No funcion¨® nada
A un amigo m¨ªo se le cay¨® la casa. D¨ªas despu¨¦s de la cat¨¢strofe, al hurgar con un palo entre sus escombros, le sorprendi¨® la fortaleza moral de los objetos personales. Aunque rotos o sucios, conservaban su individualidad en medio de la papilla compuesta por los materiales de construcci¨®n. En aquel potaje resultaba imposible distinguir la ceniza procedente de los ladrillos triturados de la de los sanitarios rotos. Sin embargo, me dijo, la polvera de mam¨¢ apareci¨® intacta, como la colecci¨®n de pipas de pap¨¢ o mi diccionario de lat¨ªn. Cuando se derrumba el cuerpo, los m¨²sculos crean tambi¨¦n una masa informe con las v¨ªsceras, los cart¨ªlagos, la piel... El ¨²nico tejido que se comporta como un objeto personal es el ¨®seo. Aqu¨ª estoy yo, dice el f¨¦mur. Y aqu¨ª yo, la tibia. Y est¨¢n.
El ¨²nico tejido que se comporta como un objeto personal es el ¨®seo. Aqu¨ª estoy yo, dice el f¨¦mur
Imaginen ahora la cantidad de objetos personales que se llev¨® el agua cuando el Katrina. Decimos "cuando el Katrina" como otros dicen cuando la revoluci¨®n, cuando la guerra, cuando el divorcio de pap¨¢ y mam¨¢, cuando la operaci¨®n de Pedro, cuando la ca¨ªda por las escaleras de Juan, cuando el accidente de Rosa, cuando el suspenso en matem¨¢ticas... La vida est¨¢ llena de cuandos. Hay m¨¢s cuandos que peros, m¨¢s cuandos que paras, m¨¢s cuandos que porqu¨¦s. Cuando naci¨® Roc¨ªo, cuando no me escribiste, cuando la mamograf¨ªa de Luisa, cuando lo tuyo con Miguel... Los habitantes de Nueva Orleans se refieren a aquella ¨¦poca con un "cuando el Katrina".
Cuando el Katrina el agua penetr¨® violentamente en las viviendas y se llev¨® los cepillos de dientes, las fotos enmarcadas, los preservativos sin usar, los bastoncillos para las orejas, los pa?ales de los beb¨¦s, los tubos de vitamina C y los somn¨ªferos plastificados. Tambi¨¦n se llev¨® los libros, que volaban bajo las aguas con el movimiento perezoso de las gaviotas. La dimensi¨®n de arriba se mezcl¨® con la de abajo y los peces comenzaron de pronto a convivir con las obras completas de Sartre, de Camus, de Gald¨®s, de Borges, de Cort¨¢zar... Es un decir, porque la mayor parte de los libros, l¨®gicamente, ser¨ªan de Mark Twain. Imaginemos, pues, las obras completas de Mark Twain, encuadernadas en piel, cayendo hacia las profundidades de la conciencia.
Cuando el Katrina se publicaron cientos de fotos, cada una m¨¢s espectacular que la otra. Abundaban las de cad¨¢veres con la barriga hinchada, flotando en charcas de agua pestilente (la tinta del peri¨®dico ol¨ªa a ci¨¦naga). Entre ellas la m¨¢s espectacular era la de un muerto por cuyos o¨ªdos se hab¨ªan introducido las ra¨ªces de un ¨¢rbol, como si buscaran el abono de las ideas. Pero elegimos ¨¦sta porque nos pareci¨® la m¨¢s narrativa. Los balcones, con sus habitantes dentro, est¨¢n dispuestos de tal modo que parecen los cap¨ªtulos de un libro o los fotogramas de una pel¨ªcula. Adem¨¢s, es simult¨¢neamente realista y on¨ªrica. Vean, si no, c¨®mo conviven, aparcados en bater¨ªa, una barca, dos autom¨®viles y un colch¨®n. Sabemos que en los balcones hay negros, que en la barca hay negros, que sobre el colch¨®n que flota milagrosamente sobre las aguas hay tambi¨¦n un hombre negro. Sabemos que, como dijo un damnificado, no funcion¨® nada. No sabemos qu¨¦ hay en el interior de los autom¨®viles. Quiz¨¢ el cad¨¢ver de alg¨²n perro (negro).
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