El curso
Otro a?o ha pasado. Doce largos meses. Quienes, recordando la ¨¦poca de estudiantes, partimos todav¨ªa los a?os por las vacaciones de verano sabemos que el curso ha terminado. Por mi parte, a¨²n acostumbro a contar los meses por las frutas que tomo de postre. S¨¦ que ser¨¢ abril cuando haya fresas en la mesa; mayo vendr¨¢ acompa?ado de cerezas y junio dejar¨¢ paso a las brevas de San Juan y a los albaricoques. El perfume de estas frutas lo llevo asociado a¨²n al tiempo de los ex¨¢menes. Mientras estudiaba desesperadamente con el libro abierto bajo el flexo, desde la habitaci¨®n o¨ªa cantar al cuclillo, sonaban acordeones de alguna verbena lejana que tra¨ªa y se llevaba la brisa, y de la oscuridad de la noche brotaban fuegos artificiales de las fiestas de primavera por toda la huerta de Valencia. La libertad del verano llegaba, de pronto, con las sand¨ªas. Quienes, adem¨¢s de estudiar, nos hemos criado entre campesinos, sabemos que los a?os se cuentan por cosechas cuyos ritos agrarios uno debe aplicar tambi¨¦n a la moral y al arte de vivir. Ahora trato de recordar cuanto de bueno y de malo me ha sucedido a lo largo del a?o, y lo guardo en la memoria como si cada sensaci¨®n, un libro, un viaje, una enfermedad, un lance de amor, la muerte de un amigo, fuera el resultado de un cultivo o de un desastre de la naturaleza. As¨ª siembra el trigo el labrador, as¨ª maduran los membrillos, as¨ª humean las hojas podridas de oto?o donde anidan las trufas que descubrir¨¢n los cerdos. El curso ha terminado. Ha pasado otro a?o. Despu¨¦s de una larga ausencia hay que descubrir el nuevo paisaje que la mente crea en el verano, y otras estancias del propio interior deben ser abiertas y oreadas a la luz de agosto. Es un milagro que se repite al final de cada curso: cargado con la experiencia acumulada durante nueve meses, uno vuelve al mar con el esp¨ªritu entero o ya quebrado y encuentra all¨ª todav¨ªa algunos placeres de la juventud que nadie ha podido arrebatar. Puede que aquel bosquecillo de manzanos o el huerto de limoneros est¨¦ hoy cubierto de cemento y que el espanto de una guerra, donde mueren tantos inocentes, arruine el ¨²ltimo esplendor sobre la hierba, pero m¨¢s all¨¢ de las bombas y de la sangre quedan muchas dulces armon¨ªas, agradables m¨²sicas, delicados aromas intactos que debes descubrir para seguir aprendiendo. Mientras el verano pasa por encima del sombrero de paja, podr¨¢s llegar a una discreta sabidur¨ªa si sabes apreciar todav¨ªa en lo que vale un desayuno entre p¨¢jaros, como en aquellos d¨ªas felices.
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