Un juego peligroso
Hace 61 a?os, el hombre dio un paso m¨¢s en su estulticia abriendo la era del terror at¨®mico. Los bombardeos at¨®micos de Hiroshima y Nagasaki demostraron al mundo que el hombre pod¨ªa destruirse a s¨ª mismo. ?Se podr¨ªan mantener hoy las razones que avalaron el lanzamiento de las bombas at¨®micas con fines b¨¦licos?
Los norteamericanos manejaron dos bazas para justificar tal operaci¨®n. En p¨²blico defend¨ªan que ayudar¨ªa a poner un pronto final a la guerra y salvar¨ªan vidas, mientras que en privado se comentaba que era un aviso a Stalin como prueba de fuerza ante las negociaciones de paz. Hoy en d¨ªa se pueden echar por tierra tales argumentos. Ni la bomba at¨®mica contribuy¨® a salvar vidas, continuaron con las muertes por radiaci¨®n; ni contribuyeron a frenar a Stalin, conociendo de sobra c¨®mo actu¨® en Europa oriental. Es c¨ªnico pensar que despu¨¦s de 1945 la era nuclear contribuy¨® a una paz que, no olvidemos, estaba basada en el equilibrio del terror.
La proliferaci¨®n nuclear es un juego peligroso que lanza un mensaje claro a los pa¨ªses en conflicto: posee la bomba y ser¨¢s invencible. Este mensaje cobra realidad con los actuales casos de Ir¨¢n y Corea del Norte. La bomba at¨®mica mat¨® a m¨¢s personas de las que quiso salvar, dio m¨¢s inseguridades a la paz que garant¨ªas.
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