Playa acorralada
El personaje fetiche del actor Mel Gibson es aquel que iba vestido de cuero en un futuro cercano. Y es posible que si ese Mad Max le diera por ir a una playa, no le hiciera ascos a la de Pinedo. No porque la zona no tenga bellas cualidades, sino porque su horizonte le resultar¨ªa familiar, ya que desprende un algo post-apocal¨ªptico, ese que se huele en las pel¨ªculas con un argumento en el que s¨®lo cuenta el combustible, el acero, la supervivencia material. Desde la orilla, si cualquiera mira en direcci¨®n a la l¨ªnea de sombra del mar, lo que una vez fue l¨ªquido que no acababa, est¨¢ ahora flanqueado por una cordillera que crece. Una monta?a rusa de colosales gr¨²as portuarias, a las que se acercan grandes barcos de mercanc¨ªas que aparecen de entre la nada, mastodontes ennegrecidos, manchas al encuentro de gr¨²as-nodriza que se mezclan a su vez con extra?os barcos de vela de trazo grueso.
Hay un urinario de alquiler, poco frente al ej¨¦rcito de v¨¢teres de la visita del Papa
En Pinedo, la arena es fina, el agua aparece limpia, y hasta tiene zona de bandera azul. Y paseo mar¨ªtimo, y urinario de alquiler -s¨®lo se ve uno, poca cosa frente al reciente ej¨¦rcito de v¨¢teres que tom¨® Valencia durante la visita papal-, y restaurantes muy majos. Y un ambiente tranquilo, agradable, que es familiar sin ser marujo, con un aire un poco como de playa virgen. Pero aquel que mira, ve las gr¨²as comi¨¦ndoselo todo y no puede olvidarse de los reflujos turbios de agua marina del Puerto de Valencia -la playa queda al sur del mismo-, ni de lo que puede desprender el Club N¨¢utico, ni de la onda que pueda llegar de la conocida como depuradora de Pinedo. Sorprendentemente, el grueso de los ba?istas se comporta aqu¨ª como si el horizonte fuera el mismo que se ve desde las Maldivas: ignorando el metal que lo invade. Nos quedamos s¨®lo con lo mejor de los espacios y de los momentos, as¨ª hemos prevalecido.
No hace tanto, en una carta al director de este peri¨®dico, una lectora evocaba con intensidad algunos de esos momentos: hubo un tiempo, dec¨ªa, en que Pinedo ten¨ªa "una buena huerta, unas acequias por las que corr¨ªan aguas limpias, una buena playa en la que se pod¨ªa nadar, buenas comunicaciones con sus vecinos de Castellar y La Punta". Con las obras de cambio del cauce del Turia, la zona empez¨® a encontrarse con complicaciones. Empezaron las expropiaciones, Pinedo perdi¨® un barrio y accesos peatonales, y comunicaciones con poblaciones vecinas (ahora tiene autov¨ªas "que cruzan de cualquier manera"). Lleg¨® la construcci¨®n de la gran depuradora y de la Zona de Actividades Log¨ªsticas (ZAL). Ahora, entre otras cosas, lidia con la inabarcable expansi¨®n del puerto comercial y del club n¨¢utico, que quiere amarres para m¨¢s de un centenar de megayates. De este modo, perpet¨²a en Valencia la regresi¨®n de las playas semiurbanas del sur a favor del norte, v¨ªa America's cup. Distintos argumentos indican adem¨¢s que, si todo sigue en este plan, tambi¨¦n la posidonia y los yacimientos arqueol¨®gicos del fondo marino -es conocido el hallazgo de una escultura romana conocida como "el Apolo de Pinedo"- se disipar¨¢n en el eterno. Hasta que eso llegue, queda contemplar el horizonte desde la orilla, con todo su significado.
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