Los enigmas de la transici¨®n cubana
El percance de Castro ha estallado inoportunamente en un momento dulce para su r¨¦gimen. Estaba aparentemente disfrutando de una dosis de ox¨ªgeno. Castro se hab¨ªa permitido el lujo durante los tres ¨²ltimos a?os -desde que se enzarz¨® a bofetadas con la Uni¨®n Europea por la protesta generada por el encarcelamiento de disidentes y las ejecuciones de secuestradores de naves- de prescindir del "di¨¢logo constructivo" con los bienintencionados gobiernos que no est¨¢n de acuerdo con la estrategia de Estados Unidos.
Aunque luego se hicieron las paces y la Uni¨®n Europea, liderada por Espa?a, suspendi¨® las medidas temporales que llevaron a la incomunicaci¨®n y la guerra del canap¨¦, la relaci¨®n entre el r¨¦gimen cubano y los europeos desemboc¨® en un estado de irrelevancia mutua. Ambas partes llegaron a la conclusi¨®n de que no pod¨ªan influir en la otra.
Castro tambi¨¦n hab¨ªa llegado a evaluar que el limitado marco caribe?o, en el que la UE hab¨ªa tratado de insertar a Cuba para que disfrutara de los beneficios de los pa¨ªses ACP, no era suficiente para la mejor implantaci¨®n de su pa¨ªs en un mundo cambiante. Washington est¨¢ ocupado en los escenarios espinosos de Oriente Medio, con el desastre de Irak, el laberinto del L¨ªbano y el anunciado colapso de Afganist¨¢n, mientras que Corea del Norte e Ir¨¢n le desaf¨ªan abiertamente y siguen adelante con sus planes nucleares. Cuba se hab¨ªa convertido en una nimiedad para un Bush que, dado que ya no puede volver a presentarse a la elecci¨®n presidencial y que incluso su hermano est¨¢ terminando su mandato en Florida, no la necesitaba electoralmente.
De la mano de su aliado Hugo Ch¨¢vez, cargado de petrod¨®lares, Castro hab¨ªa redescubierto el m¨¢s amplio teatro de Am¨¦rica Latina, ahora en transformaci¨®n, en la cresta de una ola de aparente triunfo populista. Mientras Ch¨¢vez daba el portazo a la Comunidad Andina y entraba como un elefante en la cacharrer¨ªa de Mercosur, Castro lanzaba la bravata de que pod¨ªa ingresar en la organizaci¨®n de integraci¨®n suramericana en el momento que quisiera.
Tal como estaba antes del percance de Castro, Cuba era ideal para todos los actores. En primer lugar, para Estados Unidos. A pesar de la verbosidad del acoso de la Administraci¨®n de Bush, el impasse en el que se encontraba Cuba, sobre todo cuando la amistad con Ch¨¢vez no era tan ¨ªntima, era una bendici¨®n. Castro ya no apoyaba a guerrillas en Latinoam¨¦rica y en su lugar, curiosamente, cooperaba con su n¨¦mesis ideol¨®gica ?lvaro Uribe en Colombia para contribuir al desarme del ELN, servicio que el propio mandatario colombiano siempre le ha agradecido. Con Estados Unidos manten¨ªa una relaci¨®n mutuamente beneficiosa, ya que le garantizaba la seguridad de Guant¨¢namo en un momento en que Washington era acosado incluso por la ONU. Y Cuba es el ¨²nico pa¨ªs del planeta que tiene garantizada una cuota de inmigraci¨®n en Estados Unidos, un lujo del que no disfruta ni siquiera M¨¦xico.
Los que estaban m¨¢s satisfechos con las aparentes tablas eternas en la confrontaci¨®n eran los militares norteamericanos: sab¨ªan que en el caso de enfrentamientos internos no podr¨ªan quedarse viendo el drama desde Cayo Hueso. Lo ¨²ltimo que necesitaban en un mundo extremadamente complejo despu¨¦s del colapso sovi¨¦tico, y mucho m¨¢s despu¨¦s del 11-S, era una Cuba en transici¨®n convulsa. Por eso declaraban frecuentemente que Cuba no era una amenaza para la seguridad de Estados Unidos.
Como estaba antes de su retirada temporal del l¨ªder, Cuba con Castro era el menor de los males para todo el entorno caribe?o. No era un competidor agobiante en inversiones y en turismo, y se comportaba moderadamente en el plano pol¨ªtico. Esa comodidad empezaba a ser traspasada al resto del continente, y la colaboraci¨®n en el Mercosur no se ve¨ªa como una dimensi¨®n negativa, sino que se consideraba que contribuir¨ªa a una posible y lenta instalaci¨®n cubana en una m¨¢s amplia econom¨ªa de mercado.
Todo esto era en cierta manera el cuadro de una transici¨®n lenta, pero ahora, para sorpresa general, ¨¦sta puede haber llegado de golpe.
En la actualidad, los enigmas residen en primer lugar en la dimensi¨®n temporal de la propia delegaci¨®n de los poderes de Castro y en c¨®mo se comportan los distintos actores. No ser¨ªa de descartar una mayor prudencia en la disidencia. Si ¨¦sta da pasos en falso, puede que solo reciba como respuesta palos de ciego desde el r¨¦gimen. Esta cautela, probablemente, tambi¨¦n formar¨¢ parte de la actitud que, de manera inteligente, tomar¨¢n diversos gobiernos desde Canad¨¢ hasta Argentina, y en toda la Uni¨®n Europea. Ahora se puede confirmar la bondad de la pol¨ªtica europea de mantener (con la excepci¨®n del mandato de Aznar) canales de comunicaci¨®n tanto con la Cuba real como con la oficial.En este escenario tambi¨¦n puede haber llegado el momento de ver c¨®mo evolucionan los mecanismos mentales a ambos lados del estrecho de la Florida. En el exilio cubano en Miami, la inercia de la supervivencia de la dictadura cubana condicion¨® durante casi cinco d¨¦cadas no solamente la estrategia de Estados Unidos hacia Cuba, sino incluso la propia existencia del modo de vida cotidiano. El anticastrismo se convirti¨® en una provechosa industria, sobre todo en los medios de comunicaci¨®n. Al otro lado, el acoso de los Estados Unidos tuvo su apropiada r¨¦plica en forma de resistencia.
Cuando detectaban que el Gobierno de Estados Unidos o las circunstancias internacionales eran propicias para una tregua o "arreglo" (como en el compromiso de 1998 con la Uni¨®n Europea), el r¨¦gimen cubano y el exilio duro de Miami formaban una coalici¨®n perversa. Ambas facciones irreconciliables se pon¨ªan aparentemente de acuerdo para desenterrar las hostilidades. El caso m¨¢s notorio fue cuando la ley Helms-Burton tuvo dudosa aprobaci¨®n en el Congreso de Estados Unidos: Castro decidi¨® derribar las avionetas de Hermanos al Rescate y Clinton se pleg¨® a las presiones aprobando la ley. Esta dial¨¦ctica podr¨ªa venirse ahora al suelo.
El enigma de Ra¨²l Castro puede derivar en que quede como figura decorativa, neutralizado por la c¨²pula del r¨¦gimen, o, milagrosamente (muy dudoso), transformado en dem¨®crata. Lo m¨¢s posible es que algunas figuras intermedias del r¨¦gimen se hagan cargo de la administraci¨®n del pa¨ªs, en lo que puede ser el formato m¨¢s realista del per¨ªodo a abrirse cuando la enfermedad de Castro se convierta en incapacidad permanente o muerte.La ventaja que tiene Ra¨²l Castro es que, de momento, domina las Fuerzas Armadas (aunque algunos mandos son fidelistas fundamentalmente), clave para la transici¨®n, pues es la ¨²nica instituci¨®n con cohesi¨®n suficiente y con poder en las empresas estatales que administran. Pero toda esta influencia puede desvanecerse si el r¨¦gimen colapsa totalmente y se encuentran fuera del r¨¦gimen los necesarios sustitutos para la gerencia de una Cuba en verdadera transici¨®n.
La duda estriba en si ese sector alternativo al r¨¦gimen, que podr¨ªa constituirse sobre los cimientos del movimiento disidente y al margen de los m¨²ltiples colectivos que de una manera u otra han colaborado -por necesidad o conveniencia- con el pesado e ineficiente mecanismo del castrismo, tiene de veras energ¨ªa y capacidad para ocupar un posible vac¨ªo. De ah¨ª que, de momento, la estrategia de Washington se base m¨¢s en "un malo conocido" (los militares) que en "un bueno por conocer", sobre todo porque no hay que descartar la generaci¨®n de convulsiones y enfrentamientos sociales en cuanto Cuba empiece a transformarse en un pa¨ªs "normal".
Joaqu¨ªn Roy es catedr¨¢tico Jean Monnet y director del Centro de la Uni¨®n Europea de la Universidad de Miami.
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