Verano de 2006
Uno vuelve, por fin, con el trote alegre indisimulado de las veteranas mulas del cuartel cuando regresan de las maniobras despu¨¦s de m¨¢s de un disgusto en estos periplos veraniegos que de todo tienen menos de descanso. Y el cielo nublado, el ambiente h¨²medo, las calles que se hunden ante tanta obra, el discurso cansino, aburrido, de hast¨ªo, es decir, el de siempre, ante la manifestaci¨®n que Batasuna prepara, te reciben y te hacen exclamar con alegr¨ªa: "?Al fin estoy en casa!"
Visto desde la distancia, lo siento mucho, Euskadi no existe, y cuando uno se reencuentra con la bronca le suena tan pueril y artificial que, si no fuera por el rito de la violencia y la sangre, que afortunadamente yace bajo sordina desde hace tres a?os, uno tender¨ªa a despreciarlo. Lo serio est¨¢ en sortear el caos a¨¦reo provocado por el terrorismo islamista, terrorismo que es la aut¨¦ntica vacuna para nuestro terrorismo dom¨¦stico, sortear las trabas burocr¨¢ticas y policiales donde los visados no sirven para nada porque acaban de caducar, evitar quedarse en terreno de nadie recordando asustado la pel¨ªcula de Tom Hanks, echar mano de los trucos juveniles de supervivencia, y, sobre todo, de la billetera, e ir saltando los obst¨¢culos uno tras otro. Por fin, tras varios cambios de planes y diferentes conexiones a¨¦reas, te espeta cari?osamente el familiar que ha ido preocupado a recogerte a la salida internacional de Barajas: "S¨®lo se os puede dejar ir a Benidorm". Y lo peor es que tiene raz¨®n.
Lo bueno de este alejamiento indeseado es que nadie te puede echar la culpa de lo sucedido en tu ausencia, desde la ocupaci¨®n de las pistas del Prat a los incendios de Galicia, que con tanto empe?o el Estado, el Estado residual -concepto insultante e incoherente viniendo de un socialista- intenta combatir. Nunca dejar¨¦ de recordar la indicaci¨®n de Ram¨®n J¨¢uregui tras la experiencia del Prestige de que en determinadas materias de protecci¨®n civil las competencias debieran revertir en el Estado. Pero, aunque las experiencias de calamidades de los ¨²ltimos a?os as¨ª lo aconsejen, no est¨¢ el horno de la din¨¢mica centr¨ªfuga de la pol¨ªtica espa?ola actualmente alentada para estos bollos, y el Estado seguir¨¢ apareciendo residual cada vez m¨¢s en ¨¦stas y en otras materias. As¨ª lo hemos querido.
Antes de que mis malas experiencias veraniegas me aboquen a un relativismo que roce la m¨¢s est¨²pida de las frivolidades les dir¨¦ que todo tiene soluci¨®n y hasta marcha atr¨¢s. Lo triste es que, como dec¨ªan mis amigos trotskistas de la a?orada juventud, "la maldita realidad" nos obligue, tras padecerla muchas veces, a darle por fin las soluciones debidas. Que cuatro incendios m¨¢s como los de Guadalajara y Galicia nos van dejar sin un solo ¨¢rbol, por mucho que algunos se consuelen ech¨¢ndole la culpa al adversario pol¨ªtico de todo lo malo que pase, fomentando la peor de las educaciones para la ciudadan¨ªa que no habr¨¢ Ministerio de Educaci¨®n que pueda paliar. Lo importante es que no somos capaces de limitar los estragos, en un pa¨ªs donde el Estado, residual tambi¨¦n en esto, es incapaz de controlar las toneladas de billetes de quinientos euros acumulados escondiendo una econom¨ªa indigna con respecto a nuestras declaraciones de modernidad. Y el Estado, la calidad del mismo, su presencia y fortaleza, aunque se contradiga a Maragall, es el primer indicativo del nivel de civilizaci¨®n al que llega un pa¨ªs. Que me lo digan a m¨ª, que he padecido varios en este caos a¨¦reo -me ahorro la apolog¨ªa que debiera hacer del franc¨¦s y de Air France, porque seguro que alguno me llamar¨ªa pellotilla-.
Y al final no pasa nada, ni Euskadi existe, s¨®lo en la imaginaci¨®n de algunos que necesitaban de la violencia para darle notoriedad. Hoy, la violencia no es eficaz; por eso se produce una manifestaci¨®n en paz, que, aunque masiva, no da para exaltar la existencia de un enorme pa¨ªs imaginario oprimido y sojuzgado por fuerzas extranjeras. La mani pas¨® por Donostia como pasan otras muchas, el mismo d¨ªa del inicio de las fiestas, con un comedimiento ejemplar. Esto ya no es lo que era, y lo peor ser¨ªa exagerar. Problemas, los de otras partes.
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