D¨¢tiles de Elche
?Oh soberana de la hermosura, cuyo nombre debe ser m¨¢s dulce que el jugo del d¨¢til, y cuya cintura es m¨¢s flexible que la rama de la palmera!, dice el cl¨¢sico ¨¢rabe de Las mil y una noches en una clara declaraci¨®n de valores sobre el fruto de la palmera datilera y refiri¨¦ndose a la favorita Kuat Al-Kulub en la Historia del negro Bakhita, tercer eunuco sudan¨¦s.
L¨®gico es, teniendo en cuenta que las palmeras y los d¨¢tiles est¨¢n llenos de los valores que se les imputan y de otros muchos, siendo el primero de ellos la energ¨ªa que proporcionan.
Siendo el conjunto de pa¨ªses del norte de ?frica los principales productores de d¨¢tiles, tambi¨¦n son consumidores ardorosos, y obtienen, trabajando sobre los mismos -como todos los pueblos con se?alados monocultivos- infinitas variaciones para el paladar. Si en nuestra tierra podemos hacer ciento y un arroces diferentes, los d¨¢tiles proporcionan, para los pueblos que de ellos dependen, multitud de posibilidades gastron¨®micas, utiliz¨¢ndolos en todas sus versiones, frescos o secos, molturados o exprimidos.
En este punto cayeron las ¨²ltimas v¨ªctimas en combate de la Guerra Civil
Sin embargo entre nosotros, no existe tal cultura, y pasan -casi como una exhalaci¨®n- de la palmera a la mesa, sin mostrarnos m¨¢s que una parte infinit¨¦sima de sus posibilidades.
En toda nuestra geograf¨ªa excepto, quiz¨¢s, en Elche. Dec¨ªa Richard Ford, uno de los rom¨¢nticos viajeros ingleses que en el siglo XIX recorrieron Espa?a asombr¨¢ndose de una cultura que resultaba ex¨®tica a sus costumbres "occidentales": "S¨®lo hay una Elche en Europa: es una ciudad de palmeras; ¨²nicamente se echa de menos el beduino, puesto que el clima es el del Este...".
Pues bien, contin¨²a siendo v¨¢lida la observaci¨®n del viajero ingl¨¦s; el monocultivo europeo se ha situado en Elche, en donde -y pese a que sus d¨¢tiles no parecen proceder del ¨¢rea africana, por ser anteriores- a estos dulces frutos se les cuida y se les mima, a la vez que se vigila su explotaci¨®n y se intenta componer con ellos alguna culinaria m¨¢s sofisticada que envolverlos en una loncha de beicon.
Comer un d¨¢til fresco y maduro, reci¨¦n recogido en el palmeral de Elche, nos transporta el pensamiento y nos lleva con los beduinos a un oasis del desierto, donde dormiremos mientras nos cuentan el cuento... de otro eunuco sudan¨¦s.
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