Villaricos baila hasta el amanecer
El festival Creamfields Andaluc¨ªa reuni¨® a 30.000 personas para o¨ªr, entre otros, a Jeff Mills, Pet Shop Boys, Audio Bullys, Carl Cox y ?ngel Molina.
Desde que se meti¨® el sol, hasta que volvi¨® a salir, la m¨²sica electr¨®nica se adue?¨® por tercer verano consecutivo de la almeriense playa de Villaricos, en el t¨¦rmino municipal de Cuevas del Almanzora. El festival Creamfields, surgido del Cream, el club de Liverpool inaugurado a principios de los noventa, y que cuenta con una importante implantaci¨®n en varios pa¨ªses, se consolida en Espa?a gracias a su versi¨®n andaluza con esta nueva edici¨®n que en la larga tarde y noche del s¨¢bado al domingo cont¨® con estrellas como Pet Shops Boys, !!!, Jeff Mills, Audio Bullys, Fischerspooner o ?ngel Molina entre m¨¢s de una treintena de artistas.
No se sabe si por la m¨²sica, placentera y hedonista casi siempre, o por el consumo de cualquier cosa que alterara la percepci¨®n, el caso es que la sonrisita era de nuevo la expresi¨®n que dominaba entre los m¨¢s de 30 mil asistentes al encuentro con las, supuestas, vanguardias musicales. La organizaci¨®n no facilit¨® esta vez la cifra real de p¨²blico, pero a ojo, podr¨ªa estimarse en un pel¨ªn menor que la del a?o pasado, que se estableci¨® en cercana a los 40 mil espectadores. Las ganas de bailar y de pasarlo bien fueron, sin embargo, las mismas.
Cercado por los cuatro costados para evitar el acceso clandestino, el recinto aparece como un parque tem¨¢tico dedicado a la m¨²sica de las m¨¢quinas manipuladas por humanos. Hay partes m¨¢s carnosas y org¨¢nicas, pero las actuaciones con instrumentos convencionales son m¨¢s escasas entre la profusi¨®n de propuestas de los ya cl¨¢sicos sets de DJ. Los grupos !!! (l¨¦ase con su onomatopeya sajona cheik, cheik, cheik,) y Fischerspooner tiraron de guitarras el¨¦ctricas y bajos contundentes, sin que en sus propuestas dejaran de sonar ritmos y bases programadas digitalmente. Encandil¨® Fischerspooner, con un show muy visual estupendo para una noche de festival. Entre el glam y el petardeo y ataviados de rom¨¢nticos vestidos de la ¨¦poca de Poldark (levitas con chorreras, pantalones a la rodilla estrechos y mocasines), ofrecieron una soberbia actuaci¨®n jalonada por un cantante que mud¨® su atuendo casi en cada canci¨®n (arlequ¨ªn, romano...) y un par de bailarinas surrealistas que aunque a veces lucieran tut¨²s de ¨¦poca m¨¢s adecuados al ballet cl¨¢sico, no cesaron de animar al personal con sus modernistas coreograf¨ªas.
Pet Shop Boys se hicieron de rogar. Por problemas t¨¦cnicos de su espectacular montaje, arrancaron casi 40 minutos despu¨¦s de lo previsto. Nada que ver lo que hicieron en el Creamfields con lo que a finales del mes pasado les llev¨® a La Granja de San Ildefonso a poner la banda sonora de la pel¨ªcula El acorazado Potenkim. El d¨²o compuesto por el cantante Neil Tennant, elegantemente vestido con frac y chistera, y el teclista Chris Lowe, con chaqueta de ch¨¢ndal y gorra amarillas, anda de recuperaci¨®n de su afamado repertorio merced a la publicaci¨®n hace un par de a?os del recopilatorio Pop Arts: The Hits o el m¨¢s reciente Fundamental. El atractivo de su puesta en escena pasaba por unos bailarines que parec¨ªan sus clones al vestirse como los dos miembros del d¨²o, y unos enormes cubos en mitad del escenario de donde sal¨ªan las m¨¢s variadas sorpresas y reflejaba sus imaginativas v¨ªdeo-proyecciones.
Su pop electr¨®nico, a veces festivo y chispeante, y otras l¨¢nguido, compiti¨® al mismo tiempo con otra de las estrellas del festival: Jeff Mills. Unos en el escenario principal, y el otro en uno pr¨®ximo paralelo (el festival dispone de cuatro espacios principales que simultaneaban las actuaciones) compet¨ªan por llevarse el p¨²blico a su terreno. Dif¨ªcil comparar y adivinar en qu¨¦ momento hab¨ªa m¨¢s en un lado que en otro. Pet Shops Boys atacaban con canciones conocidas, como el curioso Suburvial y Mills con su beats (golpes digitales programados) a mil por hora ofreciendo un tecno que resulta imaginativo a pesar de sus interminables secuencias repetidas.
A pesar de que Creamfields apuesta por la m¨²sica del futuro, fue curioso ver c¨®mo se aplaudi¨® que Pet Shop Boys recreara When the streets have no name, un cl¨¢sico de U2, intercambi¨¢ndolo con I love you, babe, un viejo ¨¦xito de las discotecas de los setenta; o que los trepidantes Audio Bullys samplearan el Bang, bang, de Nancy Sinatra, recuperado hace poco gracias a su inclusi¨®n en Kill Bill, la saga de pel¨ªculas de Tarantino.
Tras las enjundiosas sesiones de Carl Cox, Miss Kittin, ?ngel Molina, Roger S¨¢nchez y Justice, entre tantas, el amanecer lleg¨® con Christian Smith y Tiga interviniendo en los dos escenarios que m¨¢s tarde echaron el cierre.
El electro botell¨®n
Aunque el Creamfields Andaluc¨ªa utiliza la playa de Villaricos como reclamo, en el festival es dif¨ªcil ver el mar. Sin embargo, su orilla est¨¢ tomada desde d¨ªas antes por los j¨®venes que luego van a asistir y por muchos de los que no quieren gastarse los 75 euros de la entrada. Muchachos y muchachas que prefieren bailar con las olas mojando sus tobillos y no manchando sus chanclas con la negra arena del festival. Si los festivales de rock conllevan pandillas en sus alrededores reunidas en torno a una guitarra o a unos tambores, en los de m¨²sica electr¨®nica lo que mola es la muchachada dada al botell¨®n, y el coche tuneado con espectacular equipo de sonido y altavoces a tope escupiendo bacalao, tecno, house, drum'n'bass o hip-hop.
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