracas mismo, ya lanz¨® la idea de un Ej¨¦rcito del Mercosur, que ha erizado los pelos de los militares y diplom¨¢ticos de la regi¨®n.
De modo que el p¨¦ndulo, que un d¨ªa condujo a una pol¨ªtica econ¨®mica m¨¢s liberal y luego pareci¨® irse hacia el otro extremo, oscila en el medio. Nadie da marcha atr¨¢s en las reformas liberales de los ochenta ni de cerrar econom¨ªas (m¨¢s bien lo contrario, con una sucesi¨®n de TLC con EE UU). De lo que s¨ª se habla en todos lados, sean los gobiernos que sean, es de la desigualdad en la distribuci¨®n del ingreso y la pobreza tan grande que permanece. De eso s¨ª se habla y la diferencia radica en los modos de combatirlos, con matices que var¨ªan entre paternalismos clientel¨ªsticos (Venezuela), viejos pol¨ªticos asistencialistas (Argentina, Uruguay, Brasil) o intentos de modernas reformas basadas en la educaci¨®n (Chile, Colombia).
Algo electoralmente novedoso que se vive es la divisi¨®n en las geograf¨ªas nacionales, en la que se entremezclan situaciones de pobreza con at¨¢vicos reclamos ¨¦tnicos y debates sobre pol¨ªticas econ¨®micas. Se ha visto recientemente en Bolivia, en su elecci¨®n para constituyente: el electorado se parti¨® en dos, con abrumadora mayor¨ªa para el centralismo en el altiplano pobre y minero y, a la inversa, masivo apoyo a una autonom¨ªa regional en el Este, din¨¢mico, agr¨ªcola y petrolero; aqu¨¦l, ind¨ªgena; ¨¦ste, blanco y mestizo. Parecida situaci¨®n en M¨¦xico, con un Norte desarrollado a favor de Calder¨®n y un Sur pobre con L¨®pez Obrador; un Yucat¨¢n en proceso de cambio con Calder¨®n y una Ciudad de M¨¦xico, abigarrada y enojada, con L¨®pez Obrador. Tambi¨¦n en Per¨² fue tajante la divisi¨®n: mientras Garc¨ªa triunfaba claramente en Lima y las ciudades costeras del Centro y el Norte, Humala -con su discurso indigenista- se llev¨® tras suyo toda la sierra, donde quechuas y aymaras a¨²n resienten de Pizarro.
Las viejas historias reaparecen en nuevas versiones, azuzadas por la crisis energ¨¦tica, con sus intereses gas¨ªferos y petroleros. Lo que seguramente dar¨¢ que hablar antes de lo que pueda pensarse.
Julio Mar¨ªa Sanguinetti es ex presidente de Uruguay.
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